La Prehistoria en Ibiza (III)
Desarrollo del poblamiento pitiuso
durante la edad del Bronce
(ca. 1600-600 aC)
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La Prehistoria en Ibiza
Parte Tercera (I)
EL DESARROLLO DEL POBLAMIENTO PITIUSO DURANTE LA EDAD DEL BRONCE (ca. 1600-600 aC)
Paradójicamente, a pesar de ser el período más largo y del que se conoce mayor número de yacimientos y materiales, la edad del Bronce es de reconstrucción más dificultosa por la total carencia de dataciones absolutas. Por eso, la edad del Bronce en las Pitiusas queda definida, hoy por hoy, como un lapso temporal de aproximadamente un milenio de duración, pero sin dataciones que permitan estructurar sus datos en un marco cronológico definido.
Por eso, todas las atribuciones cronológicas son completamente hipotéticas y en buena parte están basadas en semejanzas con yacimientos y materiales de los contextos baleares, a pesar de los problemas que comporta este método comparativo, lo que inevitablemente condiciona la validez de las conclusiones a las que ahora pueda llegarse.
Todos los yacimientos de vivienda al aire libre de Ibiza y Formentera que se pueden situar en este período, se caracterizan por el levantamiento de estructuras constructivas con gruesos muros con zócalos de piedra (arquitectura prehistórica).
En el caso del puig de ses Torretes es seguro que no se trata de una fundación ex novo. En la pequeña excavación realizada pudo observarse como por encima del nivel de ocupación inicial (nivel 3) fechado en el Eneolítico, se nivela el terreno y se levanta una construcción de planta ligeramente elíptica con zócalo de piedra . Se trata, pues, de una renovación del asentamiento, o quizás de la reocupación del lugar, en la edad del Bronce. De hecho, parece que será a partir de ese momento que el establecimiento experimentará un notable crecimiento que se traducirá en el levantamiento de estructuras constructivas con gruesos zócalos de piedra por toda la montaña. Por ello, en el establecimiento que se desarrolla durante el segundo período del yacimiento se han distinguido varios sectores.
El llamado sector 0 o central, se sitúa en la explanada que, por debajo del promontorio donde se asienta el yacimiento púnico, forma la cima del puig, en una cota aproximada de unos 200 m sobre el nivel del mar, donde parece que podría haber una construcción de planta compleja y a su alrededor algunas más de planta sencilla o simple, como es el caso de la cabaña excavada en 1986, aunque la espesa vegetación y la mala conservación de los restos impiden confirmarlo.
Otro sector, el llamado 1, ocupa la parte alta de la vertiente oriental, por donde se esparcen al menos diez estructuras constructivas.
Otros sectores con sólo dos construcciones identificadas en cada uno de ellos se encuentran uno al lado meridional del torrente de sa Lluna —sector 2— y el otro en la parte baja de la vertiente N —sector 3.
No se sabe si la dispersión de las construcciones en diversos sectores con distinta densidad constructiva es funcional o es un reflejo espacial de una determinada estructuración de la comunidad que la habitaba, puesto que es imposible averiguarlo mientras no se realicen excavaciones. Lo que sí parece es que este yacimiento pone de manifiesto un patrón de asentamiento que supone un cierto agrupamiento de población en un establecimiento definido espacial y topográficamente, y que parece reflejar una tendencia a la concentración de la población en agrupaciones mayores.
Desde esta perspectiva, el yacimiento del puig de ses Torretes sugiere una agrupación humana donde podrían reunirse varias unidades de carácter quizás familiar y tal vez emparentadas, formando una misma comunidad.
El análisis de la escasa evidencia disponible parece apoyar, en principio, la existencia de una economía basada en la ganadería. La ubicación de los yacimientos, en líneas generales, también parece reflejar una preferencia por los terrenos de pastos, si bien en muchos casos existen a su alcance, dentro del área teórica de captación de recursos del yacimiento, extensiones generalmente pequeñas susceptibles de aprovechamiento agrícola.
La agricultura, pues, parece no haber sido el recurso básico, sino más bien complementario, a juzgar también por la falta de testigos arqueológicos directos, que en todo caso se reducirían a algunos útiles líticos, como pequeños molinos y picadores de piedra recuperados en el puig de ses Torretes, que no necesariamente todos deben ser utillaje directamente relacionado con la actividad agrícola.
Pero faltan las hojas de sílex interpretadas como hojas de hoz, bien documentadas en Mallorca en yacimientos como Ferrandell-Oleza y, sin embargo, los posibles grandes vasos de almacenamiento son igualmente escasos.
La explotación de los recursos del mar, sobre todo la recolección de moluscos —que está perfectamente documentada en todos los yacimientos excavados—, y la pesca —aunque carecen de sus evidencias en el registro arqueológico— debió de seguir siendo una parte importante de la producción y, por tanto, de la dieta alimentaria.
Pero, aunque con estos datos se piensa que en las Pitiusas el modelo de organización económico-social implantado en el Eneolítico se mantuvo en sus rasgos fundamentales durante la edad del Bronce, existen síntomas suficientes para creer que lo hizo experimentando cierta evolución.
(EEiF) Enciclopedia de Eivissa y Formentera
Benjamí Costa Ribas [BCR]
Imagen de la cueva de es Culleram, parte interior
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)
La Prehistoria en Ibiza
Parte Tercera (II)
De una parte el incremento de yacimientos, especialmente visible en Formentera, debe ser reflejo de un cierto crecimiento de la población respecto al período anterior. Por otra parte, las limitaciones que impone el medio natural a las Pitiusas, con una capacidad de carga relativamente corta, sobre todo para tecnologías productivas poco avanzadas, hace creer que durante la edad del Bronce la presión sobre el medio debió aumentar sensiblemente.
También hay que tener presente que durante todo el II milenio aC se había desarrollado una fase de reducciones de las precipitaciones que debió aumentar la aridez. Estos cambios debieron obligar, por una parte, a una diversificación de la producción y, por otra, a cambios en la estrategia productiva, para aumentar la producción. Así, al aprovechamiento también de las maquias como pastos y de los recursos del bosque, se debió añadir, muy posiblemente, una explotación importante de los recursos del mar y una intensificación de la explotación agrícola de las zonas donde los suelos lo hacían posible. En este sentido, el estudio de las piezas dentarias de Can Sergent, a diferencia de las de Can Costa, muestra profundos desgastes de las coronas dentales, lo que evidencia que a final de la edad del Bronce se había producido un cambio notable en la dieta alimenticia, seguramente con un mayor consumo de sémolas y harinas, que resultan mucho más agresivas para la dentadura.
Otro indicio a favor de un cierto incremento de la importancia de la agricultura podría ser la ubicación de yacimientos que, como el puig de ses Torretes, es Culleram y la cueva Xives, a pesar de estar situados en las partes altas de las colinas, dominan pequeños valles con suelos fértiles y regadas por torrentes. Pero en una producción básicamente ganadera, el requisito para poder aumentar la producción es sobre todo disponer de mayores extensiones de pastos que permitan aumentar el tamaño de los rebaños; por eso, quizá la ocupación de ciertas cuevas situadas en lo alto de las colinas durante la edad del Bronce, como es Culleram y la cueva Xives antes mencionadas, pueda también interpretarse como síntoma del aprovechamiento de las cordilleras ibicencas como terrenos de pasto. Si esto fuera cierto, podría ser un indicio en favor de la necesidad de mayores extensiones de pastos debido a un progresivo agotamiento de las situadas en terrenos más aptos, así como quizás también a un incremento de los rebaños debido a un crecimiento de la población.
De este modo, es posible que en un determinado momento los distintos grupos llegaran a tener que competir por unos mismos recursos. Podría ser, por tanto, en el contexto de las tensiones que se producirían entre estas comunidades pitiusas por el control de determinados recursos, que se encontrara una posible explicación a la aparición de construcciones defensivas.
El triple recinto fortificado del puig Redó, en la cima de una colina aislada que domina un pequeño valle junto a la costa, parece tanto un lugar de refugio de un pequeño grupo humano como de control y vigilancia del territorio.
La explicación de estos recintos y construcciones defensivas podría, pues, estar más bien en causas internas, consecuencia de este proceso de diferenciación social que daría lugar a grupos cerrados que se convertirían en competidores, que no tanto en posibles factores externos.
Todos estos cambios en la infraestructura debieron comportar también ciertos cambios en la estructura social. En Can Sergent, el único yacimiento funerario hasta ahora documentado en toda la prehistoria de la isla, parece que se encuentran indicios de una estructuración social diferente en relación a la reflejada en casa Costa. El ritual es también de inhumación, aunque cabe señalar la presencia de fragmentos de un cráneo —que no puede pertenecer a ninguno de los individuos inhumados—, que recibió un tratamiento especial, ya que fue quemado. En cuanto a la composición del grupo, está formado por tres hombres y una mujer compartiendo el mismo espacio funerario; es decir, una situación análoga a la del sepulcro formenterés, aun en lo que se refiere al predominio masculino. Pero hay una diferencia notable, y es la presencia de un individuo infantil (de quien no pudo determinarse el sexo).
Este hecho es de la mayor importancia para la interpretación del grupo social que representan a estos difuntos, ya que si un niño tiene el derecho de compartir sepultura con unos adultos, en principio es porque este derecho se deriva de su pertenencia al mismo grupo social. Por tanto, su inclusión en una sepultura ya no depende de su estatus individual, sino de la adscripción del individuo a un determinado grupo por haber nacido en su seno. Por eso, es probable que el conjunto de individuos enterrados en Can Sergent formaran parte de varias generaciones de un grupo de linaje, al que pertenecerían todos los miembros que compartían el espacio funerario. Se trataría, por tanto, de una sociedad en la que el estatus se posee por filiación, que marcaría la posición de los individuos dentro de la estructura social.
Resulta difícil establecer la duración de este Bronce pitiuso. Los materiales arqueológicos recuperados tanto en el puig de ses Torretes como en los yacimientos de las cuevas muestran paralelismos con los de prácticamente todo el período pretalayótico balear. A partir de esta constatación puede plantearse una pervivencia segura al menos hasta el final del II milenio, o incluso el inicio del I aC, dado que en Baleares algunos establecimientos naviformes continuaron en uso hasta ya entrado el I milenio.
(EEiF) Enciclopedia de Eivissa y Formentera
Benjamí Costa Ribas [BCR]
Imagen de la cueva de es Culleram, parte interior
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)
La Prehistoria en Ibiza
Parte Tercera (III)
En el caso de Ibiza, para defender la continuidad del poblamiento durante el primer tercio del I milenio contando, por un lado, con el testimonio de los entierros de Can Sergent, datados entre el 800 y el 700 aC, y del otra, con varios hallazgos de elementos metálicos, desgraciadamente descontextualizados, que deben datarse dentro del Bronce final y que, en base a criterios tipológicos, evidencian la existencia de dos grupos de piezas. En primer lugar, las hachas planas —como las del depósito de Xarraca y el ejemplar con corte de media luna de Sa Bassa Roja—, que podían ser más antiguas, datables entre el final del segundo milenio y primeros siglos del primero; en segundo lugar el resto de elementos (hachas de talón, apéndices laterales, tubulares, lingotes circulares, etc.), encontrados en ses Salines y en can Pere Joan, que serían más recientes y pueden encuadrarse entre los siglos VIII y VII aC . Existen ciertas posibilidades de que algunos elementos, como las hachas tubulares, fueran producciones baleares e incluso no es completamente descartable alguna producción pitiusa local.
Pero lo que se manifiesta con el conjunto de estos hallazgos, en Ibiza y Formentera, es la intensificación de los contactos con el exterior, sobre todo con Baleares y las costas orientales y del SE peninsular en el momento previo al establecimiento fenicio la isla de Ibiza, dada la procedencia atribuible a la mayoría de las piezas conocidas.
Y también se hace evidente su vinculación, aunque quizás sólo a pequeña escala en función de los hallazgos actualmente conocidos, con el tráfico de elementos metálicos del Mediterráneo occidental, que desde las costas peninsulares ibéricas llegaban a las islas y costas peninsulares italianas.
Otra cuestión a plantear es por qué, a diferencia de Mallorca y Menorca, en Ibiza no se desarrolla la cultura talayótica. Actualmente se considera que su formación, dejando a un lado posibles influencias foráneas y contactos más o menos estrechos con otras regiones continentales e insulares vecinas, es fruto básicamente de un proceso autóctono de transformación de la sociedad del pretalayótico. Dentro de este proceso, un factor básico que condujo a la evolución hacia el nuevo modelo de sociedad fue un incremento de la producción, que haría posible el mantenimiento de comunidades humanas más numerosas, que llevaron a establecimientos más grandes, con mayor número de habitantes y una estructura social con grados crecientes de complejidad y jerarquización, lo que dio lugar a una arquitectura monumental muy característica.
En este contexto, no parece ilógico considerar que en islas pequeñas como Ibiza, con un territorio extremadamente limitado y, sobre todo, con una corta capacidad de carga para un poblamiento humano, derivada de una notable pobreza de recursos terrestres y de unas condiciones geográficas y climatológicas muy poco favorables para el desarrollo de una economía productiva, una sociedad no jerarquizada con una producción de base ganadera pudiera haber necesitado un proceso evolutivo notablemente largo para llegar a cambios significativos.
Hay argumentos que permiten considerar que el éxito en la adaptación y el arraigo del poblamiento en el medio insular pitiuso durante el Eneolítico, a la edad del Bronce parece traducirse en un crecimiento significativo de este poblamiento de las Pitiusas. De este modo aparecieron establecimientos algo mayores, como es el caso conocido del puig de ses Torretes, pero que no llegan a alcanzar el nivel de poblado cohesionado espacial y urbanísticamente.
Sin embargo, en un momento ya avanzado del período, parece que podrían haber surgido tensiones intergrupales, posiblemente por el control de recursos básicos para la subsistencia, los cuales, dado el incremento de la aridez que se desarrolla en este período y la mayor presión humana sobre el medio, estarían experimentando una significativa disminución. Estos conflictos entre los diferentes grupos, evidenciados por la aparición de algunas fortificaciones, demostrarían que se estaba alcanzando el punto en que el equilibrio entre el tamaño del poblamiento y la capacidad de carga del medio estaba llegando a desequilibrarse. Entonces si no quería entrarse en una peligrosa dinámica, al poblamiento no le quedaba otro remedio que controlar su medida, ya sea por un drástico control demográfico, mediante métodos adecuados socialmente establecidos, ya sea mediante la dispersión, que en determinados casos podría suponer enviar los excedentes de población a buscar un nuevo hábitat fuera de la isla. Se pasaría así a un nuevo modelo de desarrollo mucho más lento debido al reducido margen de crecimiento demográfico.
Por eso, a falta de evidencias más claras, puede plantearse que los procesos de cambio económico y social, acompañados de los consiguientes cambios materiales, que en Mallorca y en Menorca llevaron a la formación de la sociedad talayótica, tal vez en las Pitiusas no sólo tuvieron lugar mucho más lentamente, y por eso quizás sólo llegaron a dar los primeros pasos.
Se plantea así la hipótesis de que en Ibiza y Formentera no existe una ruptura en la secuencia durante la edad del Bronce, sino continuidad tanto de poblamiento como de estructuras sociales, económicas y culturales.
Esta continuidad estaría basada en una lenta evolución de las relaciones sociales de producción, a consecuencia del mantenimiento de la base económica y un bajo crecimiento de la población, que daría lugar a una pervivencia muy larga de un modelo de formación económico-social que a las demás islas hacía tiempo que había evolucionado.
(EEiF) Enciclopedia de Eivissa y Formentera
Benjamí Costa Ribas [BCR]
Exterior de una entrada a la cueva de es Culleram
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)
El puig Redó desde el coll de ses Gerres - Bien de Interès Cultural
Foto: (EEiF) Felip Cirer Costa
Cartel informativo del Consell Insular en la fortificación prehistòrica del puig Redó - Bien de Interès Cultural
Foto: Consell Insular d'Eivissa
Fortificación prehistòrica del puig Redó - Bien de Interès Cultural
Foto: Consell Insular d'Eivissa
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