Ses Feixes Ibiza (Eivissa)

Humedal de ses Feixes de Talamanca

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Portal en Ses Feixes, Ibiza (Eivissa)

Ses Feixes (I)

Ses Feixes constituyen la zona húmeda que ocupaba la mayor parte del marjal litoral des Pla de Vila, es decir, la antigua marisma que bordea la bahía de Ibiza, formada por aluviones marinos y fluviomarinos, con el nivel de inundación próximo al del mar, donde dominan los procesos de sedimentación, en un dinamismo muy intenso, que hace posible apreciar cambios en su forma y extensión en una escala de tiempo histórica.

Esta área fue tradicionalmente ganada para el cultivo intensivo de huerta, con una producción destinada a abarcar las necesidades de la ciudad; llegó a ocupar una extensión superior a los 600.000 metros cuadrados repartidos entre 146 parcelas agrícolas de forma regular alargada y superficie desigual, siempre reducida. Una red geométrica de canales excavados perpendicularmente a la costa, las acequias, hacían de deslinde y servían de drenaje; el único acceso a cada parcela era el típico portal de feixa encalado, hecho de obra y cerrado con una verja de madera.

Ses Feixes se distribuían en dos sectores de extensión equivalente. Al oeste, es Prat de Vila, dentro del municipio de Ibiza, lindaba con el puerto y con la ciudad por el llamado es Pratet; ocupaba 306.000 metros cuadrados divididos en ochenta y cuatro parcelas y contaba con una red de acequias de 17.240 metros lineales. Al este, es Prat de ses Monges, situado entre la bahía de Ibiza y la playa de Talamanca, se reparte entre los municipios de Ibiza y Santa Eulalia; ocupaba 307.000 metros cuadrados y el número de bancales era de sesenta y uno, con 14.500 metros de longitud en la red de acequias.

Al comenzar el s XXI el primer sector prácticamente ha desaparecido; el resto se encuentra muy deteriorado y gravemente amenazado de destrucción por la presión urbanística; todo esto hace urgente la aplicación de un plan de gestión ambiental con la correspondiente auditoría.

El paisaje natural
El pla de Vila está limitado al nordeste por el conjunto de montes que culminan en sa Talaia de Jesús y llegan hasta cap Martinet y, al noroeste, por los últimos estribos de las sierras de San José que dominan la ciudad de Ibiza, como los montes Negre, Palau des Cónsul, de la Grana, o la sserra Grossa; la erosión de los montes, donde predominan las calizas del secundario, es favorecida por las lluvias de tormenta, que arrastran gran cantidad de materiales hacia la bahía, donde se han acumulado formaciones de limos rojos, aluviones y dunas fósiles o arenisca; unos pocos cientos de metros al norte de la antigua línea de costa, la pequeña elevación del puig den Valls presenta materiales de arrastre y limos calcificados cubiertos de costra caliza.

El estudio de fósiles marinos ha permitido señalar que el perfil costero de las Pitiusas durante el pleistoceno superior, ha debido de ser muy similar a la actual, mientras que durante el pleistoceno inferior las áreas superficiales de la isla debían quedar limitadas a las zonas de más de 50 m de altitud; durante las dos últimas glaciaciones Pleistoceno (Riss y Würm), el mar bajó 100 m en relación al nivel actual, por lo que Ibiza y Formentera quedaron unidas, lo que facilitó la dispersión de su fauna y flora terrestre; el geólogo Joan Cuerda Barceló ha podido estudiar la fauna marina de algunos yacimientos fosilíferos del cuaternario, correspondiente en todos ellos a una especie estrictamente litoral, representativa, por tanto, del nivel máximo alcanzado por el mar durante el pleistoceno, y ha identificado en la playa de Talamanca sedimentos de color amarillo rojizo, alternando los de origen terrestre y los de origen marino, constituidos en la base por una capa de un medio metro de arenas limosas compactas cubiertas por una fina costra caliza rosada, sobre otra de un metro de arenas limosas que contienen helicidae terrestres, detritus y fragmentos de conchas de moluscos marinos, y finalmente, a sólo un metro bajo el nivel del mar, una fina capa de arena limosa medio cimentada con contenido de fauna marina limitada en especies, con Trunculariopsis trunculus (la predominante), Thericium vulgatum y Thais haemastoma, pertenecientes estrictamente a una especie litoral de fondo rocoso; el hecho de que estos fósiles estén todos en estado fragmentario lleva a la conclusión de que son especímenes redondeados que corresponden al estadio final de una playa.

Sedimentos similares a estos últimos se extienden entre la playa de Talamanca y el puerto de Ibiza; corresponden al Pleistoceno superior y contienen algunas especies termófilas características del último periodo interglacial, en la actualidad extinguidas en nuestras islas, como la interesante especie Melania tuberculata, nativa de lagoons, o lagunas litorales someras entre un arrecife barrera y el litoral, de clima más cálido que el actual, a baja altitud (+1,5 m). Más adelante, los trabajos de prospección geoarqueológica de H. Schulz y G. Maas-Lindemann han permitido el trazado de la hipotética línea de costa holocénica de la bahía de Ibiza.

Los humedales litorales del pla de Vila, como lugar de encuentro de ecosistemas terrestres, acuáticos y marinos, presentaban una singular riqueza biológica, como todavía hace poco se podía observar en el llamado es Prat, franja de entre cincuenta y cien metros de ancho y una extensión de unas diez hectáreas, que se extendía paralelamente a la ribera norte de la bahía de Ibiza, a lo largo de unos mil trescientos metros de longitud, uniendo los dos sectores de cultivo de ses Feixes; es Prat y su frente marítimo, sa Barra, han sido urbanizados con nefastas consecuencias para la seguridad del puerto, y esto ha hecho necesarias nuevas obras de protección.

La formación de la marisma ha sido a partir de los limos y fangos depositados por el mar en los lugares de aguas tranquilas, a los que se añadían los aluviones aportados por los numerosos torrentes y corrientes subterráneas; poco a poco, la aparición de comunidades vegetales favorecieron el retroceso del mar, y las entradas de agua dulce o salada condicionaban variaciones de salinidad, con los cambios consiguientes de las comunidades de zooplancton.

El frente marítimo sería un prado salado, formado por lutitas finas poco consolidadas y recubierto por un herbazal halófilo; gradualmente, sobre los suelos salados arcillosos se establecieron otras comunidades de plantas halófilas como Arthrocnemum, Salicornia, Halimione y otros; en los marjales la vegetación estaría dominada por diversas especies de juncos, dependiendo de la salinidad de las aguas; y más en el interior se desarrollaron los cañaverales de carrizo.

Poco a poco, la marisma quedó transformado en unas Salelles que, con un esfuerzo humano para eliminar el agua salobre, quedaron aptos para ser sembradas, ya convertidas en bancales.

Pero esta zona húmeda era también un medio de desarrollo de mosquitos, principales transmisores del agente causante del paludismo, enfermedad que fue un verdadero azote para los ibicencos hasta entrado el siglo XX, como estudió el médico Enrique Fajarnés Tur.

Ses Feixes, Ibiza (Eivissa). Portal y casa en el humedal

Ses Feixes (II)

El centro de la bahía de Ibiza es ocupado por unos islotes, s'illa Plana y s'illa Grossa o den Valarino (que, según Artur Pérez Cabrero, son las denominadas por los clásicos Tricuadra o des Conills, lrespectivamente) y es Botafoc, además de otros pequeños escollos que en conjunto contribuían al abrigo del puerto de Eivisssa y favorecían los depósitos de lodos y limos, sobre todo a poniente, por donde nacerían las primeras terrazas, llamadas es prat de Vila.

Es interesante la información que da el padre Cayetano de Mallorca (Deià y Tortella, Antoni) en la Resumpta Historica, Corographica y Coronologica de 1751; después de hablar de las características y de la seguridad del puerto, dice que "Por la parte de mistral y tramontana desaguan algunas acequias del prado vecino, que con el depósito que allí hacen las arenas y los posos que dejan los arroyos hacen inútil aquel lugar para el anclaje. Las dos islas mencionadas (sa Grossa y sa Plana o des Conills, según otros) son lugar de especial recreo para los habitantes y vecinos; tendrán ambas una milla de longitud; de fácil vado, ya que la mayor profundidad de agua llega a la cintura, y a corta distancia de la isla principal (...) Se puede conseguir en estas islas, con toda seguridad, la diversión de la pesca y el ejercicio de la caza. Abunda en este puerto mucho pescado y muy sabroso ".

La unión natural, mediante un tómbola, de s'illa Plana con la principal no tendría lugar hasta avanzado el siglo XIX, como documentan los planos y croquis disponibles y, finalmente, la ingeniería moderna unió el resto de los islotes mediante diques al llwevarse a cabo las obras del puerto diseñadas para Emili Pou en 1882; levante quedaba protegida la playa de Talamanca, con los bancales del prat de ses Monges al abrigo, mientras que el mar rompía en la parte de costa, más profunda, de la punta Andreus y cap Martinet. Antoni Costa Ramon hizo una interesante relación entre el avance de la línea de costa y el trazado y evolución de los antiguos caminos que, saliendo de la ciudad hacia San Antonio, Jesús y Santa Eulalia (camino real), Talamanca y cap Martinet, rodean la bahía de Ibiza.

El paisaje cultural: nacimiento y desarrollo de ses Feixes
El marjal convertido en los huertos de ses Feixes es un magnífico ejemplo de cómo la interacción respetuosa entre hombre y naturaleza fue capaz de producir un paisaje de gran valor cultural. La situación privilegiada del área húmeda de la bahía de Ibiza ha hecho que sirva desde la antigüedad como puerto natural, además de ser un área aprovechada tradicionalmente por el hombre mediante técnicas de caza, pesca y recolección. La presencia humana en la bahía de Ibiza está documentada en textos clásicos desde la época fenicia, y arqueológicamente al pla y Puig de Vila, Puig des Molins, s'illa Plana y es Botafoc, Puig d'en Valls y de ses torres, con indicios de una intensa actividad industrial y portuaria en época púnica y romana; según G. Maas-Lindemann, las zonas más cercanas a la playa se ocuparon a partir de los siglos III y II aC ya de manera continuada.

Pero las primeras terrazas son posiblemente de Isidor Macabich Llobet de un registro de propiedad de 1396 donde se transcribe una en Talamanca de Ramon Avinyó limitada por acequias, y unas feixes den Eras (sic) en el sector de vila, propiedad de Bernat Strany, que presenta una escritura de un siglo de antigüedad pero que no señala la presencia de acequias; sin embargo, ya que las acequias y bancales del prat de Vila son anteriores a las del prat de ses Monges de Talamanca, está claro que si hay documentadas en el segundo sector, tenía que haber también al primero, y aún de más antiguas, y precisamente a los musulmanes se debe la gran tradición de ingeniería hidráulica tradicional.

La gran expansión de los bancales con riego subterráneo no debió desarrollarse hasta finales del siglo XVIII, con avances importantes en la segunda mitad del XIX; un plano de 1738 del ingeniero Joan Ballester, Plaza de Iviza y sus alrededores, muestra el acondicionamiento agrario de los bancales del prat de Vila, que ocupaban una extensión poco superior a una hectárea, con una superficie mayor de marjal o marisma, espacio que debía ser considerado como prolongación y área de uso por parte de las propiedades que hacían deslinde, como muestra Antoni Costa Ramon al reproducir parte de una descripción de 1743 de la finca del Gorg, entonces propiedad de los jesuitas, que dice así : "... incluye dicha heredad un trozo de marjal o prado, cerrado con acequias; parte de él está cultivado, la mayor parte no sirve de pasto para el ganado mayor y menor ", y continúa:" esta heredad confronta por levante con el mar; por mediodía con el huerto y marjal de Bernat Tur Calafat, dicho casa Glaud; por poniente con el camino real; por el norte con el huerto y marjal de los herederos de (?), dicho puig de Valls ".

Aunque a mediados del siglo XX los propietarios de las fincas de Can Batlet, can Tinet, can Murtera, ca na Glaud, es Gorg y es Puig d'en Valls, los límites divisorios entre los que coinciden con las acequias principales del prat de Vila, cobraban censos enfitéuticos los pequeños propietarios cultivadores de los bancales. Son los años dorados de un sistema de regadío único en el Mediterráneo y en el mundo, que hace de ses Feixes un paisaje cultural de gran valor, que podría ser recuperable gracias a las nuevas tecnologías y en la pervivencia de algunos feixers. Según George M. Foster, un antropólogo estadounidense que las estudió en 1950, ses Feixes son únicas y no se parecen a ningún otro sistema de cultivo en áreas húmedas lacustres o de marisma.
Portal en Ses Feixes (Foto: Vicent Planells) Portal con payesa en Ses Feixes (Foto: Pintura de Vicent Planells) Foto y pintura de Vicent Planells (I) - (II) - (III) - (IV)

Ses Feixes, Ibiza (Eivissa). Vista terreno del humedal

Ses Feixes (III)

Es un inteligente sistema de cultivo que aprovechaba unos suelos potencialmente fértiles y la abundancia de agua dulce casi a flor de tierra en un curioso sistema de riego por capilaridad, gracias a la red de acequias que recogía las aguas dulces subterráneas que manaban en algunos puntos y las de canalización de los torrentes que desembocan en la bahía de Ibiza, al tiempo que drenaban el terreno dirigiendo el excedente de agua al mar; las acequias tenían entre un metro y medio y tres de ancho y un metro de profundidad y su fondo quedaba siempre por debajo del nivel de mar.

El nivel de agua dulce era mantenido siempre superior al nivel del mar y bien derramaba directamente a la bahía o era regulado mediante unas compuertas de madera, generalmente de pino. En tiempo de lluvias, cuando la infiltración amenazaba inundar los bancales, las compuertas se abrían para dejar salir el exceso de agua, que vertía en la bahía evitando la inundación de los campos, pero permanecían cerradas en tiempo seco a fin de mantener el nivel de agua de las acequias y el acuífero de las tierras a la altura deseada.
El período más crítico era cuando las marejadas altas acompañadas de viento de levante o mediodía introducían agua marina en las acequias; entonces, cerrando las compuertas se reducía el peligro, pero generalmente los bancales más próximos al mar sufrían la infiltración de agua marina, sin otro remedio que la limpieza lenta y natural por la lluvia y que el agua dulce subterránea acabara con la salinización.

En el sector del prat de Villa la conducción de las aguas sobrantes al mar se hacía mediante una acequia transversal que, bordeando la bahía por el oeste, corría paralela al antiguo camino de s'Empedrat, después carretera de San Juan; los puntos donde confluían perpendicularmente las acequias longitudinales, éstas se hacían más estrechas para alojar las respectivas compuertas; el canal, que iba por la parte interior de la calzada, estaba cruzado en cortos intervalos por pequeños puentes, la mayoría de ellos cerrados por un rústico portal de bancal, entrada distintiva de estos huertos.

El agua dulce estacionada en las acequias les daba una humedad permanente que hacía posible el cultivo hortícola todo el año; el riego se realizaba por endosmosis; el agua dulce se infiltraba en el subsuelo de los bancales hasta una distancia de varios metros y era repartida por toda la superficie de la terraza mediante un sistema de canales subterráneos perpendiculares a las acequias, las fibles, conectadas con ellas a cielo abierto, a unos 20 o 30 centímetros de su fondo.

El sistema de cultivo de ses Feixes, con su red de acequias y fibles, muestra un elevado conocimiento de ingeniería hidráulica por parte de la agricultura tradicional ibicenca. Un bancal típico observada por Foster, medía 42 pasos por 102, con el eje mayor mirando hacia el mar, estaba todo recorrido longitudinalmente por una aguijón y tenía otros ocho transversales, uno cada 42 pasos.

Las acequias aislaban las parcelas agrícolas de los caminos, al tiempo que las separaban de las explotaciones vecinas; por la parte posterior de cada bancal, excepto las más interiores, una tercera acequia unía las otras dos. No había muros de contención, pero a lo largo de los canales se plantaban cepas bajas de uva, cuyas raíces ayudaban a contener y consolidar el suelo. El parcelario muestra una multitud de pequeños bancales alargados, limitados a ambos lados por acequias excavadas perpendicularmente a la bahía y espaciadas a distancias que oscilaban entre unos veinte y unos cincuenta pasos, entre unos 15 y unos 35 metros.

El campo de cultivo quedaba así dividido en secciones geométricas rectangulares, con unas dimensiones medias de 15 a 35 metros de ancho por 70 a 80 de largo; sobre él se colocaba la tierra obtenida en la excavación; este suelo de cultivo quedaba un medio metro por encima del nivel del agua de las acequias y, de este modo, las raíces de las plantas absorbían directamente la humedad del subsuelo.

El cultivo era intensivo, con utilización de la cantera. En un policultivo típico del sistema agrario tradicional ibicenco, en una misma explotación de obtenía toda clase de hortalizas y verduras, pero pocas frutas. Podían practicarse varias rotaciones, por lo que al menos una parte de la terraza estaba en cultivo continuo; el sistema obligaba a aplicar gran cantidad de abono animal o heces, que daba a la tierra un color negruzco. Los útiles empleados eran muy sencillos, la azada ancha para preparar la tierra para la siembra, el azadón, un gancho de dos dientes con un mango de un metro para arrancar el boniato y la hoz dentada para cortar la alfalfa.

Los bancales eran trabajados bien por aparceros, bien por jornaleros o en régimen de explotación directa por parte de pequeños propietarios. Las dimensiones medias de la propiedad eran de 3.640 metros en el prat de Villa y un poco más en el prat de ses Monges; en el primer sector, la parcela más pequeña y más grande no llegaban, respectivamente, a mil metros la menor y diez mil metros cuadrados la mayor. Los derechos de cada propietario se extendían hasta la mitad de las acequias que hacían de límite, repartiéndose los depósitos acuáticos obtenidos de la limpieza periódica de los canales, a fin de utilizarlos como abono.

La acción antrópica negativa y los planteamientos correctivos
A partir de los años sesenta del siglo XX Ibiza vive el colapso del modo de vivir tradicional y entra de lleno en el modelo capitalista liberal, guiado por la ley del máximo beneficio. El abandono de las actividades tradicionales y la dedicación mayoritaria a un turismo masivo lleva a una especulación asociada al turismo, con un buen número de actividades humanas que han supuesto la degradación progresiva de la zona húmeda de la bahía, han tenido también un grave impacto sobre ses Feixes, convertidas en paradigma de los desastres paisajísticos y ecológicos a que se ven sometidas las zonas húmedas litorales.

El grado de amenaza de destrucción es muy alto, con el resultado de mostrar un espacio desordenado en el que se mezclan, inarmónicamente, edificios modernos con restos de la antigua marisma y su sistema de canales; los efectos son salinización de las aguas, vertidos ilegales, contaminación de todo tipo y conversión en depuradoras de aguas residuales y desecación para la construcción de viviendas, puertos deportivos e infraestructuras.

La conservación de las únicas zonas húmedas de Ibiza y Formentera, Salinas y ses Feixes, es esencial para el equilibrio ecológico de estas islas; ambas combinan valores naturales, históricos, etnológicos y culturales de características singulares, además de estar parcialmente incluidas en el Convenio de Ramsar, o lista de humedales de importancia internacional por su importancia para las aves migratorias.

Rosa Vallès Costa [RVC]
Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera



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