Púnicos / Cartagineses en Ibiza

Historia de Ibiza: Época Púnica-Cartaginesa

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Figuras de terracota

Púnicos / Cartagineses (I)

La colonización púnica (530-425 aC)
A partir del último tercio del siglo VI aC el registro arqueológico evidencia una serie de cambios, documentados en particular en la necrópolis del Puig des Molins, que demuestran un gran trastorno de la colonia ebusitana: cambios en el ritual funerario, cambios en la cultura material, inicio de una producción propia de la isla y crecimiento demográfico, son los síntomas principales.

El rito de la inhumación de los cadáveres aparece documentado por primera vez hacia 530 aC y rápidamente se convertirá en mayoritario, aunque la cremación, si bien de manera cada vez más residual, perdurará durante un tiempo. Este cambio en el ritual venderá acompañado de la introducción de un nuevo tipo de sepultura, el hipogeo, formado por un pozo rectangular de acceso y una cámara cuadrangular excavada en el interior de la roca, y de un cambio en el ornamento del cadáver y de los ajuares funerarios, que traslucen una notable evolución de la ideología funeraria. Sin embargo, algunos tipos conocidos de antes, como las fosas rectangulares talladas en la roca, con escalones laterales o sin, siguen utilizándose durante algún tiempo.

Los hipogeos más antiguos fueron documentarse a la excavación del solar núm. 10-12 de la calle de León, en 1984. Se trataba de un grupo de al menos seis sepulturas caracterizadas por sus grandes dimensiones, la verticalidad y la cuidada talla de sus paredes, su orientación constante EW y algunos rasgos morfológicos característicos, que no se encuentran en los restantes hipogeos de la necrópolis, como por la existencia de pequeños huecos excavados en los laterales de los pozos para facilitar su descenso y la menor anchura de la puerta de acceso a la cámara respecto al pozo.

Aunque alguno había sido reutilizado en época posterior y que la mayoría estaban revueltos y saqueados, el hallazgo de una cámara intacta y otros indicios hacen creer que cada cámara se realizaba un solo entierro con poco ajuar, si bien en un caso se depositó el entierro de un niño en el pozo, acompañado de varios elementos suntuarios.

El cambio en el ritual funerario y en el tipo de sepultura se completa con un cambio en los ajuares, especialmente ya a partir del siglo V, cuando se generaliza la inhumación y junto a los difuntos se depositan varios vasijas cerámicas para contener líquidos y sólidos; los cadáveres son adornados con joyas de oro y de plata y collares de cuentas de piedras duras y pasta vítrea, y protegidos en su traspaso al más allá con amuletos y escarabeos. El ceremonial funerario comportaba complejos ritos de enterramiento, con música, ofrendas y libaciones; y la cámara funeraria era adornada con elementos como los bustos, las máscaras y las figuras de terracota.
Asimismo, a partir del siglo V aC comienzan a utilizarse los sarcófagos de piedra arenisca local y las cámaras, aunque en algún caso contenían un solo entierro, se convierten en sepulturas colectivas, con dos, tres y cuatro sarcófagos, y en algún caso excepcional aún más.

Otra novedad destacable de final siglo VI aC es la entrada en funcionamiento de un santuario sobre s'Illa Plana, que, según estudios geológicos, entonces estaba todavía unida a la isla Grossa, formando una única gran isla en el centro de la bahía. Existe la posibilidad de que el inicio del culto pudiera remontarse a unos años antes, pero no hay duda de que ahora conocerá su etapa más importante documentada por unos exvotos y otros elementos de iconografía y tradición completamente púnicas.

Otro posible lugar de culto contemporáneo podría haberse instalado en tierra firme, arriba el Puig den Valls, donde las excavaciones de la Societat Arqueológica Ebusitana permitieron recuperar un buen número de fragmentos de terracotas y de elementos cultuales del período arcaico.

Por otra parte, la explotación de los recursos agrícolas parece seguir creciendo poco a poco, aunque sin rebasar aún el marco de los planes del entorno de la ciudad, tal como lo muestran las aún discretas exportaciones. Los obradores ibicencos empezaron a producir una ánfora, morfológicamente derivada de las viejas ánforas fenicias, que se exportó, aunque en pequeñas cantidades, al levante peninsular, a Empúries y a Baleares.

Sin descartar precedentes anteriores, es ahora cuando por primera vez se documentan evidencias de intercambios entre Ibiza y las comunidades talayóticas de Mallorca y Menorca, con las que se abrieron unas relaciones que fueron bastante intensas en los siglos siguientes; en Mallorca, durante este periodo hasta el siglo IV aC, las importaciones ebusitanas parece que se canalizaban, al menos en buena parte, a través del importante establecimiento indígena del Puig de sa Morisca, en la costa de Calvià.

Otro síntoma del desarrollo local de finales del siglo VI y el inicio del V es la fabricación local de una ánfora que reproduce el perfil de modelos griegos corintios y massaliotes. Se trata de una producción muy reducida, dado el pequeño número de ejemplares conocidos, de la que no se tiene constancia de que se exportara fuera de la isla, pero que podría haber sido destinada a contener vinos isleños, destinados al consumo de la élite local, y por ello se envasaba en un recipiente que con su forma evocaba otros vinos más preciados de origen foráneo.

A consecuencia de este desarrollo de la producción local, desde finales del siglo VI aC o el inicio del V aC, comenzó a funcionar una importante zona artesanal, ubicada extramuros de la ciudad, al pie de la necrópolis y, por tanto, muy cerca de la antigua línea de costa, donde se concentraban las diversas alfarerías que proveían de envases cerámicos tanto para el consumo interno como para la exportación, dado que hasta época muy tardía no está documentada la existencia de obradores fuera del área de influencia urbana.
No conocemos las características ni la extensión de este sector de talleres en esta etapa inicial, pero su crecimiento será constante, en consonancia con el ritmo de crecimiento de la ciudad, y en los siglos siguientes alcanzará una extensión considerable.

La producción local de cerámica de este periodo se caracteriza por reproducir fielmente las formas más características de los modelos púnicos del Mediterráneo central (N de África, Sicilia occidental y Cerdeña), hasta el punto de que algún investigador ha planteado la llegada de artesanos de aquella procedencia a Ibiza.

Conjunto de varias figuras de terracota Pero si hasta ahora no hay ninguna evidencia de explotaciones agrícolas fuera de las páginas de los alrededores de la ciudad, el siglo V aC ya hay testimonio de los primeros establecimientos alejados del entorno urbano. Se trata de un pequeño número de piezas de cronología elevada procedentes de antiguos hallazgos no muy bien documentados. Puede mencionarse un Lecite ático de figuras negras, fechado el segundo cuarto del siglo V aC, que procede de Santa Eulalia; un quemaperfumes de bronce de la necrópolis de Sa Barda (San Agustín) que como mucho se debe fechar en el siglo VI aC, y también algunas piezas de cerámica de esta misma necrópolis que son de finales del siglo VI o de las primeras décadas del V aC. El lote es pequeño, pero suficiente para plantear que los primeros grupos campesinos establecidos en la campiña deberían fecharse al menos en la primera mitad, o a mediados como mucho, siglo V aC.

Sin embargo, la presencia de objetos preciados como el Lecite y el quemaperfumes, podrían sugerir la vinculación de estos primeros establecimientos campesinos con miembros de buena posición de la sociedad local, lo que podría interpretarse como síntoma de que la oligarquía local quizás empezaba a incrementar su poder mediante la posesión y explotación del territorio de la isla. El Lecite de figuras negras de Santa Eulalia, junto con algunos otros ejemplares análogos del Puig des Molins son testimonio de las relaciones con la ciudad focea de Empúries.

También, el descubrimiento de un barco fenicio del siglo V hundido cerca de Tagomago con un cargamento de ánforas de salazones del litoral del sur de la península, muestra que Ibiza se convirtió en un punto activo en la distribución por Occidente de algunos productos preciados, de gran importancia económica en aquel tiempo, como eran los aceites perfumados griegos y salazones fenicioocidentales, que en aquella época alcanzaron gran fama, y ​​se exportaron a Cartago y a Grecia.

Hay cierta unanimidad entre los investigadores para aceptar que los cambios acaecidos a partir del último tercio del siglo VI aC se explican, al menos en buena parte, por una entrada de Ibiza en la esfera de influencia de Cartago. Esta fundación norteafricana durante el siglo VI consigue hacerse con el control de las redes fenicias del Mediterráneo central y occidental, lo que le permitiría ejercer un creciente liderazgo sobre los otros centros fenicios, sobre todo de los norteafricanos, sicilianos y sardos, tal y como queda evidenciado en el primer tratado que Cartago firma con Roma en 509 aC.

Efectivamente, si durante la primera mitad del siglo VI Ibiza había consolidado su integración en un importante circuito comercial que abarcaba todo el Mediterráneo central y occidental, cuando este circuito queda bajo control cartaginés, la isla no podía quedar al margen de sus intereses. Sin embargo, en Ibiza los cambios acontecidos son demasiado profundos para atribuirse sólo a una influencia cultural, económica y política. La explicación más adecuada parece que es considerar también la llegada de nuevos grupos de población.

Efectivamente, parece razonable ver en el grupo que se enterraba en los hipogeos de la calle de León un grupo diferenciado del resto de la población, que se inhuma agrupando los enterramientos en un lugar concreto, periférico en el cementerio fenicio de sepulturas de cremación, lo que hace verosímil verlos como unos recién llegados. Por otra parte, la construcción de tumbas de tanta envergadura, así como los ajuares recuperados, aunque no sean excesivamente abundantes, ponen de manifiesto que las personas que se enterraron debían disfrutar de un estatus elevado. Esto concuerda con algunas referencias de las fuentes escritas sobre empresas coloniales desarrolladas por los cartagineses, en especial con las que transmite Aristóteles, en su tratado sobre Política, que dice que Cartago enviaba a sus ciudadanos a enriquecerse a las colonias y que de así la ciudad solucionaba sus problemas demográficos y sociales.

Pero la evidencia más clara de nuevo poblamiento en la isla es el crecimiento demográfico que se manifiesta durante la primera mitad del siglo V aC y que se intensifica de pronto a mediados de siglo. Esto se observa perfectamente en el registro de la necrópolis del Puig des Molins, evaluando el número de hipogeos y, mediante cálculos estadísticos adecuados, traduciéndolo en la cifra estimada del grupo de población que hacía uso de estas sepulturas. Esto, aunque las cantidades son bastante estimativas, a partir de la muestra de tumbas excavadas por Carles Roman entre 1921 y 1929, los datos permiten evaluar los hipogeos abiertos entre el final del siglo VI y la primera mitad del V aC en un 10 -12% del total del yacimiento, lo que supondría una cifra aproximada de entre 500 y 650 habitantes.

Pero resulta que el 88-90% de hipogeos restante fue abierto en el periodo de un siglo, entre mediados del siglo V y mediados IV aC, lo que supone que el grupo de población que se enterraba en hipogeos durante este periodo ser de unas 3500-3600 personas. Teniendo en cuenta que existían otros tipos de enterramiento, una cifra cercana a los 5.000 habitantes para la ciudad a principios del siglo IV aC no parece demasiado exagerada.

Figura de animal con ánforas

Púnicos / Cartagineses (II)

Lo más importante de todo esto es que a partir de mediados del siglo V se deduce que hay un aumento demográfico repentino que supone que la población aumente en pocas generaciones unas seis veces, lo que, evidentemente, no admite ser explicado por el crecimiento vegetativo de la propia población. La existencia de una ola de colonización cartaginesa, posterior al establecimiento inicial de los fenicios, podría explicar el calificativo de "colonia de los cartagineses" que le da Timeo y nos ha transmitido Diodoro, el cual parece corresponder bien a la situación del isla en el tiempo del historiador de Taormina.

Este importante crecimiento demográfico, pero, conllevó dos hechos fundamentales: por un lado, el crecimiento del establecimiento de la bahía de Ibiza, que ahora se convertirá en un importante centro urbano, con una población de unos pocos miles de habitantes; por otro, la necesidad de incrementar la producción, lo que condujo a la definitiva ocupación de todo el territorio de la isla para explotar todos los recursos.

Formación y desarrollo de la sociedad punicoebusitana (425-275 aC)
Todo el proceso desarrollado durante la época arcaica tendrá como consecuencia la génesis de una formación social púnica ibicenca singular, históricamente diferenciada del resto de sociedades que también formaban parte del mundo púnico, que convencionalmente es llamada sociedad punicoebusitana. Para completar su formación, la única condición que faltaba era la consolidación de una capacidad productiva propia, no sólo para la autosubsistencia de su población, sino para garantizar su independencia económica.
Es a partir de final siglo V aC cuando, paralelamente al crecimiento de la ciudad y de la población urbana, culminará el proceso de ocupación de la isla, ya que se incrementan las evidencias de establecimientos campesinos, tanto en el el entorno inmediato de la ciudad como en el resto del territorio. Esto permite plantear que ahora ya no se trataba de iniciativas aisladas como las de antes, sino de un fenómeno de amplio alcance que puede ser considerado como una colonización territorial que desarrolló de manera relativamente rápida, porque hacia el 350 / 325 aC ya estaba suficientemente cumplida; pero no desarrollarse como una irradiación progresiva, que fue expandiéndose en círculos concéntricos desde la ciudad como epicentro.

Aunque este proceso de ocupación territorial aún no ha sido bien estudiado, parece que más bien fue producto de una selección consciente de las mejores áreas productivas, ya que los primeros establecimientos fueron en las llanuras y los valles más fértiles, el resto del territorio se ocupó a medida que se incrementaba el poblamiento y se necesitaba aumentar la producción.

Con el establecimiento de esta red cada vez más espesa de establecimientos rurales encargados de la explotación directa de los recursos de la isla, se establece un patrón de asentamiento que, sin cambios importantes, se ha mantenido hasta la época contemporánea: Un único núcleo urbano -donde se concentran el gobierno, la administración, la actividad comercial y el artesanal- y el resto del poblamiento disperso por todo el territorio insular, en pequeñas unidades de hábitat y producción. Ciudad y territorio se convierten, pues, dos esferas socioeconómicas diferenciadas pero perfectamente complementarias, cara y cruz de una misma moneda, forman una unidad territorial y política, los límites de la que quedan drásticamente definidos por la insularidad.

No se conocen los rasgos de estos establecimientos campesinos punicoebusitanos, dado que de ninguno de ellos se han descubierto restos constructivos. Todos son conocidos, exclusivamente, a partir de necrópolis, generalmente pequeños cementerios donde se reúnen un bajo número de tumbas, a menudo hipogeos como los de la necrópolis urbana, pero donde también abundan las fosas abiertas en la tierra, a veces con un sarcófago de piedra arenisca dentro, conteniendo varios enterramientos.

Las necrópolis más conocidas con materiales datables entre aproximadamente el 400 y el 350/325 aC son sa Barda, es Cap des Salt, can Fraile Verd, can Vicent Jeroni (cala Tarida), can Berri de'n Sargent (cala Vedella), can Toni de Tomás, can Curt (San Agustín), can Rocas, ses Pallisses de Cala d'Hort (can Sorá), can Pep den Curt (coll de Cala d'Hort), cas Vildo, ca na Jondala- can Joanet, ca n'Úrsul, can Cardona y can Sala en el término municipal de San José; can Pere Catalá en el de San Juan Bautista; can Marinas, can Vic, ca na Polla y ses Torres (Talamanca) en el de Santa Eulalia del Río. Hay muchas más menos conocidas y, de entre todas, destacan la de can Sorá y la de ses Torres por su elevado número de hipogeos.
Pero, en general, estos cementerios sugieren que se trataba de pequeños grupos, posiblemente de carácter familiar, formados por ciudadanos libres, dado que no hay argumentos de peso para defender un estatus servil de estos individuos, culturalmente púnicos.

En el pla de Vila, como es lógico, se multiplican también las evidencias de explotación en este periodo, sobre todo a partir de diversos hallazgos fortuitos con motivo de la urbanización de esta zona; destaca el descubrimiento de varios pozos para llegar a la capa de aguas freáticas del subsuelo, los cuales fueron amortizados con desechos y escombros domésticas: sa Joveria, del último cuarto del siglo V aC; es Palmer, de la misma cronología y es Rafal, de finales del siglo V-inicio del IV aC. El relleno de estos pozos pone en evidencia la existencia de una infraestructura para aprovechar el acuífero freático que en aquellas fechas es definitivamente amortizada, tal vez con motivo de una reestructuración de la explotación de este espacio agrario para adaptarse a las nuevas necesidades de una población que durante el siglo quinto había sufrido un considerable crecimiento.

Por otra parte, el hecho de que el relleno se realice con basura y desechos domésticos indica la probable existencia de varias viviendas en el área y, por tanto, que durante la segunda mitad del siglo V la explotación de esta zona ya no la realizaban los campesinos que habitaban en la ciudad, sino habitantes de establecimientos extramuros, situados cerca de los campos de cultivo.

El estudio de los restos faunísticos del pozo de sa Joveria muestra la presencia de cerdos, ovejas y / o cabras, bueyes y un équido, que ponen de manifiesto la práctica de una ganadería no comercial, destinada a abastecer de carne, leche y derivados, lana, piel, grasa, y fuerza de trabajo a los pobladores.

Figura de la Diosa Tanit Las cerámicas encontradas en estos yacimientos muestran también un buen nivel de vida, ya que junto a una mayoritaria presencia de vajilla y ánforas de producción local, se documentan importaciones de ánforas ibéricas, fenicias del área del estrecho de Gibraltar que contenían salazones de pescado, griegas que contenían vino de Corinto, etc.

Paralelamente a esta extensión de las explotaciones agrícolas por toda la isla, en este periodo se incrementan las exportaciones de ánforas ibicencas, si bien siempre dentro del mismo ámbito geográfico de Baleares, el levante peninsular y Catalunya.

Parece evidente, por tanto, que ambos hechos están estrechamente relacionados y que deben interpretarse como que, definitivamente, Ibiza se había vuelto productora y exportadora de sus propios productos, así como centro redistribuidor de los de otra procedencia.

Un testigo de la importancia del comercio de productos griegos en el Mediterráneo occidental durante la primera mitad del siglo IV aC es el pecio del Sec, correspondiente a un barco que se hundió en la bahía de Palma de Mallorca en una fecha situable entre el 375 y el 350 aC, aproximadamente, posiblemente a causa de un incendio a bordo de la nave cuando se dirigía a la costa peninsular, posiblemente hacia el sE. El barco transportaba un cargamento de ánforas de vino de diversas procedencias (Samos, Corinto, Sicilia, entre otros), algunas ánforas púnicas norteafricanas e ibicencas, y un lote de molinos de piedra, completado con vajilla ática de barniz negro y de figuras rojas, y otros productos como calderos de cobre e incluso cepas de viña. Varios elementos de juicio, entre los que hay sobre todo la propia composición del cargamento y de otros como los grafitos púnicos sobre cerámica ática, inducen a creer que se trataba de una nave púnica y que el flete bien podría tener como puerto de origen el de la propia Cartago o, más probablemente, algún puerto siciliano. En cualquier caso, este yacimiento es un testigo como la comercialización de productos griegos en Occidente estaba en buena parte en manos púnicas y que el puerto de Ibiza era escala habitual en la ruta desde el norte de África y Sicilia hacia las costas peninsulares .

El desarrollo de la sociedad punicoebusitana conlleva también un crecimiento de la producción local de manufacturas. Hay rastros de una producción local de vidrio, en concreto de cadenas policromadas de collares, también se tienen indicios de producción local de joyería y es muy posible que la explotación de las minas de plomo y galena argentífera de s'Argentera se iniciara en aquella época.

De todas formas, la producción arqueológicamente más conocida es la de recipientes de cerámica, que en aquel período se caracteriza por alcanzar algunos rasgos propios que la distinguen dentro del conjunto de producciones púnicas, produciendo las formas más características de la cerámica local y una amplia variedad de recipientes y vasijas dentro de la tradición alfarera púnica; pero se incorporan también morfologías ajenas a esta tradición, principalmente en la vajilla de mesa, con recipientes que reproducen formas griegas, aunque con unas coloraciones y acabados que nada tienen que ver con las producciones helenas.

Dado que no hay vestigios de obradores fuera del entorno urbano inmediato, hay que creer que la producción estaba centralizada en este ámbito, lo que sugiere que esto podía ser un medio para canalizar hacia la ciudad la producción del resto de la isla; ya que si la ciudad mantiene tanto el monopolio de la producción de manufacturas y es, además, el puerto de entrada de un amplio abanico de bienes de consumo provenientes del exterior, los agricultores tenían que recurrir necesariamente a ella para proveerse de aquellos bienes que no eran capaces de producir ellos mismos, a cambio de la parte de la producción que no habían destinado al autoconsumo.

A partir de la segunda mitad del siglo IV aC se entra en una fase de consolidación definitiva de este modelo que, a su vez, conllevará algunos cambios con el fin de adaptarse a las nuevas circunstancias motivadas por la evolución tanto de la propia situación interna, como de la configuración geopolítica en el Mediterráneo central y occidental; es una etapa de intensificación del comercio cartaginés hacia la península Ibérica, porque ahora Cartago, que tiene serios problemas en Sicilia debido a los enfrentamientos con los griegos, comienza a interesarse más directamente por los recursos peninsulares, según lo refleja el segundo tratado firmado con Roma el 348 aC (Polibio, II, 23); en este tratado se prohíbe la navegación, el comercio y la colonización a los romanos y sus aliados más allá de Mastia Tarseion, localidad ibérica localizada cerca de la actual Cartagena.

En relación a esto, cabe decir que parece que las monedas de plata con que por estas fechas los cartagineses pagaban las tropas mercenarias que luchaban en Sicilia, pudieran ser acuñadas con plata ibérica.

Hipogeos en la Necrópolis de Puig des Molins

Púnicos / Cartagineses (III)

Ibiza, sin duda, jugó un papel importante en esta proyección del comercio púnico, evidenciado por el incremento de ánforas norteafricanas y sicilianas en Occidente, ya que una parte importante de este flujo pasaba por el puerto ibicenco, donde una pequeña parte de los cargamentos quedaba en la isla y el resto eran redistribuidos hacia el continente. Por otra parte, el barrio urbano de alfares ofrece unos ricos niveles arqueológicos y estructuras datables en este momento, que muestran una intensa actividad en la producción.

La exportación masiva de ánforas en aquellas décadas, sobre todo en Baleares y en el litoral peninsular, desde Murcia al norte de Catalunya, supone un salto no sólo cualitativo, sino también cuantitativo del comercio ebusitano. Se ha sugerido que el papel de la isla en este contexto podría haber sido mantener la influencia púnica sobre unos territorios donde, además de materias primas y productos diversos, se obtenían importantes contingentes de mercenarios y, por tanto, eran de gran interés para la política púnica conducida por Cartago. Pero si parece que su proyección exterior debe enmarcarse en el contexto de la política púnica dirigida por la capital norteafricana, probablemente a través de pactos que determinarían el contenido y la intensidad de las relaciones mutuas, no hay ningún motivo para dudar de que Ibiza gozaba de plena autonomía para decidir sus propios asuntos.

No hay información para conocer cómo estaba organizada la administración y cuáles eran los órganos de gobierno locales, pero puede suponerse que eran similares a los de otros centros púnicos de los que se tiene alguna información por las fuentes escritas. El caso más conocido es el de la propia Cartago, la constitución es elogiada por Aristóteles, que la considera una de las más avanzadas de su tiempo.

Por eso hay que creer que la isla era gobernada por una asamblea legislativa, o "senado", probablemente compuesta por los miembros de las principales familias que controlaban la economía y el poder local. Pero habría, seguramente, otra asamblea popular, formada por todos los ciudadanos de pleno derecho, que elegían a sufetes, magistrados encargados de impartir justicia.

Que durante este siglo en la isla se ha consolidado una estructura estatal propia lo demuestra la acuñación de moneda. Efectivamente, aunque la cronología del inicio de las emisiones ha sido una cuestión muy debatida, la publicación de hallazgos de moneda punicoebusitana en contextos muy bien datados en la segunda mitad del siglo IV aC en lugares como la necrópolis ibérica de Cabezo Lucero, no deja lugar a dudas.

Así, el primer período de la seca punicoebusitana quedó encuadrado entre un momento de la segunda mitad del siglo IV y otro muy avanzado el siglo III aC, anterior pero en la Segunda Guerra Púnica. En este periodo inicial se produjeron algunas emisiones de monedas de plata todavía mal documentadas, porque se conocen pocos ejemplares y de algunos se ha puesto en duda la autenticidad; pero, sobre todo, se produjeron numerosas emisiones de monedas de bronce de muy desigual calidad estilística y de aleaciones diferentes; algunas acuñaron ingentes cantidades de piezas. También hay dudas sobre la metrología de las diferentes emisiones, pero en general se acepta que las monedas ebusitanas del primer periodo tienen el mismo sistema que Cartago y Cádiz, con una unidad de 9,5-9 g que se devaluando progresivamente.

Desde las primeras acuñaciones, la moneda ibicenca se caracteriza por llevar la figura del dios Bes, que deviene así un verdadero "símbolo hablando" de la seca. En el reverso suele llevar el toro, parado, caminando o embistiendo, o también el dios Bes.

Pero a pesar del enorme volumen de piezas emitido en todo este primer periodo, son muy escasas las monedas ibicencas encuentradas fuera de la isla. Esto quiere decir que era una moneda eminentemente local, para circular dentro de la isla y no para los intercambios con el exterior, y que su aparición ha de deberse a la implantación de una estructura fiscal por parte del estado ebusitano, que impone la moneda como instrumento para conseguir un más eficiente control de la economía, facilitando la apropiación del valor de la producción, transformado en moneda, mediante la extorsión fiscal.

La Ibiza de la segunda mitad del siglo IV aC, parece ser un centro activo y dinámico. Timeo, escritor griego de la ciudad siciliana de Taormina, que vivió entre aproximadamente el 340 y el 250 aC, ha dejado una breve descripción que es recogida por Diodoro de Sicilia (V, 16) y que habla de una ciudad con buenos puertos y casas muy bien construidas.

La necrópolis urbana alcanza ahora su máxima extensión, con una superficie de unas cinco hectáreas; por ello, la conservación de la mayor parte de este gran cementerio púnico es lo que ha hecho que también haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad en diciembre de 1999. Según estimaciones basadas en el número de sepulturas, que cálculos recientes sitúan en una cifra superior a los tres mil hipogeos además de un número indeterminado de cientos de fosas, su población a mediados del siglo probablemente sobrepasaba los 5.000 habitantes; para el campo puede estimarse una cifra de entre 1.500-2.000 habitantes más.

Pero, durante la segunda mitad del siglo IV aC, en la necrópolis del Puig des Molins se constata una baja radical del número de hipogeos, ya que los que se abren entre el 350-325 aC son sólo un 9% del total de los estudiados, y no hay ninguno cuya apertura pueda datarse con posterioridad al último cuarto del siglo IV aC. Sin embargo, el porcentaje de los que se reutilizan para nuevas deposiciones en el siglo y medio comprendido entre el 350 y el 200 aC es exactamente el 10% de la muestra analizada.

Así pues, la creciente utilización que conoce la necrópolis hasta el 350 aC, a partir del tercer cuarto del siglo IV experimenta, de repente, un descenso que, a finales del siglo XX, no se está en condiciones de explicar satisfactoriamente, ya que el bajo porcentaje de utilización de hipogeos no se compensa con una mayor utilización de otros tipos de sepultura, al menos que se haya podido documentar. Una de las posibles razones de esta notable disminución de enterramientos datados en esta época puede ser parcialmente explicada por la drástica disminución de las importaciones áticas, hasta casi su desaparición, durante la segunda mitad del siglo IV aC, dado que las lámparas y los lecito áticos eran el principal fósil director para datar las sepulturas de final siglo V y durante la mayor parte del IV aC.

Figura de terracota época primera En cambio incrementa el ritmo de las exportaciones ibicencas hacia las comunidades ibéricas de la costa peninsular y hacia las talayóticas de las islas Baleares. Será en este periodo cuando parece que los punicoebusitanos tomarán el control de sus relaciones con los indígenas baleares, ya que crean en Mallorca su propia infraestructura al tiempo que el establecimiento del Puig de sa Morisca había dejado de funcionar como centro de entrada de las importaciones ibicencas. Así, se establecerá un enclave permanente en el islote de Na Guardis, frente de la Colonia de Sant Jordi, en la costa sur de Mallorca, que al menos desde el siglo anterior, era frecuentado por los ebusitanos, pero ahora hay bastante instalaciones permanentes, que pronto contarán con construcciones sólidas y que el siglo siguiente serán notablemente ampliadas.

Pero, además, vinculados a este establecimiento había otros puntos de la costa donde se detecta presencia ebusitana, como es el establecimiento en tierra firme Trenc, en el límite occidental de las importantes salinas de la Colonia de Sant Jordi. Justamente, los primeros indicios de explotaciones salineras en este lugar se remontan al siglo IV aC.

En cuanto a la producción punicoebusitana de cerámica, en el último cuarto del siglo IV aC se produce una cierta renovación de algunas de las formas más características de la etapa anterior, aunque algunas perdurarán con evoluciones y aparecerán nuevas, sobre todo ya el siglo III aC. También la coroplástica local, ahora con una marcada influencia helénica siciliota, conocerá un notable desarrollo entre la segunda mitad del siglo IV y principios del III aC, se desarrolla también un estilo peculiar punicoebusitano, con un aire muy "naif" y una recargada ornamentación.

Es también a partir de final siglo IV o inicio del III cuando hay materiales que evidencian la existencia de culto en el santuario rupestre de es Culleram. Aunque a partir de una inscripción en una de las caras de una plaqueta metálica (que tal vez había ido fijada al pedestal de una imagen), algunos autores habían planteado la existencia de un culto previo a Reshef-Melkart que dataría de finales del siglo V aC, hay que subrayar que en el yacimiento no hay otros vestigios de cronología tan elevada y que, por otra parte, esta plaqueta pudo ser llevada desde otro lugar para ser reutilizada siglos después para realizar una nueva inscripción en caracteres neopúnicos, que dataría del siglo II aC.

En cualquier caso, tanto la coroplástica en contextos funerarios, como las evidencias de este santuario, con las numerosas series de exvotos, muestran la enorme importancia del culto a la divinidad femenina que hay que identificar con la diosa Tanit o Tinner, simbolizada con la luna creciente, por su carácter astral controlaba los ciclos de la naturaleza y devenía diosa de la fertilidad; parece ser también la que acogía los difuntos en el tránsito de la muerte al más allá.

Posiblemente otros lugares menores de culto, peor conocidos, inician ahora su actividad y continúan abiertos durante el siglo III y en algún caso hasta el II aC. Durante los dos primeros tercios del siglo III, la distribución de hallazgos de cerámicas y sobre todo de ánforas ibicencas muestra cómo el flujo exportador de la Ibiza púnica mantiene proporciones crecientes, especialmente hacia las islas Baleares y el área ibérica catalana y valenciana.

Resulta particularmente sintomático que algunos obradores catalanes, el poblado ibérico de Darró (Vilanova y la Geltrú) y posiblemente también en Empúries, empiecen a producir ánforas reproduciendo el modelo ibicenco, lo que tal vez indica la implicación de intereses punicoebusitanos en producciones de aquellas regiones.

También, un testimonio de la actividad comercial de la isla al inicio de este siglo III es el pecio de Binisafúller, correspondiente a una nave que naufragó en las costas menorquinas cuando transportaba un cargamento de ánforas ibéricas procedentes de Catalunya y que, atendiendo al hecho de que llevaba también algunas ánforas punicoebusitanas, se le ha identificado como un posible barco ibicenco.
Benjamí Costa Ribas [BCR], Jordi H. Fernández Gómez [JFG]
(Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera)


Recipiente de trerracota cerámica


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