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Eivissa desde el Mar: Ilustración del Archiduque Luís Salvador

Historia Contemporánea (I)

A principios del siglo XIX, la isla de Ibiza recibió las influencias, tímidas, de las políticas iniciadas en el siglo anterior por los ilustrados que trataban de modernizar y racionalizar este territorio. Así, puede decirse que en 1800 Ibiza todavía no se diferenciaba mucho de la sociedad de la época moderna.

De todas formas, la economía insular empezaba a tomar una tendencia abierta al exterior, gracias a la constante actividad de los astilleros de la capital ya la existencia de una activa marinería. Se puede decir que la centuria del XIX significará para Ibiza un notable cambio social, económico y cultural.

Demográficamente, se asistió a un gran avance en el número de pobladores: de los 15.000 de finales del siglo XVIII, se pasará a los 26.000 de finales del XIX, y ello a pesar de movimientos emigratorios causados ​​por crisis de producción y de subsistencia en el campo ibicenco. 7.000 personas llegarán a emigrar hacia Argelia y Latinoamérica.

La conflagración conocida como Guerra del Francés (1800-1812), tuvo escasas repercusiones en Ibiza, salvo algunos episodios marítimos, como fue el célebre caso de la presa del Felicity, barco de la armada inglesa, capturado en la boca del Puerto de Ibiza por el barco capitaneado por Antonio Riquer Arabí, un espectáculo que la población pudo contemplar desde las murallas de Ibiza.

Otra de las repercusiones que tuvo la Guerra del Francés fue la de acoger a refugiados políticos españoles y prisioneros franceses (en 1812 llegaron 168, procedentes de Mallorca), aunque no hay datos que su presencia en Ibiza fomentara ningún cambio, como era de esperar en personas de espíritu liberal como aquellas. Algunos de los religiosos que no quisieron vivir bajo el régimen liberal en el Estado español estuvieron alojados en el convento de Sant Domingo.

El primer período constitucional que existió en el Estado español, el de las Cortes Constituyentes de Cádiz (1810-1813), que acabaría divisando la Constitución de 1812, contó con la presencia de algún personaje ibicenco en su seno: Josep Ribes Ribes (1763-1831), cura josepí, fue como diputado liberal (a partir de 1810) y el obispo Blas Jacobo Beltrán, fue como diputado conservador por Aragón en la segunda convocatoria de este período (1813), como reacción a las disposiciones laicas de la Constitución de 1812. El breve período constitucional permitió la declaración del Ayuntamiento constitucional de Ibiza (noviembre de 1812), único ayuntamiento constituido, al margen del de San Juan de Labritja.

El primer decenio del XIX se vio en Ibiza un cierto resurgimiento de los planes de mejoras de los ilustrados, pero la restauración del totalitarismo con la llegada al trono de Fernando VII hizo que las instituciones oficiales y la sociedad hicieran un retroceso de 180 grados, con la consiguiente destrucción de los signos de la etapa de la Ilustración.

En cuanto a la Iglesia de la primera mitad del XIX, los obispos ibicencos siguieron con las ansias modernizadoras de sus antecesores ilustrados, aunque con poco éxito. Desde Eustaquio de Azara (1788-1794), encabezaron la diócesis de Ibiza y Formentera Climent Llócer (1795-1804), Blas Jacobo Beltrán (1805-1815), Felipe González Abarca (1816-182) 1831-1852). A partir de 1851 el obispado se encontraba en situación de extinción y el concordado pasó la administración al obispado de Mallorca. De 1852 a 1928 sólo hubo en las Pitiusas vicarios capitulares.

El fenómeno de los enfrentamientos entre el campo y la ciudad, que siempre habían existido, se agravó en el primer tercio del siglo XIX. Así, se pueden constatar revueltas campesinas documentadas en los años 1806, cuando las autoridades de la Villa de Ibiza pretendieron cobrar las contribuciones atrasadas de años anteriores, cuestión que ocasionó que hombres armados del campesinado exigieran su exención, con resultado infructuoso y encarcelamientos y condenas.

En 1810, hubo un conflicto similar al anterior; también en 1821 y 1822, este de mossons, habitantes de Dalt Vila, contra banyaculs, habitantes de los barrios marineros de Sa Penya y la Marina; en 1823, 1824, 1835, año de la revuelta carlista, durante la cual se concentraron 300 sublevados en la cruz de Portmany, con dos de sus jefes ejecutados, y en 1868, contra la reina Isabel II. Estas revueltas campesinas tuvieron como motivo la reivindicación de derechos y la protesta organizada contra los impuestos abusivos, y tuvieron lugar en momentos de malas cosechas.

Bajo el reinado del absolutista Fernando VII (1808 y 1814-1833), Ibiza vio el reconocimiento del Seminario, que se convirtió en un verdadero foco cultural a lo largo del siglo XIX. El Trienio Liberal (1820-1823) comporta la primera expulsión de los padres dominicos, en 1820, afincados en Ibiza desde el s. XVI. La marinería ibicenca tomó parte en las conflagraciones de este período de lucha ideológica. Así, en 1822, hubo la expedición con tres barcos armados de Antoni Riquer en Cartagena, bastión liberal acosado por los Cien Mil Hijos de San Luis, que eran tropas francesas que habían acudido en auxilio de Fernando VII. El marino Riquer acabó sufriendo la represión conservadora después de 1823.

Las técnicas de la principal actividad productiva, la agricultura, no habían cambiado respecto a centurias anteriores, aunque las expansiones demográficas obligaron a cultivar nuevas tierras (muchas de ellas con rendimientos escasos), con una posterior crisis agraria en la segunda mitad del siglo y con una tímida introducción de nuevos cultivos.

En cuanto a la industria, Ibiza no siguió el proceso industrializador de otras tierras, como puede ser el caso de Catalunya o de Menorca y Mallorca, y fue un sector muy reducido, aunque existieran intentos modernizadores y diversificadores de la producción.

En 1833 significó la instauración de un régimen liberal, encabezado por la reina Isabel II (1833-1868). Una de sus consecuencias más palpables fue la instauración de un nuevo mapa administrativo: fruto de una intención centralista y ordenadora nueva, respecto a la situación desde la Edad Media, surgen las provincias y los municipios; así, se creó la provincia de las islas Baleares, con capital en Palma, cuyo alcalde será, además, el jefe político provincial; por otro lado, un Estado alejado de las islas y desconocedor de su organización territorial tradicional, decidió crear los actuales municipios siguiendo sus propios criterios.

El hecho es que, durante mucho tiempo, la inmensa mayoría del pueblo desconoció este hecho, señal de la falta de desarrollo de las administraciones creadas, y siguieron rigiéndose por las divisiones habituales (vendas`'véndes', parroquias, etc.). En todos los municipios se desconocía el nombre del alcalde, salvo casos puntuales del municipio de Ibiza y, sobre todo, a partir de final de siglo.

Además, los liberales gobernantes en el Estado profundizaron en el proceso de desamortización de los bienes eclesiásticos (comenzado a finales del XVIII, pero sin muchos efectos prácticos), en el que destacó la desamortización del jefe de Gobierno, Mendizábal. En Ibiza, una de las principales actuaciones afectó al convento de los padres dominicos, lo que permitirá el establecimiento del Ayuntamiento de Ibiza, en 1835, además de la desaparición de la escuela que tenían.

Conviene tener en cuenta que en Ibiza en manos de las órdenes religiosas o de la Iglesia ha habido pocos bienes. La Iglesia perdió la potestad de recaudar los diezmos y diez fincas, cuyas únicas era propietaria. La desaparición de los diezmos comportó pocos beneficios para los campesinos ibicencos, dado que se vieron obligados a pagar impuestos estatales.

En 1845, el gobernador provincial, Maximiliano Gibert , visitó Ibiza y dejó constancia de un estado de infraestructuras malo y de una economía productiva demasiado anticuada. En el campo de la economía se fundó en 1845 la Sociedad Económica de Amigos del País Las Pitiusas, aunque no obtuvo resultados tangibles. En cuanto a la enseñanza, se puede observar la apertura en 1861, en la Marina, de la primera escuela pública, en respuesta a la ley Moyano, promulgada por el Estado en 1846; el mismo año que está puesta en funcionamiento la escuela de niñas. En cuanto a la enseñanza secundaria, en 1865 se abrió el Colegio de Segunda Enseñanza, dependiente del Institut Balear.

El mundo de la información vio la aparición del primer periódico ibicenco: El Ebusitano, en 1846.

Cambios en las comunicaciones comienzan a posibilitar que Ibiza vaya saliendo de un sistema anticuado y limitado; así, en 1852 se inició el servicio de un barco correo con Mallorca, que comunicó ambas islas con una periodicidad semanal; en 1860, se estableció la línea telegráfica que unía Ibiza con Palma y con Valencia; finalmente, en 1861, se iniciaron las obras de la carretera que debía unir la ciudad de Ibiza con la villa de Sant Antoni de Portmany.

En este período empezaron a aparecer cambios en la fisonomía urbanística de la capital insular, ya que en 1846 se permitió que los edificios del barrio de la Marina alcanzaran una mayor altura de la que tenían permitida hasta entonces; pero este barrio necesitaba una expansión, que debería producirse hacia poniente. Así, en 1848 se inició la construcción del primer ensanche de la ciudad no amurallada: el Poble Nou de la Marina. Para hacer posible este hecho, la corona autorizó esta urbanización con la condición de que la estacada (muro que separaba la ciudad del campesinado y que transcurría sobre el trazado de la actual calle Guillem de Montgrí, desde la orilla del mar hasta las murallas), se situara al final del nuevo barrio. La segunda empalizada apareció en 1857, e iba desde el comienzo de la calle de la Creu hasta las murallas, siguiendo lo que es el dibujo de la calle del Conde de Rosselló. A poniente, se sembraron plátanos (árboles conocidos en Ibiza con el nombre de "alameras", lo que haría que el futuro Paseo Vara de Rey recibiera popularmente el nombre de s'Alamera). En 1861 se inició la remodelación de la plaza de la Constitución, donde se inauguró, en 1873, el mercado de verduras y pescado (hasta el momento situado en la plaza de Vila, en Dalt Vila).

La economía ibicenca vio en el inicio de la segunda mitad del XIX, intentos renovadores y calamidades. En cuanto a estas últimas, en 1846 será conocido como "el año malo", debido a unas pésimas cosechas en el campo, y en 1870 empezó a detectarse la plaga de la filoxera en Ibiza, que afectó a buena parte de los viñedos de la isla y que siguió haciendo estragos hasta la década de los ochenta.

Respecto a las mejoras, lo principal fue la desamortización del gobierno del sexenio democrático (1868-1874). Esta revolución progresista tenga la ayuda de un levantamiento popular, el hostigamiento de las autoridades conservadoras y militares del momento, y puso fin al turbulento período del reinado de Isabel II. El nuevo gobierno progresista decidió desprenderse de las salinas, en 1871, en subasta pública con un precio de venta final de 1.162.020 pesetas a una compañía mallorquina; esta privatización de las salinas permitió, más tarde, que el ingeniero Eugenio Molina emprendiera unas obras de mejora que permitieran el definitivo relanzamiento productivo de esta actividad extractiva. Aquel ingeniero había puesto en funcionamiento, en 1871, unas minas de extracción de galena argentífera en Sant Carles de Peralta, que estuvieron activas hasta finales del XIX. Cerca del cementerio de Vila se estableció una fábrica de productos químicos, que ocasionó no pocas molestias y sustos por su peligrosidad.

En febrero de 1873, se estableció la Primera República, hecho que en Ibiza tuvo escasas repercusiones, excepto para los del Casino Republicano Federal, que lo celebraron e intentaron que se respetara el marco republicano, que duró poco tiempo, porque en enero de 1874 , el general Pavía dio un golpe de estado y restauró la monarquía.

El inicio del segundo tercio del XIX fue un momento muy importante para la historia y el conocimiento de Ibiza. En 1867 llegó el archiduque Luis Salvador de Austria. Su importancia radica en las impresionantes descripciones etnográficas que dejó y en la difusión entusiasta de las señas de identidad de Ibiza: paisaje, arquitectura, costumbres, música. Lo recogería en su magna obra, "Die Balearen en Wort und Bild geschildert" (Leipzig, 1869-1891). Además, se le puede considerar el primer turista de Ibiza, en una época en la que sólo existía una fonda en el puerto de Ibiza. Volvió los años 1885 y 1898.

La Restauración de la monarquía borbónica se inició como proyecto pseudodemocrático destinado a consolidar el reinado de Alfonso XII. Se inició un período en el que se sentaron las bases de las transformaciones económicas en las Pitusas del primer tercio del s XX. Apareció, aún tímidamente, una burguesía en la ciudad, primero en la Marina y más tarde en el Eixample urbano, con intereses económicos en el comercio, el almacenamiento y el tráfico naviero.

La ascensión definitiva de esta emergente clase social acontecerá en los años veinte, con el elemento determinante de la familia Matutes, en la estrella del ascenso de Joan March a Mallorca.

Por otro lado, empezarán a surgir reducidos núcleos de asociacionismo obrero en Vila y ses Salines (aún no se pueden llamar sindicatos). En 1897 se produjo la primera huelga conocida en Ibiza, la de los salineros, en protesta por la reducción del precio del jornal.

Sin embargo, la sociedad pitiusa seguía siendo eminentemente rural, dedicada a la agricultura, la ganadería y la pesca, y en general ajena a los procesos sociopolíticos urbanos. La política de este período se caracterizó por el clientelismo, entendido como relación desigual entre patrón y cliente que implica una protección del primero y unas obligaciones y fidelidades por parte del segundo.

El turno pacífico de partidos establecido por el Pacto de El Pardo (1885) entre conservadores y liberales implicaba que regularmente los caciques activaban sus redes de clientes para conseguir apoyo electoral. En cierto modo, el cacique era el nexo de unión entre la sociedad rural y las instituciones. A menudo, los adversarios electorales no tenían ninguna relación con las islas, caso que se dio en las elecciones de 1879, en las que el banquero madrileño Fernando Velasco fue derrotado por Antoni Palau.

(EEiF) Maurici Cuesta i Labèrnia [MCL], Artur Parron Guasch [APG]
(AFM) Voy@Ibiza
Imagen superior: Eivissa desde el Mar: Ilustración del Archiduque Luís Salvador
Foto: Varios red


Vista de ses Salines desde la serra de Can Xumeu: Ilustración del Archiduque Luís Salvador

Historia Contemporánea (II)

El monopolio político de liberales y conservadores (se trata de oligarquías competitivas diferenciadas únicamente por matices ideológicos y por intereses económicos) se mantuvo hasta 1913, cuando se inició la crisis y la división de los partidos dinásticos. Fue entonces cuando empezó la progresiva sustitución de los caciques tradicionales por una nueva élite política y económica, representante de un capitalismo moderno, pero que a su vez no abandonó prácticas de caciquismo y clientelismo.

La estructura de la propiedad condicionó fuertemente la economía pitiusa. La agricultura y la ganadería eran, básicamente, de subsistencia y predominaban las explotaciones por el sistema de mejoras en los alrededores de Vila y en las mejores tierras de la isla, y la pequeña propiedad en Formentera. Así, hubo un alto índice de emigración masculina hacia América latina y en el norte de África el primer tercio del s XX. Sólo con la crisis económica de los años 1930 se redujo la tendencia migratoria de los pitiusos.

Uno de los factores básicos históricamente en la economía pitiusa son las Salinas. Su privatización en los años 1871 (las de Ibiza) y 1897 (las de Formentera) implicó la modernización en los medios de producción; se convirtieron en uno de los primeros terrenos donde se dio una explotación verdaderamente capitalista y, por tanto, uno de los primeros ámbitos de contestación social.

En la última década del s XIX se observa una recuperación económica marcada por el aumento demográfico (especialmente en Vila y Formentera), la mejora de las comunicaciones por carretera y en el puerto (con la finalización de obras en 1912), la exportación por vía marítima de productos como sal, almendras, algarrobas, ganado y algodón y la instalación de fábricas de jabón, de fideos y otras pastas y de hielo (1894) y de un aserradero de madera. Esta relativa bonanza económica tuvo que enfrentarse pero con la filoxera de 1891 y la quiebra de la Sociedad Mercantil y Caja de Préstamos (es Banc des Casino) en 1895.

Las primeras décadas del siglo XX fueron dominadas, en el ámbito político, por el caciquismo en las islas. La instauración de la dictadura de Primo de Rivera en septiembre de 1923 abrió un nuevo período de gobierno autoritario, de represión, pero también de cierta modernización económica, que vendió íntimamente relacionada con la consolidación de un reducido movimiento de oposición republicano y obrerista durante los años veinte. Así, la organización y el predominio político de las clases conservadoras locales agrupadas en torno a la oficialista Unión Patriótica y de grupos de base católica, guiados por Isidor Macabich, y fue puesta en peligro únicamente por diminutos núcleos obreristas en Vila y en las salinas y por un emergente movimiento republicano surgido de los círculos de la masonería local (el triángulo Sol Naixent fue fundado en 1928). Estos grupos de oposición se convirtieron en la base para la formación del Comité de Alianza Republicana de Ibiza el 25 de marzo de 1930.

En cuanto al terreno económico, la emigración siguió siendo uno de los fenómenos más destacados, por su incidencia en la sociedad pitiusa. Además, fue una de las causas de la llegada de ciertas ideologías de tipo reivindicativo, como el anarquismo. Se consolidan algunos espacios productivos como la exportación de almendras y cerdos, y la extracción salinera, se inició la industria turística (todavía de forma bastante testimonial) y se instaló la fábrica textil de Can Ventosa en 1925, con capital catalán. Así puede afirmarse que cuando a principios de los años treinta se inició la crisis económica a nivel mundial, las Pitiusas estaban en plena etapa de modernización productiva y de efervescencia de los movimientos sociales.

Esta última característica fue determinante durante la Segunda República, establecida en 1931. Poco antes, a principios de 1930, el general Primo de Rivera había dimitido, y fue sustituido por gobiernos de corta duración que no resolvían los problemas de la última etapa de la Restauración. Además, la oposición al régimen vislumbraba los próximos logros, que tuvieron los precedentes en el levantamiento de Jaca y la firma del pacto de San Sebastián, por parte de las principales fuerzas políticas republicanas. Este clima de cambios provocó el autoexilio del rey Alfonso XIII.

Cuando el 14 de abril se instauró la República, en las Pitiusas la hegemonía del bloque conservador era indiscutible: los grupos republicanos eran muy débiles y el obrerismo organizado era testimonial. En las convocatorias electorales del período republicano, el comportamiento fue bastante diferenciado en Ibiza y en Formentera. Mientras que en Ibiza la derecha tradicional y los liberales de Matutes ganaron todas las elecciones, en Formentera el dominio político del anarcosindicalismo salinero se convirtió en esencial para la victoria de las izquierdas, excepto en las elecciones de 1933 cuando los anarquistas decidieron con la suya abstención la victoria de la derecha, opción que experimentó un proceso de progresiva fusión y de sustitución de los antiguos políticos y caciques (Lluís Tur i Palau y Carles Roman) por una nueva generación más ligada al capitalismo moderno (Pere Matutes). De este proceso surgieron también pequeños grupos de extrema derecha, como los tradicionalistas y la Falange Española. También se produjo una consolidación en Ibiza de la izquierda, aunque nunca alcanzó la fuerza suficiente para convertirse en hegemónica.

El Comité de Alianza Republicana se dividió a lo largo de 1931 en varios partidos republicanos; por su parte, la agrupación local del Partido Socialista creado en agosto de 1931 y dirigido por Benjamín Costa “Laieta” y Vicent Colom, no alcanzó el centenar de afiliados y los núcleos comunistas surgidos a partir de 1933 fueron siempre muy reducidos . En cambio, el activismo anarcosindicalista en las salinas de Ibiza fue en aumento, siguiendo la estrella de las de Formentera, donde de la mano de Josep Ferrer Tur “Andreuet” se convertirán en el referente básico de la política local.

Los años treinta se caracterizaron en toda Europa por la crisis económica. El emergente desarrollo industrial en Ibiza se vio bloqueado con consecuencias como el paro, el bajón del comercio con la península y la necesidad de importar alimentos, carbón mineral y cemento. La tradicional solución de emigrar al extranjero quedó anulada por el cierre de fronteras de los países receptores.
Fue en Vila, auténtico núcleo del comercio isleño, donde la crisis y las diferencias sociales se reflejaron más en la vida cotidiana. Esta división comportó una serie de conflictos sociales y políticos (huelgas, ataques al patrimonio eclesiástico...) y llegó a su culminación con la Guerra Civil.

El 18 de julio de 1936 se produjo un golpe de estado al que se sumaron los mandos militares de las Pitiusas (en ese momento el capitán Rafael García Ledesma ejercía accidentalmente como comandante militar). Se inició entonces la represión de los sectores republicanos y de izquierda; muchos militantes y simpatizantes fueron encarcelados, pero sin alcanzar el nivel represor de la posterior ocupación franquista.

Los días 7 y 8 de agosto se produjo el desembarco de las tropas republicanas, provenientes de Barcelona y Valencia, dirigidas por Alberto Bayo y Manuel Uríbarry en Formentera y en Pou des Lleó. La operación formaba parte del proyecto de asalto a Mallorca, que se presentaba como zona de capital importancia estratégica en la guerra. La incapacidad de los efectivos nacionales, dirigidos por el comandante Juli Mestre, para hacer frente a los desembarcados propició una fácil ocupación de las islas, y la instauración de nuevas instituciones fieles a la República. Así, los nuevos ayuntamientos fueron regidos por comisiones gestoras del Frente Popular y se creó un tribunal revolucionario.

Pero fue el comité de milicias (instituido el 9 de agosto) el que alcanzó el poder político absoluto a nivel pitiuso. Formado por representantes de las diversas tendencias del bando republicano y encabezado por el comunista Antoni Martínez Juliana, dividió sus funciones en cuatro secretarías: cultura, industria, orden público y abastecimientos. Las disposiciones del Comité tenían su base en las directrices del ministerio correspondiente, pero siempre se intentaba que su aplicación no alterase la necesaria normalización de la vida cotidiana.

Tras el desembarco se inició la persecución de las personas comprometidas con el levantamiento, lo que agravó el éxodo hacia el interior de la isla iniciado ya durante la ocupación nacional. Asimismo se procedió a la expropiación de locales propiedad de los grupos de derechas ya la incautación de cuentas bancarias; pero sobre todo fue la persecución de los representantes de la Iglesia y la destrucción de sus símbolos lo que peor efecto causó entre la población local. Aunque la Iglesia se había presentado como legitimadora del golpe, era una institución tradicionalmente vinculada a todos los aspectos de la vida cotidiana isleña. En total, veintiún sacerdotes fueron ejecutados en las Pitiusas y la mayoría de los templos sufrieron la destrucción de imágenes y el incendio.

El hecho más grave y recordado del período de ocupación republicana son los llamados hechos del Castillo. Después de un bombardeo nacional en Vila que causó unas cuarenta víctimas, la noche del 13 de septiembre se produjo el ametrallamiento de los encarcelados en el castillo de Dalt Vila, donde murieron noventa y tres hombres, entre políticos de derechas, militares, sacerdotes, comerciantes y otros civiles. A partir de la misma noche del día 13 se produjo la salida apresurada de las tropas republicanas y de docenas de familias pitiusas hacia las costas de la península y el norte de África.

Hasta el día 20 de septiembre las Pitiusas estuvieron aisladas, sin contacto alguno con el exterior. Ese día llegaron al puerto de Ibiza en el barco Ciudad de Palma las tropas nacionales (dos compañías de la Legión de Mallorca, dos falangistas y los Dragones de la Muerte, cuerpo paramilitar dirigido por el fascista italiano Arconovaldo Bonaccorsi (el conde Rossi). inicia entonces la definitiva ocupación franquista de Ibiza y Formentera.Se repusieron los cargos municipales y la Falange se convirtió en el grupo monopolizador de la burocracia del nuevo estado franquista, siguiendo los modelos de partido único de los fascismos italiano y alemán. salió reforzada, ya que obtuvo el control de la educación y una relación privilegiada con la jerarquía política.

Inmediatamente se inició también la represión de los elementos fieles a la República. En unos primeros momentos las tropas italianas y mallorquinas tuvieron un especial protagonismo, junto con la ciudadanía local que aprovechó para poner en marcha revanchas personales contra amigos, vecinos y familiares. Esta represión fue realizada bajo la complicidad de las nuevas autoridades, hasta que a mediados de octubre inició sus funciones el Juzgado Militar de Instrucción en el Gran Hotel (más conocido, después, por hotel Montesol), que dio un marco legal y legitimador a la represión, que siguió siendo desproporcionada y brutal hasta abril de 1937.

Uno de los elementos más significativos de la represión en las Pitiusas (aparte de los fusilamientos, los años de prisión, la represión de funcionarios, el exilio...) fue el campo de concentración de Formentera, que se instaló en la Sabina entre 1939 y 1942. El campo de concentración de Formentera (es Campament) fue, seguramente, el centro de detención más terrible de Baleares.

La represión contaba con la dirección y apoyo de la Comandancia Militar y de los ayuntamientos, entonces dirigidos por el jefe local de Falange, por lo que no existía separación entre el partido único y las instituciones. Las antiguas oligarquías locales se integraron sin demasiados problemas en el entramado burocrático franquista para no perder el prestigio y el poder tradicional y aprovechar la nueva situación de monopolio político. El papel de los ayuntamientos fue muy importante a la hora de la propaganda del nuevo régimen y de las funciones de beneficencia: nombres de calles, monumentos, movilización en los días señalados, etc.

La política autárquica del nuevo régimen y el hecho de estar aisladas provocaron, en las Pitiusas, una situación alarmante de hambre y escasez que obligó a las autoridades baleares a solicitar la colaboración de los mallorquines (Menorca permanecería fiel a la República hasta el 1939). Hasta bien entrados en los años cuarenta, la crisis de las subsistencias no quedaría medianamente resuelta.

En cuanto a la reanudación de una cierta actividad industrial en Ibiza, hasta 1946 no se puso en marcha de nuevo el proyecto de un Foment del Turisme (dirigido por Cèsar Puget). Al año siguiente ya existían seis hoteles y quince pensiones en la isla.

En cuanto a la Guerra Civil, hay que decir que Ibiza y Formentera jugaron un papel casi marginal en los eventos; la excepción se encuentra en el bombardeo del barco alemán Deutschland, el 29 de mayo de 1937 en el puerto de Vila por parte de la aviación republicana, que provocó un incidente de escala internacional y tuvo como consecuencia inmediata el bombardeo nazi de la ciudad de Almería días después.

Los años cuarenta transcurrieron en Ibiza y Formentera, como en el resto del país, de forma oscura, rodeados de miseria material, de hambre, de un ambiente militarizado y con la sensación de que, pese a los cientos de muertos, presos y exiliados pitiusos que todavía había, fueron los de fuera quienes habían estorbado la paz tradicional de las islas.

Al empezar la década de los cincuenta, la sociedad ibicenca había cambiado poco respecto a los primeros años del s XX. En aquella época tuvieron mayor trascendencia, para Ibiza, los cambios que propugna el gobierno de Francisco Franco que la propia dinámica insular, dado que aquellas reformas posibilitaron un proceso económico modernizador y el establecimiento de un marco favorable a la implantación del fenómeno del turismo de masas, tan significativo para Ibiza desde los años sesenta.
En 1953 el Estado español firmaba con el gobierno de Estados Unidos de América acuerdos para la ayuda económica y militar a cambio del asentamiento de bases aéreas y navales estadounidenses en territorio español. La apertura internacional que iba produciéndose culminaba, momentáneamente, en la admisión de España a la ONU en 1955, sin que el régimen se hubiera visto en la necesidad de realizar cambios sólidos. En 1951, el Estado había iniciado las primeras medidas liberalizadoras y en 1954 se conseguía, a nivel estatal, que el PIB por habitante superase al de 1936.

(EEiF) Maurici Cuesta i Labèrnia [MCL], Artur Parron Guasch [APG]
(AFM) Voy@Ibiza
Imagen superior: Vista de ses Salines desde la serra de Can Xumeu: Ilustración del Archiduque Luís Salvador
Foto: Varios red


Vista de Ibiza: (AISME) - Arxiu Històric d'Eivissa i Formentera

Historia Contemporánea (III)

Los grandes cambios tuvieron lugar a partir de 1957, cuando entraron en el gobierno del general Franco un grupo de jóvenes tecnócratas, provenientes del Opus Dei, que emprendieron medidas diversas, concretadas en los Planes de Estabilización -el primero, en 1959- . Un año antes, el Estado español había sido admitido en el Fondo Monetario Internacional, cuestión muy importante para el posterior desarrollo turístico, dado el factor determinante que jugaba en Europa, hasta finales del s. XX, la relación entre las monedas de los mercados emisores y receptores, generalmente favorables a estos últimos; asimismo, España también ingresó en la OCDE y en el Banco Mundial.

Ahora bien, no deben desmerecerse los tímidos avances que iban teniendo lugar en la sociedad ibicenca. Por ejemplo, en 1955 se aprobaron el proyecto de construcción del nuevo Instituto de Enseñanza Media de Ibiza -el actual Instituto de Santa María-, el asfaltado del primer tramo de la carretera a Sant Antoni -desde el paseo de Vara de Rey hasta la fábrica de la Calcetería Hispánica, la actual Can Ventosa- y la compra de los terrenos de la finca de sa Bodega para ubicar la vieja demanda del campo de deportes; el establecimiento de una zona industrial en los márgenes de la carretera de Ibiza a Sant Antoni; la génesis urbanística de lo que se convertiría en barrio de Ca n’Escandell; se gestionaban unas instalaciones para el suministro de energía eléctrica, que terminarían concretándose en la actual central eléctrica de GESA.

A nivel social, la obra más importante de ese año fue la construcción del grupo de 92 viviendas de protección oficial al inicio de la avenida de Isidor Macabich, en Vila, promovida por la Obra Sindical del Hogar. Fueron inaugurados en la única visita de Francisco Franco como jefe del Estado a la isla, el 9 de octubre de 1955. Esta estancia fue bien preparada y esperada por los poderes fácticos de la isla con motivo de la coronación de la imagen de la Virgen de Santa María, pero no tuvo mucha repercusión en el talante de la sociedad de la Pitiusa mayor.

El 1958 fue el año en el que se inauguraron las instalaciones del aeropuerto de Ibiza (es Codolar), las de mayor trascendencia en la historia de la isla, en el rumbo que emprendería su sociedad, en la marcha de su economía, en el marco territorial y ambiental vigente hasta entonces y, también, determinantes por su fuerte impacto sobre la lengua y la cultura.

En un primer período se estableció conexión directa con aeropuertos del Estado español y, a partir de 1966, empezó a recibir directamente vuelos provenientes de aeropuertos internacionales, lo que permitió que la isla se abriera a un mundo cada vez más interrelacionado; la llegada de nuevas ideas e influencias y, sobre todo, de contingentes de turistas, en vuelos de línea regular o chárter, fue configurando, inexorablemente, uno de los destinos turísticos estacionales de masas de mayor importancia en todo el Mediterráneo. Como consecuencia de la apertura del aeródromo, el número de visitantes se triplicó: pasó de los 8.132 de 1954, a los 38.500 de 1960, oa los 1.544.000 de 1973. En 1983, el aeropuerto de Ibiza registró 2.334.453 pasajeros.

Sin embargo, en los años cincuenta ya existía una reducida infraestructura de alojamiento; así, en 1951 existían 415 camas en Ibiza: 181 en Vila, 206 en Sant Antoni y 28 en Santa Eulària, que corresponderían a unos 4.868 viajeros ya unas 27.360 estancias.

El desarrollo del fenómeno del turismo de masas, desde los años sesenta, representó muchos cambios para Ibiza. Se pasó de una sociedad agraria a una sociedad fuertemente terciarizada -incluso más que las islas de Menorca o Mallorca- en la que el peso de las actividades primarias fue desapareciendo drásticamente; se implantaron infraestructuras de alojamiento (hoteles, hostales y apartamentos) en las pequeñas villas isleñas y, sobre todo, en la primera línea de la costa, especialmente la más baja -quedó al margen la de la cordillera de es Amunts-, deshaciendo -se el secular modelo territorial ibicenco, en el que la mayoría de la población vivía en el interior de la isla sin hacer un uso residencial del litoral; además, empezaron a aparecer urbanizaciones, la mayoría sólo habitadas en los meses de verano y edificios de gran altura -como el inaugurado en Sant Antoni de Portmany, en 1963, de 14 plantas-, paseos marítimos en las localidades costeras -el de Vila se inauguró en 1969-, carreteras que las unían con las incipientes zonas turísticas.

La falta de efectivos demográficos para tal proceso de desarrollo y la falta de disposición de la población local a realizar de mano de obra, comportará la llegada -dirigida, en muchos casos, por parte de empresarios ibicencos- de contingentes de población proveniente de regiones meridionales del Estado español. Así, la población de Ibiza vivió un proceso de crecimiento bien acelerado. De 1960 a 1975, Ibiza registró un incremento poblacional del 42% (de 34.500 a 49.000 habitantes).

La apertura del aeropuerto y las medidas económicas del régimen franquista posibilitaron la época conocida como el primer boom turístico (1960-1973), caracterizado por ser llevado a cabo por empresarios locales con la colaboración de los operadores turísticos extranjeros que , de este modo, conseguían con su inversión directa tener camas suficientes para hacer frente al crecimiento de la demanda; este crecimiento se basó en la construcción acelerada de hoteles.

Las tasas de crecimiento de esos años fluctuaban entre el 20% y el 30% anual acumulativo. En 1970 había 113 hoteles y 182 hostales, pensiones y casas de huéspedes, con un total de 31.081 plazas en Ibiza. Sólo en tres años, de 1968 a 1970, se abrieron en Ibiza 56 nuevos hoteles, con 15.456 plazas, tres veces más de las construidas 30 años antes.

Hay que tener en cuenta que en las islas Baleares el desarrollo fue urbanístico-turístico, conjugándose la expansión de la oferta de acogida con la de la oferta residencial, con la inversión de muchos constructores y promotores a la vez en la flamante industria turística .

Esta bonanza se vio afectada por un hecho ajeno a las Islas: la crisis del petróleo, comenzada en 1973, significó el fin del primer boom turístico y un paro en ese espectacular nivel de crecimiento de la demanda y la oferta. Hasta 1978, las cifras de entrada de pasajeros por vía aérea no superaron las de 1973. Se puede decir que ese año empezó el segundo boom turístico, que fue hasta 1987.

En 1980, los establecimientos hoteleros eran 328, con capacidad para 40.450 plazas; los apartamentos y campings tenían 36.663 plazas. Fue un crecimiento basado en la construcción de apartamentos turísticos.

Por lo que respecta a la Iglesia, la sociedad ibicenca de los años 1940 y 1950 vivió en un clima bastante influenciado por la interferencia política del régimen franquista, que impuso los valores de la moral católica y la castellanización cultural. La exaltación católica originó un reavivamiento de la religiosidad, en la que destacaron las manifestaciones externas, como las procesiones.

En Ibiza fue un hecho primordial la reimplantación del obispado (en 1927 se había dado el carácter de administración apostólica en la sede episcopal, finalizada en 1851) en 1950, con el nombramiento del hasta entonces administrador apostólico, Antoni Cardona Riera “Frit”. La figura más importante de la iglesia ibicenca del segundo tercio del siglo fue la de mosén Isidor Macabich Llobet, canónigo archivero, que destacó en el campo de la concienciación religiosa de la isla y en la búsqueda de la historia de Ibiza.

En el campo de la cultura, conviene tener en cuenta que Ibiza había tenido una tradición asociativa débil, excepto en el campo religioso. Sin embargo, en 1949 un grupo de intelectuales, en colaboración con el Ayuntamiento de Ibiza, fundó el Instituto de Estudios Ibicencos, adscrito al Instituto José María Quadrado, dependiendo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

La entidad adoptó como publicación la que con el nombre de Ibiza, venía publicando la Sociedad Cultural y Recreativa Ebusus y se estructuró en secciones. Sin embargo, el Instituto de Estudios Ibicencos no se convirtió en una entidad reivindicativa en favor de la lengua y la cultura de Ibiza hasta la década de los setenta.

El resurgimiento de la entidad se sitúa en 1970 cuando un grupo de jóvenes ibicencos se preocupó. En 1971 se inició la Fiesta de la Noche de San Juan. En 1972 se publicó el Curso de iniciación a la lengua, de Marià Villangómez, obra que debería servir de guía para las primeras experiencias de enseñanza del catalán después de la Segunda República, y empezó a publicar la revista Ibiza. La entidad pasó a recibir el reconocimiento de la denominación en catalán en 1974, año en que empezó a organizar el Curso Ibicenco de Cultura.

Hay que remarcar que la propia sociedad ibicenca iba despertándose lentamente de la castellanización impulsada por el régimen y, progresivamente, fueron apareciendo autores literarios que crearon en catalán, siguiendo los pasos de Mariano Villangómez, como es el caso de Josep Marí o de 'Isidor Marí. El campo de la investigación se vio dinamizado por personas como Antoni Costa y Ramon, Joan Marí Cardona, Rosa Vallès Costa, etc. En el campo de la música, apareció el grupo musical UC.

En Ibiza, de igual modo que en el resto de las islas Baleares, se desarrolló una fuerte conciencia de preservación de los espacios naturales en los años 1970. La sociedad isleña ya empezaba a ver claro uno de los efectos más patentes del desarrollo turístico: la amenaza que representaba para las áreas más destacadas ecológicamente el posible establecimiento de edificios destinados a alojamiento o usos residenciales.

El caso más emblemático fue el de la campaña de protección de ses Salines, en peligro por la voluntad de Ibifor -la empresa gestionadora de la extracción salinera- de construir apartamentos, en connivencia con algunas de las autoridades del época y con el visto bueno del proyecto de plan general de ordenación urbana de San José de sa Talaia.

Ahora bien, conviene no desvincular ese primer ecologismo civil de la oposición al último franquismo y la aparición de plataformas políticas democráticas organizadas. Así, en Baleares fue muy característica esa identificación de movimiento proteccionista con la demanda de libertades generales y democráticas.

En la Semana de Solidaridad Ecológica, convocada por el Instituto de Estudios Ibicencos, se defendía la figura del Parque Natural de ses Salines (las Salinas). Se creó la Comisión de Defensa de ses Salines, integrada por colectivos profesionales y civiles y partidos políticos. La máxima muestra de este movimiento ecologista civil fue la campaña “Salvem ses Salines”, cuyo momento más pletórico fue la manifestación del 29 de octubre de 1977, cuando unos 2.000 ibicencos salieron a las calles de Ibiza, en la primera manifestación legal desde la Segunda República.

En Ibiza las actividades antifranquistas fueron escasas, aunque crecieron al final de la Dictadura; se caracterizaron por iniciativas relativamente exitosas, como fue la Junta Democrática y la creación de la cooperativa agrícola Es Nostro Camp, impulsada por Joan Calvera i Vehí, ambos hechos ocurridos en 1974, o la aparición de los primeros núcleos del sindicato Comisiones Obreras, en 1973 .

Los años setenta y ochenta significaron culturalmente, por Ibiza, una profundización en un proceso con dos vertientes: por un lado, el intento de mantenimiento de las manifestaciones culturales tradicionales y autóctonas y de la transformación de la producción cultural local afrontando los nuevos retos del mundo cultural y los formatos que le permitan un mayor conocimiento interno y externo. Por otro lado, la consolidación de la producción de las diversas culturas que se han venido asentando en el territorio insular desde los años sesenta.

Así, con respecto al primer proceso, se tendrá que destacar el trabajo realizado por los integrantes de la nueva etapa del Instituto de Estudios Eivissencs, que se añadieron al grupo inicial que ya se ha mencionado; en el campo de la creación literaria destacan Joan Castelló, Enric Fajarnés Cardona, Josep Planells Bonet, Antoni Marí Muñoz, Jean Serra y Enric Ribes. En el campo de las artes se puede reseñar Vicent Ferrer Guasch, Anoni Pomar, Vicent Calbet y Rafael Tur Costa. En teatro, cabe destacar la aparición del Grupo Amateur de Teatre (GAT).

En la segunda vertiente del proceso cultural, se consolidan manifestaciones culturales en las diversas lenguas y culturas que se dan en Ibiza. Escritores, pintores, ceramistas, artesanos y otros creadores ven esta tierra como lugar de residencia y de inspiración para su creación, a veces acercándose a la cultura ibicenca y, en demasiadas ocasiones, viviendo de espaldas.

Así, no debe extrañar que empiecen a aparecer medios de comunicación en inglés o alemán, galerías de arte destinadas básicamente al consumo de los nuevos residentes, edición de libros en lenguas alóctonas, etc. Mientras, cada vez se va arraigando más el número de pobladores de origen español, y esta lengua va ganando esferas de presencia y comunicación.

Otro aspecto a destacar, en el campo de la enseñanza, es que paralelamente al proceso del incremento de la presencia de la lengua catalana en los niveles obligatorios del sistema educativo, se instalan en Ibiza colegios para las comunidades inglesa, alemana y francesa, orientados también a otras nacionalidades presentes en la isla.

Un aspecto con importantes repercusiones a largo plazo para la cultura y la ciencia en Ibiza es la llegada de un número no despreciable de jóvenes ibicencos al mundo de la universidad. Es a partir del inicio de la transición que el contingente de jóvenes ibicencos matriculados en universidades se incrementó notablemente. También puede constatarse el aumento de la presencia de docentes de Ibiza en universidades, si bien en un número reducido.

Desde mediados de la década de los sesenta hasta los primeros años setenta, Ibiza vivió un período de bonanza económica y de crecimiento como nunca se había visto. La terciarización de la economía significó la apertura de numerosas empresas, en detrimento de los demás sectores productivos.

(EEiF) Maurici Cuesta i Labèrnia [MCL], Artur Parron Guasch [APG]
(AFM) Voy@Ibiza
Imagen superior: Vista de Ibiza: (AISME) - Arxiu Històric d'Eivissa i Formentera
Foto: Varios red



Frente a la Iglesia (Francesc Blasi)

Imagen superior: Frente a la Iglesia
Foto: Francesc Blasi


Payesas en el campo: (Francesc Blasi)

Imagen superior: Payesas en el campo
Foto: Francesc Blasi


Entrada al Puerto de Ibiza: (Francesc Blasi)

Imagen superior: Entrada al puerto de Ibiza
Foto: Francesc Blasi



La Ibiza de los años 80 (Derek Ridgers)

Imagen superior: La Ibiza de los años 80
Foto: Derek Ridgers


Personajes de la Ibiza de los años 80 (Derek Ridgers)

Imagen superior: Personajes de la Ibiza de los años 80
Foto: Derek Ridgers


La Ibiza de los años 80 (Derek Ridgers)

Imagen superior: La década de los 80 en Ibiza
Foto: Derek Ridgers



Barrio de Sa Penya y entrada al puerto de Ibiza (Josep Soler)

Imagen superior: Barrio de Sa Penya y entrada al puerto de Ibiza
Foto: Josep Soler Soler


Escaleras y fuente en sa Drassaneta, hacia Dalt Vila (Josep Soler)

Imagen superior: Escaleras y fuente en sa Drassaneta, hacia Dalt Vila
Foto: Josep Soler Soler


Playas nudistas de Ibiza (Josep Soler)

Imagen superior: Playas nudistas de Ibiza
Foto: Josep Soler Soler



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