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Epigrafía Romana en Ibiza, Eivissa

Historia de Ibiza: Época Romana


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Inscripción romana hallada en Ibiza y que Joan Antoni Deví trasladó a Perpinyá en la segunda mitad del s. XVI

Epigrafía Romana (I)

La epigrafía es un campo del conocimiento que se suma a la narrativa histórica, enfocándose en el examen de las inscripciones grabadas en materiales duraderos como piedra, metal, hueso o arcilla cocida, entre otros.

La adecuada comprensión, transliteración e interpretación de estas inscripciones demanda un sólido dominio de idiomas antiguos, del lenguaje específico de la epigrafía, de la paleografía y una sólida base en historia. Las inscripciones suelen estar incompletas y se lleva a cabo una labor para reconstruirlas. Para rellenar las secciones faltantes, se aplican dos técnicas: el análisis de los espacios y extensión de las líneas -ya que las inscripciones solían ser diseñadas con precisión- y el entendimiento de las fórmulas epigráficas habitualmente empleadas.
Historia: Romanos en Ibiza

La fascinación por el estudio de la epigrafía romana entre los académicos del Renacimiento se refleja rápidamente en la epigrafía de Ebusus. Desde finales del siglo XV, tenemos las primeras referencias de epígrafes ebusitanos recopilados por humanistas. Por un lado, el veronés Giovanni Giocondo con tres inscripciones (Corpus Inscriptionum Latinarum —CIL II, 3660, 3665, 3667), y por otro, la colección anónima que Hübner denominó Antiqui Sylloge Inscriptionum Hispaniae, que también incluye tres epígrafes (CIL II, Suppl. 5984, 5985, 5986).

Hacia finales del siglo XVI, J. Strada atribuye a Ebusus otras tres inscripciones (CIL II, 3664, 3660, 4020), aunque no hay consenso sobre esta atribución.

Además, durante el siglo XVI, poco después de 1568, una inscripción (CIL II, 3663) llegó a Perpinyà que Juan Antonio Deví, ex gobernador de la isla, llevó a su hogar, lo que llevó a creer durante un tiempo que Ebusus había sido el antiguo nombre de Perpinyà.

El padre Caietà de Mallorca (quien admite que se basa en una fuente del siglo XVII, la historia del padre Vicent Nicolau que data de 1620 o 1621) menciona dos inscripciones; una ya conocida (CIL II, 3660) y la otra considerada falsa.

El primer obispo de la sede ibicenca restaurada, Manuel Abad y Lasierra, redactó un informe al que González de Posada añadió un apéndice donde se mencionaban dos nuevos epígrafes (CIL II, 3659, 3661) que se habían colocado a ambos lados del Portal de ses Taules (Puerta del Mar).

Durante el siglo XIX, el número de inscripciones aumentó. Ramis publicó un extenso artículo sobre una inscripción recién descubierta (CIL II, 3662) que hace referencia a los Oculacios. A mediados de siglo, aparecieron dos libros escritos por maestros destinados en Ibiza. Uno de ellos, Claessens de Longte, simplemente comenta la inscripción publicada por Ramis. El otro, Tomás Aranaz y Barrera, publica siete (CIL II, 3661, 3659, 3662, 3668, 3666 y la falsa, 3660), dos de las cuales eran nuevas (CIL II, 3660, 3668). La edición es cuidada y hoy es relevante porque de una de ellas (3668), desaparecida, es la única fuente.

Para la gran edición del Corpus Inscriptionum Latinarum, el profesor E. Hübner utilizó todos estos testimonios, ya que él no pudo visitar personalmente la isla. En el CIL vol. II y en su suplemento de 1897, Hübner publicó trece inscripciones, además de la falsa.

Entre la publicación del CIL y su suplemento, el archiduque Luis Salvador de Austria publicó su obra y no añadió nada nuevo a lo que había editado Hübner. Esto hizo que el editor del CIL pensara que no valía la pena viajar a la isla, confiando en el archiduque, quien simplemente reprodujo lo que había editado Hübner. Sin duda, un argumento falaz, porque Hübner pudo haber inspeccionado el material existente y se habrían corregido prácticamente todas las inscripciones. Sin embargo, la aparición del Corpus impulsó significativamente los estudios epigráficos.

Fita publicó la inscripción de un anillo encontrado en 1889 (Veny, 193). Quadrado simplemente reprodujo las lecturas del CIL, algo que también hizo Joan Roman Calbet con menos justificación. Pero la publicación del libro de Roman provocó nuevamente la intervención de Fita con nuevas propuestas, protestadas en algún caso por Isidor Macabich, quien tampoco se atrevió a corregir a Hübner a pesar de la evidencia.

En 1966, M. J. Almagro y B. Villar dieron a conocer un sello de madera que se encontró en un naufragio en las aguas de la isla (EREB, 19). En 1972, Planells publicó la inscripción en una columna (EREB, 17) que se reutilizó como sarcófago. En 1983, J. Fernández reveló la fotografía de una nueva inscripción sepulcral (EREB, 24) y ese mismo año, J. Juan y C. Torres descubrieron el primer documento epigráfico conocido en la isla de Formentera (EREB, 13). De nuevo, en 1984, Planells presentó una nueva inscripción de un anillo (EREB, 22) y, en 1985, J. Ramon publicó un fragmento epigráfico que podría ser el primer miliario de Ebusus (EREB, 2). Un año después, en 1986, J. Ramon también reveló el texto de un nuevo anillo (EREB, 21).

En 1988, se publicó la primera colección dedicada exclusivamente a la epigrafía de las Pitiusas, a cargo de J. Juan. Se publicaron un total de 45 títulos, entre los que se conservan, se han perdido, son falsos, ajenos y dudosos, de los cuales cinco son inéditos. Sin embargo, cuando el libro ya estaba en la imprenta, apareció un nuevo testimonio de los Oculacios, lo que confirma lo beneficioso que es escribir sobre epigrafía para que inmediatamente surjan nuevos testigos.

Desde entonces, el estudio de la epigrafía de Ibiza se ha enriquecido principalmente con reinterpretaciones o nuevas lecturas más que con nuevos descubrimientos. Sin embargo, no debemos olvidar lo que aún puede ofrecer el conjunto de epigrafía rupestre de la Cueva Negra de Fortuna (Murcia), donde se testimonian dos personajes ibicencos. Además, parece que la nueva edición del Corpus Inscriptionum Latinarum correspondiente al Conventus Carthaginiensis, que incluye las islas, está anunciada para los primeros años del siglo XXI. La epigrafía a menudo confirma datos que se conocen por otras fuentes. Es el caso del nombre Ebusus y su derivado Ebusitanus, transmitidos por las inscripciones.

Sin embargo, la epigrafía no ha proporcionado nada sobre los topónimos Pityusae, con sus variantes interesantes, ni Insulae Augustae, que se conoce por la numismática.

Uno de los problemas más importantes que aún están pendientes de solución es precisamente la ubicación de la ciudad romana de Ebusus. No hay consenso entre los estudiosos sobre la asignación de un lugar razonablemente plausible, y las hipótesis propuestas se han basado en hallazgos arqueológicos ocasionales. Sin embargo, hay dos elementos que no se han considerado suficientemente en este sentido.

Por un lado, las consideraciones historiográficas y arqueológicas: desde las primeras noticias, se habla de Ebusus como una ciudad fortificada. Diodoro, sin duda utilizando fuentes anteriores, destaca precisamente la calidad de los muros. Ya en tiempos de la Segunda Guerra Púnica, gracias a la fortificación, las tropas de Escipión no pudieron conquistar la ciudad, leal a Cartago, después de un asedio de dos días. Parece que, como unas murallas robustas no desaparecen fácilmente, se debería buscar la ciudad romana en un lugar, como era normal en aquel entonces, dentro del recinto amurallado, o, en otras palabras, dentro del recinto considerado medieval y denominado muralla árabe, que seguramente sería una continuación de la muralla romana.

Fuentes: Voy@ibiza (AfM), Jaume Juan Castelló, Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera (EEiF)
Imagen superior: Inscripción romana hallada en Ibiza y que Joan Antoni Deví trasladó a Perpinyá en la segunda mitad del s. XVI
Foto: (EEiF) Extraído de Epigrafía romana de Ebusus


Lápida funeraria hallada en la hacienda de sa Creueta, de la ciudad de Ibiza

Epigrafía Romana (II)

Por otro lado, al examinar la estructura interna de la muralla en su parte inferior, aún se pueden rastrear indicios de la cuadrícula romana típica en la disposición de las calles, que se dirigen precisamente hacia tres de las puertas más importantes de la muralla medieval. En su centro se encuentra la iglesia de L'Hospitalet, que probablemente corresponda al área del antiguo foro. Cabe mencionar que en el poema sobre la guerra de Mallorca, también conocido como Liber Maiorichinus, se menciona (4, 151, ed. Juan) una plaza que probablemente debería ubicarse en las cercanías de la puerta que probablemente existía junto al Seminario.

Si a estos argumentos se añade que los hallazgos de restos arqueológicos como columnas, esculturas y, sobre todo, inscripciones latinas de carácter urbano se han realizado en un radio no muy lejano del centro propuesto, se ve que la epigrafía invita a investigar en el mismo lugar que las noticias historiográficas o los restos arqueológicos.

Plinio el Viejo informa que la situación jurídica de los ciudadanos de Ebusus era de confederados, pero poco después, por obra de los emperadores Flavios, se les otorgará la categoría de municipio de derecho latino. Poco después del año 70 d. C. existe una inscripción (CIL II 3663) que ya confirma esta denominación.

Con la promoción de la ciudad federada a la categoría de municipio, se puede suponer que tal vez se vincula un cierto desarrollo urbanístico con características típicamente romanas, entre las que probablemente hubo una ampliación del territorio urbano e incluso quizás de los propios muros, la construcción de un foro con las características más propias de una ciudad romana y algún templo, al menos el dedicado al culto imperial.

En cuanto a la estructuración política como municipio, se puede suponer la sustitución de los magistrados llamados sufetas por los correspondientes duoviros, bien testimoniados por la epigrafía. En el cursus honorum de los Oculacios aparecen los títulos típicos de la carrera municipal: ediles y duoviros. Pero no faltan testigos de los sacerdocios del culto imperial, los flámines, ni del ordo decurionum o senado municipal con diversas denominaciones.

También hay, en lo que respecta al aspecto religioso, otras noticias, entre ellas un sacerdos Asculepi Ebusitani, que algunos han comparado con el Hércules gaditano y que sería una especie de divinidad específica del lugar, al que habría dado fama y quién sabe si también nombre.

En cuanto a la población de las islas en época punico-romana, Tarradell hizo un cálculo basándose en las características de los hipogeos de la necrópolis del Puig des Molins, en su número y probable aprovechamiento. La propuesta de Tarradell, calculada para las inmediaciones del cambio de era, está en el listón alto de unos 4.000 habitantes.

Sin embargo, también se han hecho cálculos de este tipo basándose en datos epigráficos, como el de RP Duncan-Jones, tomando como punto de partida el legado testamentario de 90.000 sestercios que se conocen por la inscripción CIL II 3664. Se sabe por ese epígrafe que el difunto legó en la isla la cantidad de 90.000 sestercios que debían servir para pagar los impuestos en tiempos de crisis. De este total hay que descontar 6.000 para que con sus intereses se ofrezcan anualmente juegos en conmemoración del cumpleaños del fallecido. Los restantes 84.000, a un interés calculado en el 12%, dan unos 10.000 sestercios, es decir 2.500 denarios. Si se toma el denario como más que probable valor del impuesto por cabeza, y se suman los niños no censados ​​y los esclavos, se encuentra con un total de unos 4.000 habitantes, número que propone Duncan-Jones igual a lo que había calculado Tarradell para una época un siglo anterior.

La misma familia de los Cornelios es la protagonista de un episodio notable en la historia. A partir de las anomalías que presenta la inscripción CIL II 3663, se ha sugerido la siguiente hipótesis: en el epígrafe aparecen tres generaciones de Cornelios: un abuelo, que tiene dos hijos (aunque sólo uno aparece en la inscripción), que le han dado dos nietos cada uno. ¿Por qué no aparece uno de los hijos en la inscripción? El historiador Flavio José (De bello Judaico, 6, 186-7) proporciona la explicación: En el año 70, durante la guerra contra los judíos, Vespasiano, proclamado emperador, dejó el mando de los ejércitos en manos de su hijo Tito y el 15 de agosto luchaban en los mismos muros del templo de Jerusalén. Entre los soldados estaban dos hermanos Cornelios.

En la narración de Flavio José se lee: “Algunos retrocedieron sobre los muros del pórtico, que era ancho, y se salvaron del fuego, pero los judíos los rodearon, y después de una prolongada resistencia, acribillados de heridas, finalmente murieron todos”. El último superviviente entre ellos, un joven llamado Longus, añadió un detalle de lustre a esta tragedia, y, si bien es cierto que cada uno de los muertos, tomados individualmente, fueron dignos de memoria, él destacó como el mejor.

Los judíos, admirados de su fuerza y, en cualquier caso, incapaces de darle muerte, le invitaban a que bajara donde estaban ellos y prometían respetarle la vida. Su hermano Cornelio, desde otro lugar, le recuerda que no deshonrarás su gloria ni la del ejército romano. Él le escuchó y, despegando la espada para que ambos ejércitos pudieran contemplarlo, se dio muerte. La muerte gloriosa de Longus permite atribuirle el testamento de la inscripción CIL II 3664. Y así se entiende que Cornelio pueda testar en vida de su padre, en virtud del peculio castrense.

En la inscripción se habla de la construcción de un acueducto, tal vez una Aqua Cornelia, que sería el aporte suntuoso de una familia ilustre de la isla, que había sido favorecida en el botín de la conquista de Jerusalén, al igual que los emperadores Vespasiano y Tito emprendieron la construcción del Coliseo de Roma a costa de los expolios de los judíos.

Aparte de la familia Cornelia y la de los Oculacios, cabe mencionar a los Sempronios, el más conocido de los cuales, Lucius Sempronius Senecio, además de haberse visto implicado en una acusación de fraude en el testamento de su amigo Tirón, que pertenecía en la orden senatorial, no sólo salió absuelto en un juicio presidido por el emperador Trajano en persona, sino que siguió una notable carrera política bajo el emperador Adriano, carrera que culminaría con el cargo de procurador de la provincia de Judea.

No se tiene documentado con certeza ningún miembro senador en Ibiza, salvo Tirón, aunque la inscripción EREB 12 presenta una nomenclatura, Claudia Vettia, altamente sospechosa, y todavía se atrevería a vindicar que el joven noble que reclama Galba (Suet. Galba, 10) en Cartagena viviera desterrado en Ibiza. Aún así, en este último caso, ya no se hablaría estrictamente de fuentes epigráficas.

No se tiene información sobre la estructura vial antigua en las islas. Sin embargo, se puede inferir que una vía principal, que los últimos estudios publicados de Costa parecen corroborar, tendría su inicio en la actual calle de Madrid, en línea recta con la puerta principal, ubicada en la plaza del Sol, y sería la que conduciría a Portmany y al norte de la isla.
Se puede especular que otra, aproximadamente coincidente con la actual vía Romana, donde estarían ubicados los monumentos funerarios más notables y donde se ha encontrado la mayor cantidad de epigrafía funeraria, en sintonía con la necrópolis del Puig des Molins, llevaría indudablemente al sur de la isla y al núcleo industrial probablemente más relevante de la época, las salinas.

Fuentes: Voy@ibiza (AfM), Jaume Juan Castelló, Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera (EEiF)
Imagen superior: Lápida funeraria hallada en la hacienda de sa Creueta, de la ciudad de Ibiza
Foto: (EEiF) Extraído de Epigrafía romana de Ebusus


Lápida romana dedicada a Lucio Semproni Apolonio, médico

Epigrafía Romana (III)

No está confirmado que la inscripción del emperador Constantino sea un miliario. Si lo fuera, debería estar relacionada con esta vía de comunicación.

En el ámbito cultural, la persistencia poco común de las monedas bilingües (en púnico y latín) probablemente indica algo más que un deseo de destacar o mantener una postura a favor de la autonomía que ya es poco justificable.

Tal vez indica un estado de romanización bastante limitado, especialmente en la población rural, o, en otras palabras, una notable prevalencia de la lengua púnica en la isla. Además de las leyendas citadas en las monedas, también se dispone de indicios epigráficos de esta probable situación lingüística.

Una de las familias romanas más presentes en las inscripciones es la de los Oculatii. Este gentilicio presenta en otros lugares del Imperio las variantes Oclatii y Ocratii.

Una de las características peculiares que se manifiestan en los hablantes de latín del norte de África es el desarrollo de una vocal de apoyo entre grupos consonánticos, fenómeno fonético conocido como anaptixi.

Pues bien, es en esta área donde es más frecuente la aparición de la variante Oculatii en lugar de Oclatii, y ciertamente también en Ebusus. Pero, además, en los titule picti de la Cueva Negra de Fortuna, atribuibles en principio a algunos de ellos a dos ebusitanos, uno de ellos un Oculacino, aparecen al menos cuatro ejemplos de este fenómeno en unas pocas líneas de texto.

De todo esto, se puede deducir que en la isla se mantuvo, al menos durante un cierto tiempo, el uso de la lengua materna en contacto con el latín ya bien avanzado en el siglo I y tal vez el II dC, o al menos que el latín de los habitantes de la isla tenía un acento bien delator de su origen. También la onomástica permite relacionar usos ebusitanos con el sistema utilizado en el área de la antigua metrópoli cartaginesa.

Varios autores comentan que, en África, la pervivencia de la onomástica líbica y púnica, muestra del uso tardío del alfabeto semítico, no necesita de muchas demostraciones, y es una de las series más significativas los nombres teóforos o nombres que en forma de participio expresan ideas de éxito, suerte, felicidad o superioridad.

Repasando las listas de Ibiza, se encuentran los ejemplos de Apollonius, Apollinaris, Crescens, Restituta, Servinus y el dudoso Optatus, todos ellos presentes en las listas de J. M. Lassère. Sin embargo, contrastando con esta hipotética pervivencia de los rasgos lingüísticos púnicos, se encuentran ya desde el siglo I d. C. dos testimonios que ilustran la temprana relación de la isla con la cultura romana, más concretamente con la manifestación cultural más estrechamente relacionada con el dominio de la lengua: la literatura.

Por un lado el pretorio Julio Tirón, honrado en Ebusus por Sempronio, ciudadano éste ciertamente ibicenco perteneciente a la orden ecuestre; de la otra Tirón, de la orden senatorial, es mencionado por Suetonio entre el selecto grupo de rétores que consta en el índice de su De Grammaticis et Rhetoribus. Naturalmente sería importante poder asignar a Tirón un origen ebusitano, pero a principios del s. XXI casi nadie lo acepta debido a su adscripción a la tribu Galeria, que no es la de Ebusus.

El otro testimonio es el que se conoce por las inscripciones de la Cueva Negra. En este conjunto epigráfico rupestre figuran dos personajes ibicencos, Annius Crescens y Oculatius Rusticus, que a la fuerza deben ser autores de algunos de los textos que se pueden leer.

Entre los que firmaron más cerca, dos se destacaron, que son más que simples grafitis comunes en lugares de expresión literaria popular. Si los textos son de los ibicencos, serían los primeros testimonios literarios que la isla ha producido. Se trata de una poesía culta, de factura correcta, de cierta inspiración, incluso de notable belleza; el primero de estos breves poemas presenta la fórmula de dístico elegíaco: Nympharum latices alios restinguitis ignes, /me taman ad fontes acrior urit amor.

Y el segundo está formado por dos hexámetros dactílicos: Vota reus Veneri Nymphis convicía mujer. / Nilo pecante laticas. Paphien placato: valebios. (1. Otros fuegos son los que apagan ustedes, aguas de las ninfas; lo que está a mí, junto a las fuentes el amor me abrusa más salvaje. 2. Tú, mientras no cumplas los votos que le debes a Venus , ya puedes hacer reproches a las ninfas. No tienen ninguna culpa las aguas. Aplaca la Pafia. Sanarás.)

Otros aspectos relacionados con otras artes no parecen tener presencia en la epigrafía. Sin embargo, hay que señalar que la existencia de una base de estatua preparada para la escritura y moldurada pero anepígrafa hace suponer la existencia de talleres lapidarios en la isla con el personal cualificado que esto supone. Y entre los oficios documentados cabe mencionar uno bien especializado e importante: un médico, seguramente al servicio de la familia de los Sempronios.

Entre lo que se puede calificar de curiosidades, destaca una pieza rescatada de los restos de un naufragio en aguas pitiusas que, por su rareza y porque el material en el que se había construido es madera, sorprende a todo el mundo que se haya podido conservar en el mar. Se trata de un sello con inscripción destinado a dejar las indicaciones pertinentes en el material con el que se tapaban las ánforas.

En cuanto a los espectáculos se tiene una sola noticia: los juegos que deben celebrarse anualmente en conmemoración del aniversario de Cornelius Longus por disposición testamentaria. La palabra ludi puede hacer referencia a varios tipos de juegos, entre los que no se pueden descartar juegos de circo o de gladiadores, aunque la cantidad destinada, 6.000 sestercios, a un interés máximo del 12%, es decir, 720 sestercios anuales , daría para muy poca cosa. Por eso es arriesgado pensar en estructuras permanentes para este tipo de espectáculo.

Otro aspecto que atañe a la epigrafía son las falsificaciones o interpretaciones poco afortunadas, que a menudo han perpetuado errores en los libros de historia, como la ya mencionada confusión que Ebusus pudo ser el nombre antiguo de Perpinyà. También se tienen ejemplos de este estilo que afectan a Ibiza.

La lectura de CIL II, 3660 PROCOS II CUERPO ORDO EBVSIT, es interpretada por A. Agustí como proconsule Liconiensis ordo, de donde sale un ordo Liconiensis, que sugiere una ciudad en Ibiza llamada Liconium o Liconia.

Al igual que la lectura DNME de la misma inscripción, que debe resolverse en Devotus numini maiestatique eius, se ha resuelto como Domino nostro merenti, o incluso Domino nostro Mercurio, que reforzaría la teoría de Mercurio rehecho por Marco Aurelio.

Como es evidente, la epigrafía ebusitana en lengua latina ilumina muy notablemente, sobre todo a partir del momento en que la isla cae definitivamente en la órbita del imperio romano.
Como señala M. Mayer en el prólogo a la obra de R. Zucca Insulae Baliares, si bien para el papel de las islas en época republicana las fuentes historiográficas y arqueológicas son un elemento de primer orden, el análisis de la época imperial debe tener muy presente todo el conjunto de datos suministrados por la epigrafía, ya que suelen ser las inscripciones los hilos conductores de su reconstrucción histórica.

Fuentes: Voy@ibiza (AfM), Jaume Juan Castelló, Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera (EEiF)
Imagen superior: Lápida romana dedicada a Lucio Semproni Apolonio, médico
Foto: Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera



Lápida honorífica del año 107 aC. que había estado situada en la hornacina de la izquierda del portal de ses Taules, y que ahora se encuentra en el Museo Arqueológico de Ibiza

Imagen superior: Lápida honorífica del año 107 aC. que había estado situada en la hornacina de la izquierda del portal de ses Taules
Foto: Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera


Lápida funeraria romana encontrada en el puig des Molins y que se utilizó en la pared de una noria islámica

Imagen superior: Lápida funeraria romana encontrada en el puig des Molins y que se utilizó en la pared de una noria islámica
Foto: Foto: (EEiF) Extraído de Epigrafía romana de Ebusus


Lápida romana de la hornacina derecha del portal de les Taules

Imagen superior: Lápida romana de la hornacina derecha del portal de les Taules
Foto: Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera



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