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Oleaje en la playa al amanecer

Geografía de Ibiza: El Clima (I)

La correcta comprensión del clima de un lugar exige el estudio global de todos y cada uno de los elementos climáticos, sólo así es posible definir un clima y establecer sus características esenciales y diferenciales. Los estudios climáticos se basan en la observación meteorológica diaria y en la grabación de un conjunto de parámetros y en el análisis sectorial de los elementos climáticos; los básicos son temperatura, lluvia y viento.

En Ibiza los observatorios meteorológicos son escasos y cuentan, por lo general, con series demasiado breves e incompletas, lo que dificulta el conocimiento científico del clima y, muy especialmente, de los microclimas. Las estaciones que han proporcionado registros son el aeropuerto de Es Codolar (oficial meteorológica), Sant Miquel, faro de ses Coves Blanques, Santa Eulària, Ibiza GESA (termopluviométricas), es Jugaroll, Santa Agnès, San Carlos, faro de Tagomago, faro de sa sa Conillera, can Palerm, es Putxet y faro des Botafoc (pluviométricas). (Ver Faros de Ibiza).

Los datos obtenidos confirman unas características típicas del clima mediterráneo, cuyos factores explicativos son diversos; entre ellos destacaremos los astronómicos, geográficos y atmosféricos.

Astronómicos, la latitud dentro del área de clima templado hace que existan diferencias estacionales de radiación solar, mayor en verano y menor en invierno, por la inclinación del eje terrestre respecto al plano de la eclíptica en l órbita en torno al sol; la radiación solar registrada varía de unos 150 Langleys o cal/cm2 de un día de diciembre a los 569 Ly de julio, pero el máximo es los 700 Ly de un día de junio, en torno al solsticio de verano.

Geográficos, el clima ibicenco está condicionado por la situación, la influencia marítima y el relieve. La situación general está en el occidente de la masa continental euroasiática y, concretamente, Ibiza ocupa una posición centro-oeste en el Mediterráneo occidental, a unos 100 km de la costa sureste de la Península y una latitud aproximada de unos 39¼ N, equidistante entre la península Ibérica y el noroeste de África. La insularidad comporta una fuerte influencia marítima, que suaviza las temperaturas, ya que el efecto termostático del Mediterráneo reduce la amplitud térmica, tanto diaria como anual, que es de unos 14 ¼ C, lo que da un índice de continentalidad de Gorcinsky muy bajo, sólo 17,4 (sobre 100).

El otro factor geográfico es el relieve; la accidentada orografía ibicenca constituye un elemento particularmente eficiente para ayudar a la formación de núcleos convectivos importantes, que dan mayores precipitaciones a los sectores de montes. Los datos de las diferentes estaciones meteorológicas muestran en la distribución espacial, a pesar de muchos vacíos de información y series insuficientemente largas, un incremento de las lluvias con la altitud y la distancia a la costa; el primer efecto es muy conocido, son las lluvias orográficas: al ascender por las laderas de las colinas el aire se expande así como la presión decrece, con el consiguiente enfriamiento y formación de nubes y lluvia; el segundo puede ser ocasionado por dos causas, la primera, una mayor convección sobre la tierra que sobre el mar debido a las respuestas de la mayor temperatura del suelo a los intercambios de energía radiante, y la segunda, al decrecimiento de la velocidad de el aire que cruza la línea de costa al encontrarse con un incremento de la rugosidad de la superficie; el resultado es que ese aire retrasado se convierte en un obstáculo para el aire que le sigue, que se ve parcialmente obligado a ascender de forma similar a la del primer efecto; como resultado, la lluvia en Ibiza marca una variabilidad espacial, con un gradiente desde la costa de aproximadamente 50 mm/km. Los sitios más secos reciben menos de 300 mm, mientras que sobre el sector de montañas del noreste caen más de 600 mm.

Atmosféricos, la situación de Ibiza es intermedia entre la zona de flujo general de poniente y la zona subtropical, responsables de las características del tiempo de invierno y verano, respectivamente, además de las influencias específicas de la cubeta mediterránea, rodeada de montañas y con varios portillos. La isla está alternativamente afectada por una circulación atmosférica de predominio de los vientos del oeste, característica de las regiones de latitudes medias, o bajo un régimen de tipo subtropical, esta última principalmente en los meses de mayo a octubre, la primera en los meses de invierno, aunque ambos tipos pueden aparecer en cualquier momento del año.

M. Raso ha señalado que en mitad de los días del año, la circulación atmosférica sobre Baleares corresponde tanto a la advección zonal (movimientos de las masas de aire de oeste a este) como al bajo gradiente barométrico; cuando no hay gradiente barométrico definido sobre el Mediterráneo se da la situación de pantano barométrico, común entre abril y octubre y con una media de la mitad de los días de julio a agosto, el cielo está despejado o con claros y se establece un régimen local de brisas en las horas centrales del día.

Durante el resto del año predomina la circulación del oeste, los cielos presentan nubosidad variable y caen algunas lluvias cuando los frentes fríos llegan a las islas.

Estas diferentes características del tiempo están influidas por el hecho, señalado por Agustí Jansà, que las cordilleras que rodean el Mediterráneo occidental actúan como barreras bloqueando la invasión de aire en los bajos niveles de la atmósfera; esto ocurre principalmente en situaciones de estabilidad atmosférica, en las que el aire que se encuentra al nivel del mar adquiere una peculiar humedad y distribuciones en vertical de las temperaturas, así es apropiado hablar de una masa de aire mediterráneo; entonces los portillos entre montañas, como el estrecho de Gibraltar, el canal de Sicilia, o los valles de los ríos Ebro y Ródano-Saone, dejan entrar aire procedente de otras regiones, que originan fuertes contrastes entre las masas de aire y contribuyen a la activación de una fuerte ciclogénesis, o formación de borrascas, en el Mediterráneo, en cuya cuenca occidental pueden generarse conjuntos convectivos de mesoscala, productores de fuertes tormentas, estrechamente relacionados con desarrollos ciclogenéticos en los sectores de Baleares o Argelia.

Un conjunto convectivo de mesoscala, en esencia, es una formación nublada de grandes dimensiones, que sobrepasa el estado de cúmulo, originada en condiciones atmosféricas de intensa barolínea, con un alto grado de organización interna, que la hace evolucionar con ciclo de vida propia, incluso puede interaccionar con el entorno sinóptico y modificarlo. El resultado final, identificable en las imágenes infrarrojas del Meteosat, es la aparición de áreas de ingente condensación, de tonalidad muy oscura, debido a la intensa liberación de calor latente en el marco de activas condiciones atmosféricas nubígenas; la enorme energía acumulada convierte a estos conjuntos nublados de mesoscala en una de las mayores fuentes generadoras de rayos del sistema atmosférico planetario.

Un fenómeno relativamente frecuente, por la proximidad al desierto del Sahara, es el de las lluvias de barro o lluvias de polvo (dust rain), un hidrometeoro peculiar formado por gotas condensadas en arenas y limos que actúan de núcleos de condensación del vapor de agua; evaporada el agua de las gotas, los núcleos de arena o limo tapizan las superficies con una fina capa de tonalidad rojiza; en su génesis tiene decisiva participación la presencia de flujos intensos de componente SE (xaloc) en niveles bajos de la troposfera asociados a las ciclogénesis profundas en superficie, que se acompañan de vaguadas en altitud. Estas lluvias tienen pH superior a 7; a veces se habla también de lluvia de ranas, haciendo alusión a la precipitación acuosa con la que caen pequeñas ranas por el fenómeno de succión de estos batracios operado, desde nubes convectivas, en balsas o lavaderos.

Otro meteoro que puede estar presente en Ibiza es el aguijón, una depresión en forma de columna de aire de gran fuerza de rotación con un vórtice o centro activo de reducido diámetro, que produce remolinos ciclónicos ascendentes, con vientos de gran velocidad y notable poder de destrucción por la elevada velocidad del viento en el vórtice de la espiral; se le relaciona con gradientes térmicos muy intensos ocasionados por un repentino calentamiento de la superficie, aunque su origen no se conoce exactamente; el campesinado temía este fenómeno y procuraba contrarrestarlo mediante una oración y unas tijeras.

A la dinámica de variaciones estacionales en la circulación de las masas de aire corresponden unas situaciones sinópticas: la del NW deja entrar aire polar marítimo; la del N, aire ártico marítimo y las del NE, ártico o polar continental muy secos y fríos; la situación del SE atrae el aire tropical sahariano, cálido y seco, en forma de chaleco; la situación SW permite la entrada de aire tropical marítimo por el portillo de Gibraltar; la del W deja llegar las borrascas del frente polar, con aire polar marítimo de transición; el desarrollo de la llamada masa de aire mediterráneo, con características específicas, puede producirse en la situación de un centro de altas presiones en el noroeste de Galicia y uno de bajas presiones en el sur del Atlas.

(EEiF) Josep Antoni Prats Serra [JPS], Rosa Vallès Costa [RVC]
Imagen superior:
Oleaje en la playa al amanecer
Foto: Varios red

Islote en el mar desde el acantilado

Geografía de Ibiza: El Clima (II)

En términos generales, por la circulación atmosférica, en verano las perturbaciones del frente polar se trasladan a latitudes altas y se sitúa en nuestras latitudes el anticiclón subtropical oceánico de las Azores, que determina la estabilidad atmosférica, con ausencia de precipitaciones; en otoño, el anticiclón se retira hacia el sur y predomina la circulación del oeste, con la frente polar, que conlleva inestabilidad atmosférica y lluvias, mecanismo que se inicia a principio del otoño y dura hasta el final de la primavera.

Las mayores precipitaciones se registran así en las estaciones intermedias, sobre todo en otoño, mientras que en invierno es también frecuente la presencia de anticiclones térmicos sobre la Península y el continente europeo, que dan lugar a un tiempo frío y soleado, con el mar llano y tranquilo, característico de las mermas de enero.

De estos factores se derivan los rasgos característicos del clima ibicenco, los más destacados son:

Verano seco, los registros pluviométricos estivales son los menores de todo el año; ésta es, sin duda, la característica más acusada y supone el mayor atractivo para el turismo de masa, en busca de sol, playa y fiesta nocturna.

Clima templado de verano cálido, la temperatura media anual es de 17,5º C (pero en el período 1986-93, alcanzó los 19º C), con una oscilación o amplitud térmica anual moderada, de unos 15º C entre los 11º C de enero y los 26º C de agosto.

El verano es largo y cálido, cinco meses tienen 18 ºC o más de temperatura media, con máximas en agosto; los inviernos son muy suaves, en realidad no existe un verdadero invierno, meteorológicamente hablando, ya que las temperaturas medias de enero no bajan de 10º C y, de hecho, los días con temperaturas bajo 0º C son muy pocos, y en la mayoría de los años no se dan.

Las temperaturas medias diarias máximas alcanzan los 28-30º C en verano, y las medias mínimas del invierno son de 7-9º C, con variaciones de 2 o 3¼ C arriba o abajo en las medias mensuales la mayor parte de los años .

Precipitaciones anuales medias escasas, del orden de los 400 mm, con un balance hídrico deficitario, agravado por la intensa evapotranspiración del verano. El régimen de precipitaciones se basa en más de 80 días de lluvia, a veces acompañada de piedra o granizo, y excepcionalmente un día de nieve; la media de días de lluvia varían de 1-2 en julio a 8-11 en diciembre, con unos 60-90 días de lluvia de media anual.

Los valores mensuales presentan un acusado mínimo estival (3-6 mm en julio) mientras que el máximo principal se da en otoño, pudiendo presentar un máximo secundario en primavera; en el año medio, octubre es el más de máxima precipitación, seguido de diciembre y noviembre; salvo el mínimo del verano, los valores mensuales son similares en las demás estaciones.

Las precipitaciones caen mayoritariamente en forma de lluvia (sólo hay una media de 0,4 días de nieve por año, en invierno), la piedra o granizo es más frecuente que la nieve (2 días de media por año), pero acompaña lluvias tormentosas y su contribución a la precipitación anual es también muy baja.

El acusado mínimo de precipitaciones del verano (3-6 mm en julio) es seguido en otoño por el máximo anual de octubre (60-80 mm), después de un descenso a principios de año, algo relevante máximo secundario de primavera conduce al mínimo del siguiente verano, completando así el ciclo de un típico régimen mediterráneo de precipitaciones.

Las precipitaciones anuales presentan una clara distribución espacial, con un gradiente hacia el centro de la isla, que alcanza los 500 mm; mientras que hacia el norte de Ibiza se superan los 600 mm, zonas costeras en el sur y en el oeste sólo reciben 350 o menos de 300 mm/año, lo que les da rasgos de una aridez que podemos relacionar con la región del sur -este peninsular.

Precipitaciones de otoño intensas o muy intensas, de corta duración; también en primavera, que pueden ocasionar inundaciones y torrentadas por la repentina acumulación de agua a unos niveles muy superiores a la capacidad de infiltración del terreno, riesgo que la acción antrópica contribuye a empeorar; según Agustí Jansà, la condición más apropiada para que se produzcan las grandes lluvias de otoño es la borrasca fría en altura, acompañada de una depresión en superficie, a veces pequeña, preferentemente situada hacia el sur de las islas a las que sopla entonces viento de gregal (NE); las precipitaciones más significativas son, por tanto, generalmente intensas y de corta duración (tormentas).

El número de días que han superado los 100 mm puede servir como muestra de la frecuencia de lluvias muy intensas; así, en el observatorio de San Carlos, a lo largo de 27 años (entre 1945 y 1977, con series incompletas), en siete ocasiones ha llovido más de 100 mm en 24 horas.

Predominio de la irregularidad, la variación interanual de la precipitación es muy fuerte, tanto en valores mensuales como anuales, pero también varía en las temperaturas; se suceden años de sequía y otros con más lluvia, en un invierno con episodios de frío intenso puede seguir otro excepcionalmente suave, y en un verano sofocos, con repentinas oleadas de calor por la invasión de aire africano, puede seguir otro menos caluroso.

Las temperaturas anuales medias máximas y mínimas son 21,6 ºC y 13,9 ºC, respectivamente, con una oscilación o diferencia de 7,7 ºC. Los valores extremos registrados en el aeropuerto, que opera desde 1952, son 35 ,6º C en agosto (con algunos máximos de 22,5º C en enero, el más frío) y una mínima absoluta en febrero de -3º C; esto se debe a que estas temperaturas mínimas sólo se dan cuando masas de aire polar continental penetran en el Mediterráneo desde el noreste, lo suficientemente frías para llegar hasta Ibiza con temperaturas cercanas a los 0º C a pesar de haber viajado una cierta distancia sobre el mar; entonces, bajo unos cielos sin nubes debido a la proximidad del anticiclón europeo comúnmente asociado con estas situaciones, el enfriamiento nocturno hace que por la noche la temperatura caiga por debajo del punto de congelación.

La más intensa de estas oleadas de frío en tiempos recientes fue la de febrero de 1956, pero en Ibiza sólo cuatro días presentaron temperaturas bajo 0º C, con la mínima antes citada de -3º C.

Respecto a las precipitaciones, se ha observado un ritmo anual de 15 a 17 años entre los máximos y mínimos agudos de pluviosidad; el decenio de los 60, por ejemplo, fue de mucho el más lluvioso del período 1945-1977.

El recuerdo pluviométrico ibicenco se dio durante la tormenta de 15 de noviembre de 1985, con un registro de 281 mm en Santa Eulària; el límite de los 200 mm también fue ampliamente superado el 18 de septiembre de 1977, con un máximo de 211,5 mm en Can Palerm.

La irregularidad de las precipitaciones y las eventuales lluvias de tormenta, con la dualidad sequía/inundaciones, conllevan un riesgo natural, con situaciones de alerta roja y programas de protección civil, frente a la posibilidad de pérdida de vidas humanas.

La disposición del relieve, así como las dimensiones de la isla, hace que el drenaje se organice sobre la base de cursos de cuencas y recorrido necesariamente breve, pero algunos torrentes tienen una cuenca considerable y salvan notables desniveles; además, la disposición de los afluentes y su longitud ayuda a una rápida concentración del agua y la formación de caudales importantes.

Las avenidas que se producen corresponden al modelo denominado "flash flood", caracterizado por el aumento súbito del caudal, con una onda de crecida sobre una cama antes seca, y su breve duración. Las avenidas se caracterizan, también, por la aportación de gran cantidad de materia sólida en suspensión, desde bloques de piedra a arcillas, limos y restos vegetales, la elevada velocidad motivada por las pendientes y de gran fuerza erosiva.

Puesta de sol tras los árboles (EEiF) Josep Antoni Prats Serra [JPS], Rosa Vallès Costa [RVC]
Imagen superior: Islote en el mar desde el acantilado
Imagen inferior: Puesta de sol tras los árboles
Fotos: Varios red

Anochecer entre islotes

Geografía de Ibiza: El Clima (III)

Un aguacero particularmente dañino fue el que cayó en septiembre de 1977, con precipitaciones de gran intensidad horaria, como consecuencia, la mayor parte de los cursos de agua ibicencos se desbordaron, las avenidas abarcaron la fuerza máxima en la vertiente oriental, por tanto, el área más afectada fue el este de la isla, particularmente los núcleos turísticos costeros de sa Cala, y Santa Eulària-Cala Llonga, además de Portinatx (al norte), y el sector de la capital, con todo el pla de Vila; en las colinas cultivadas las destrucciones fueron notables, quedaron arrasadas terrazas de cultivo y muros de parcelación, con especial intensidad en el sector de Sant Carles; las pérdidas materiales fueron calculadas en más de 500 millones, más los 200 millones evaluados en daños en el sector agrario. Algunos torrentes llevaron caudales que, según las informaciones, que relatan secciones de hasta 30 m de anchura y 5 de profundidad, pudieran puntualmente llegar o superar los 400 m3/s.

Vientos, el viento está casi siempre presente, con un 15 por ciento anual de días de calma. Ibiza presenta un régimen de vientos donde predominan los de componente oeste en invierno y en verano los de componente este; el predominio de vientos de levante en verano se debe a la tendencia a la formación de un centro de bajas presiones térmico sobre la península en estos meses; el resto del año, aunque la frecuencia de los vientos de componente este sigue siendo alta, éstos decrecen a favor de los vientos del oeste, que alcanzan su máximo en invierno; los vientos de otras direcciones son de menor importancia, excepto el SW o leveo en el aeropuerto, lo que puede ser atribuido en parte al efecto orográfico y en parte a las brisas de mar, principalmente los días de verano.

La mayor frecuencia de las calmas en Ibiza debe ser causada también por las diferencias en la superficie de la isla, cuando el enfriamiento nocturno de la isla confiere una gran estabilidad a las capas más bajas del aire, impidiendo así la transferencia vertical desde las capas más altas a las inferiores, que tienden a mantenerse en calma en la proximidad del suelo.

La velocidad media del viento a lo largo del año es de 15 km/h, oscilando de los 14 km/h de los flujos de verano y otoño a los 18 del invierno. Las rachas máximas superan a veces los 100 km/h, en la mayoría de los meses, con el mínimo en junio (76 km/h) y el máximo registrado en octubre (109 km/h).

La dirección de estos vientos fuertes es normalmente NW o W, aunque en verano pueden ser también del E, por la mayor frecuencia de los de esa dirección; los vientos fuertes del NE, como ocurre con el máximo registrado en diciembre, vienen movidos por un anticiclón instalado en Centroeuropa.

En el observatorio del aeropuerto de Es Codolar el viento más frecuente es el llebeig (21% de los días), seguido del levante (19%), poniente (12%), gregal (10%), tramontana (7%), mistral y chaleco (6%), y mediodía (4%). En verano, de mayo a octubre, aproximadamente un 75% de los días presenta un régimen local de brisas, que se produce por el calentamiento más rápido de la tierra que del mar; esto determina que, durante el día, el aire más caliente que está en contacto con la superficie de la isla, lo que provoca su ascensión; el espacio dejado por esta masa de aire calentada es ocupado por el aire situado sobre el mar, más templado; por la noche, el proceso se invierte.

El mecanismo de las brisas de mar es muy importante para la práctica de los deportes náuticos, puesto que garantiza un régimen de viento suave y constante, además de actuar también como mecanismo de refrigeración natural.

La insolación y la nubosidad; según los valores medios anuales registrados en el observatorio del aeropuerto de Es Codolar, la insolación es bastante elevada, 2.748,2 horas de sol, con valores máximos en verano, con el cielo despejado la mayor parte de los días; los días serenos son 99,1 y 224,9 los de nubarrones y claros (cifra esta magnificada por la hora en que se hace la grabación, a las 7 de la mañana) y sólo una media de 41 días al año son cubiertos.

La humedad es muy elevada todo el año, con una media de 71% de humedad relativa, oscilando del 75% de octubre a enero al 67% de julio; las oscilaciones diarias son inversas a las variaciones de temperatura, con valores de 60% en las horas centrales del día, con las máximas temperaturas, y en torno al 85% antes de la salida del sol, con las temperaturas mínimas. Aunque la niebla es infrecuente (1 o 2 días de media por mes), la serena o rocío puede darse en muchos días, sobre todo en lugares que le favorecen por las condiciones microclimáticas; contrastando con la frecuencia de la serena, los días de niebla son muy escasos, 9 días al año en el aeropuerto, pero es de notar que el número de días de helada o escarcha, es superior a los días con mínimos de temperatura igual o por debajo de 0¼ C; estas heladas son infrecuentes pero pueden ser muy negativas para la agricultura, particularmente cuando se suceden poco antes de la primavera, sobre todo si se ha dado una fase de altas temperaturas, que provoca la floración avanzada de los árboles y las plantas. (Ver Flora de Ibiza).

En resumen, el clima de Ibiza es, en general, mediterráneo puro, influido por las masas de aire polar marítimo (oceánico de latitudes medias altas), tropical marítimo (anticiclón de las Azores) y continental cálido (sahariano, muy seco); por el régimen de temperaturas y precipitaciones, según la clasificación de Koeppen, la mayor parte de la isla tendría un clima Csa, es decir, templado, de verano seco y cálido e inviernos suaves. Pero la distribución espacial de las temperaturas no se pone de manifiesto con los datos disponibles, puesto que las pequeñas diferencias mesoclimáticas quedan enmascaradas por las condiciones microclimáticas de las estaciones.

No existen estudios de microclima, pero de los datos disponibles puede deducirse que la orografía introduce considerables variaciones a escala microclimática, que se manifiestan sobre todo en las paredes rocosas orientadas al norte y en las fuentes de torrente. El efecto comienza por los distintos valores de radiación recibidos por la superficie según la pendiente y el aspecto, estas variaciones en el aporte de energía producen cambios significantes entre la temperatura del suelo y la del aire, que son progresivamente más importantes así como nos acercamos a la superficie; en correspondencia con estos cambios de radiación y la exposición a vientos locales, también la ratio de evaporación y el contenido de agua del suelo es modificada.

Además del efecto orográfico, la presencia de vegetación juega un papel fundamental para determinar el microclima, principalmente cuando constituye una formación de garriga o tiene techo arbóreo; los resultados son particularmente notables en los acantilados orientados hacia el norte y el fondo de canales y hacen posible unas inusuales condiciones de humedad en largos períodos de tiempo, en los que incluso durante el verano seco la serena moja la superficie del suelo en determinados lugares donde abundantes musgos y otras plantas higrófitas son testigo mudo de estas condiciones especiales.

Otro microclima que recientemente atrae la atención del científico es el clima urbano. En efecto, la ciudad es un medio modificador de los valores de los elementos meteorológicos, al crear unas condiciones climáticas particulares en su entorno.

La emisión de gases, industriales o de los vehículos altera la composición química del aire al inyectar partículas contaminantes en grandes proporciones; por otra parte, las dimensiones y fisonomía del área edificada causan variaciones en la dirección de los vientos, la humedad del aire, la recepción de insolación y, sobre todo, en las temperaturas.

El clima urbano es un clima local caracterizado por las diferencias que se registran en los valores de las variables atmosféricas en el interior de la ciudad, que supone contrastes significativos entre aquélla y el área rural periférica; el rasgo más característico es la formación de una "isla térmica" o "isla de calor urbano".

La edificación compacta de la ciudad de Ibiza incide fuertemente en el comportamiento climático de la ciudad; los materiales utilizados absorben más calor durante el día y lo liberan durante la noche, la disposición de las calles, sobre todo en ciertos sectores del ensanche, origina turbulencias, modificaciones en la dirección del viento e introduce variaciones térmicas, la intensidad del tráfico y las emisiones gaseosas aumentan la contaminación y, junto a la generación de calor por los sistemas de calefacción y refrigeración u otras actividades humanas, contribuyen al efecto invernadero, el drenaje de las aguas de lluvia es particularmente deficiente en caso de precipitaciones de media intensidad.

El interés del estudio del clima urbano es proporcionar información útil para la planificación de áreas edificadas y mejora de la eficacia energética de aparatos de calefacción y refrigeración, pero también para los cálculos de bienestar y confort humano.

(EEiF) Josep Antoni Prats Serra [JPS], Rosa Vallès Costa [RVC]
Imagen superior:
Anochecer entre islotes
Foto: Varios red


Vista de Dalt Vila, Ibiza

Vista de Dalt Vila, Ibiza
Foto: Varios red

Movimiento de nubes sobre es Vedrà y es Vedranell

Movimiento de nubes sobre es Vedrà y es Vedranell
Foto: Varios red

Imagen del paseo en San Antonio

Imagen del paseo en San Antonio
Foto: Varios red


Vista de una cala de Ibiza

Vista de una cala de Ibiza
Foto: Varios red

Salida del sol frente a es Vedrà

Salida del sol frente a es Vedrà
Foto: Varios red

Cielo nuboso al anochecer en el mar

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Foto: Varios red


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