Necrópolis del Puig des Molins, Ibiza

Necrópolis Púnica, Eivissa


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Cartel indicativo de la Necrópolis de Puig des Molins

Necrópolis del Puig des Molins
(I)

La necrópolis del Puig des Molins fue el cementerio de la ciudad de Ibiza durante toda la antigüedad, por lo que no sólo es la necrópolis feniciopúnica y romana más extensa de la isla de Ibiza, sino también el yacimiento arqueológico más importante de las Pitiusas, tanto por su extensa superficie, como por ser el lugar en el que se han llevado a cabo las campañas de excavaciones más importantes y, en consecuencia, donde se han realizado los hallazgos más abundantes y espectaculares.

Situación y descripción del yacimiento
Está situado en un pequeño macizo montañoso en el SO de la bahía de Ibiza ya poniente del puig de Vila, formado principalmente por calizas compactas gris-azuladas del jurásico superior, que forma una pequeña cresta con tres elevaciones de 61, 47 y 41 m s.n.m. , la cual recibe el nombre genérico de Puig des Molins.

El topónimo deriva de la existencia, desde al menos el s XIV, de antiguos molinos harineros de viento en la cima de la cresta, aunque los que se conservan en los primeros años del s XXI, fuera de uso desde mediados de s XX, datan de los s XVIII y XIX.

Antiguamente eran llamados los molinos de Poniente (molins de Ponent), denominación que los diferencia de los de Levante (molins de Llevant), que estaban más hacia el sur de la ciudad fortificada y de los que sólo se conserva el basamento de algunos.

El yacimiento arqueológico ocupa únicamente la vertiente septentrional de la elevación central y se extiende desde su cima, donde parece haber el límite meridional del cementerio, hasta el pie de la colina, enlazando con el ensanche de la ciudad de los años setenta del s. XX. La necrópolis se situó a unos 500 m de distancia del recinto fortificado de Dalt Vila , donde está emplazada la ciudad desde su fundación por los fenicios, a mediados del VII aC.

Así, la ciudad, en lo alto del puig de Vila, se encontraba separada de la necrópolis por un accidente geográfico, en este caso una vaguada que a su parte septentrional corresponde en 2008 a la calle de Joan Xicó, en el primer tramo de la vía Romana y calles adyacentes.

De este modo, como es habitual en las ciudades fenicias, la ciudad de los vivos y la ciudad de los fallecidos formaban dos partes indisolubles del mismo conjunto urbano: ambas estaban próximas entre sí, plenamente a la vista la una de la otra, pero nítidamente separadas, lo que parece tener que ver con ciertas supersticiones sobre la impureza de los difuntos.

La colina donde se ubica la necrópolis antigua tiene una fuerte pendiente hacia el mar por el lado sur, vertiente ya casi totalmente urbanizada y que en el siglo XIX fue recortada por la cantera de Es Clot Vermell que, afortunadamente, no llegó a afectar al yacimiento.

En la vertiente septentrional del monte, donde se concentran las sepulturas púnicas, la roca aflora por muchos lugares y parece que en el pasado no debía tener tanta vegetación como los primeros años del s XXI, porque siglos antes era también llamado puig Erm.

Cabe destacar el hecho de que después de su abandono como cementerio el puig des Molins no fue objeto de urbanización ni de otro uso que alterara su estructura original, dado que desde la época medieval hasta los años sesenta del s XX fue una zona de cultivos.

Sin embargo, cabe decir que el puig des Molins fue incluido en los proyectos de ampliar las fortificaciones de la ciudad por poniente de los ingenieros militares que trabajaban para la corona. Así, en 1727, el ingeniero francés Simon Poulet de Montsoison diseñó una nueva línea fortificada en zigzag, que arrancaba del mar, cerraba la Marina, pasaba paralela al recinto fortificado renacentista hasta el baluarte de Sant Jaume y desde allí continuaba hasta la cima del puig des Molins, donde se remataba con un fortín en forma de herradura.

Posteriormente, en 1740, el ingeniero Joan Ballester de Zafra diseñó un nuevo proyecto parecido al anterior, pero en este caso en la cima del puig des Molins se proyectaba un pequeño bastión triangular para una batería y, desde allí, la línea de fortificación continuaba hacia el sur cerrando hasta el mar.

Ninguno de estos proyectos llegó nunca a realizarse, por lo que el puig des Molins continuó únicamente como zona de cultivos. Como consecuencia de la explotación agrícola durante los últimos siglos, la vertiente fue dividida en bancales delimitados por márgenes de piedra seca, muchas de las cuales fueron desmontadas durante las excavaciones arqueológicas de principios del siglo XX.

En toda la superficie se plantaron árboles frutales, sobre todo olivos, pero también almendros, algarrobos e higueras, a menudo dentro de los pozos de acceso de las tumbas.

Testimonio de este pasado campesino es la pequeña casa campesina conocida como es Porxet, que se conserva cerca de la cima del monte, dentro del recinto enrejado, frente al molino del mismo nombre.

La existencia de esta casa está bien documentada en la cartografía de la primera mitad del s XVIII, pero su construcción podría datar de finales del s XVI o inicio del XVII y ha sufrido diversas ampliaciones y pequeñas reformas a lo largo de su existencia.

(EEiF) Benjamí Costa Ribas [BCR], Jordi H. Fernández Gómez [JFG]
Imagen superior:
Cartel indicativo de la Necrópolis de Puig des Molins
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)

Detalle de cuevas en el exterior

Necrópolis del Puig des Molins
(II)

En los primeros años del s XXI, como ya hace décadas que se detuvieron los trabajos agrícolas, el yacimiento se encuentra cubierto por una capa de sedimento con una espesa vegetación arbustiva formada por especies autóctonas, como el romero, la mata, la ruda, la hierba sana, el hinojo, la rompepiedra, la tapadera, etc., que esconde la mayor parte de las tumbas existentes.

De éstas, alrededor de 400 son visibles desde el exterior, en su mayoría son púnicas, de pozo y cámara excavadas en la roca, llamadas hipogeos.

Sin embargo, el número de los hipogeos realmente existentes —sin contar otros tipos de sepultura— se estima en unos 3.000, a partir de muestreos de densidad en distintos puntos del yacimiento.

En el interior de la zona conservada, sólo algunos derrumbamientos de algunas cámaras, debido a la pobre consistencia de la roca caliza (piedra muerta), así como de la existencia en algunos puntos de antiguas canteras, ha alterado su integridad.

Fue aprovechando el hueco de la cantera más grande donde se construyó el edificio del Museo Monográfico del Puig des Molins, cuyos trabajos también afectaron a un número indeterminado de entierros, si bien, como han permitido comprobar las últimas obras en el edificio, sólo las paredes maestras se profundizaron lo suficiente para llegar hasta la roca y alterar las sepulturas antiguas, de tal modo que quedó en el subsuelo de sus salas una superficie sin excavar donde todavía se conservan inalteradas las tumbas existentes.

Sin embargo, en general el peor daño que ha sufrido la necrópolis para su integridad han sido los robos que han sufrido las tumbas, posiblemente desde la antigüedad, y de forma fehaciente desde la edad media en adelante.

Pero, en este sentido, la peor etapa de todas fue la de la primera mitad del s. XX, cuando, conocida su riqueza arqueológica a partir de las primeras excavaciones, se generó una demanda por parte de anticuarios y coleccionistas que dio lugar a la creación de brigadas de excavadores clandestinos —alguno de ellos participaba también en las excavaciones oficiales— que, buenos conocedores del yacimiento, revolvían las tumbas buscando objetos valiosos para venderlos en el mercado negro de antigüedades.

Estos saqueadores, para facilitar su labor, ya que sabían que vaciar cada pozo de hipogeo suponía el esfuerzo de mover una cantidad importante de tierra, y dado que conocían también que las cámaras de los hipogeos estaban alineadas unas junto a otras, agujereaban las paredes para poder pasar a una cámara vecina, de modo que impedían que su actividad fuera vista desde el exterior.

Así, cámaras originalmente sin otra abertura que el pozo de acceso se fueron comunicando unas con otras mediante agujeros, a veces de considerables dimensiones, haciendo que en ocasiones alcanzaran el aspecto de galerías de mina, distorsionando así su estructura y la fisonomía originales.

La secuencia cronológico-cultural
Los resultados de las campañas llevadas a cabo en las últimas décadas, así como la revisión de las antiguas excavaciones, sobre todo las de Carles Roman Ferrer entre 1921 y 1929, permiten reconstruir una secuencia cronológica del yacimiento, estructurada en diez fases arqueológicas que se desarrollan desde época arcaica, a partir de finales del s VII aC, hasta el final de la época medieval islámica.

PRIMERA: Fase fenicia (c 625/600 - 530/525 aC).

El comienzo del uso del puig des Molins como necrópolis corresponde al período en que los fenicios se instalaron en el posteriormente llamado puig de Vila y sus alrededores, a finales del s. VII a. C., para fundar un establecimiento en la bahía de Ibiza que constituyó el núcleo originario de la ciudad posterior.

El cementerio de este primer poblamiento se situó en la parte baja de la vertiente de la colina, en la zona NO del Puig des Molins, y tenía una extensión de al menos 6.000 m2 y que podría llegar, según algunas estimaciones, hasta unos 10.000 m2.

SEGUNDA: Fase púnica arcaica (c 530/525 - 450/425 aC).

La segunda mitad del s VI aC, con las ciudades de Oriente bajo dominio persa, también los centros fenicios del Mediterráneo central y occidental experimentaron profundos cambios y Cartago logró un papel de liderazgo.

Pero, además, tal y como parece suceder en otras ciudades de Sicilia, Cerdeña y tal vez también del norte de África, en Ibiza se produjo la llegada de contingentes de nuevo poblamiento, entonces púnico, posiblemente procedentes —por lo menos en parte— de la propia Cartago y su área de influencia, que se juntaron a la población fenicia ya existente.

De esta forma, Ibiza, hasta ese momento fenicia, se integró en el mundo púnico.

(EEiF) Benjamí Costa Ribas [BCR], Jordi H. Fernández Gómez [JFG]
Imagen superior:
Detalle de cuevas en el exterior
Foto: Ajuntament d'Eivissa

Algunas de las piezas expuestas en el Museo

Necrópolis del Puig des Molins
(III)

TERCERA: Fase púnica media o clásica, de auge (c 450/425 - 350/325 aC).

Esta fase fue la de mayor expansión de la necrópolis, que se extendió por toda la vertiente oriental y septentrional del puig des Molins, desde la cima hasta el comienzo del plano, hasta alcanzar una extensión aproximada de 5 ha. Incluso la antigua necrópolis fenicia fue invadida, por lo que muchos de los antiguos entierros de cremación fueron destruidos o cortados por la apertura de las sepulturas púnicas.

CUARTA: Fase púnica media o clásica, de decaimiento (c 350/325-200 aC).

A partir de la segunda mitad del IV a. C. se observa un marcado descenso en el número de entierros contabilizados, lo que dará lugar, por contraste con el intenso crecimiento de la fase anterior, a una etapa de aparente decaimiento, que también se ha constatado en otras necrópolis púnicas de la isla. Por una parte, los ajuares parecen reducir notablemente tanto su cantidad como su presencia en las tumbas, sobre todo durante el s III aC. Por otra parte, aparentemente disminuye también el número de entierros efectuados durante esta fase en el puig des Molins.

QUINTA: Fase púnica tardía (c 200-30/25 aC).

Esta fase en el puig des Molins es mejor conocida que la anterior. Empieza después del final de la Segunda Guerra Púnica, cuando la sociedad ebusitana empezó un largo proceso de integración progresiva en el Estado romano. En esta fase se encuentra perfectamente documentada la coexistencia de cremación e inhumación. Aunque la incineración de los cadáveres tal vez ya fue reintroducida en la fase anterior, es en el s II aC que se tiene bien documentada, aunque los datos indican que se practicó de forma minoritaria respecto a la inhumación. Los entierros podían ser depositados bien dentro de las antiguas cámaras de los hipogeos, de las cuales se calcula que en esta fase está en uso el 19,8% de las existentes -que estadísticamente equivale a una cifra de 594 hipogeos-, bien en fosas o agujeros excavados en el suelo.

SEXTA: Fase imperial romana antigua (c 30/25 aC-125/150 dC).

En esta etapa, la sociedad punicoebusitana dio los pasos definitivos hacia su transformación en romanoebusitana. Con la aplicación del decreto del emperador Vespasiano del año 74 d. C., con el que otorgaba el derecho latino a todas las ciudades hispanas que aún no eran colonias o municipios, la ciudad de Ibiza —llamada Ebusus por los romanos— dejó de fue federada para devenir el Municipio Flavium Ebusum , culminando así su proceso de romanización.

SÉPTIMA: Fase imperial romana media (c 125/150-300 d. C.).

Esta fase de la necrópolis del Puig des Molins, que comienza a mediados del II dC, aproximadamente, se solapa entre dos períodos históricos: el fin del Alto Imperio (31 aC-235 dC) y el comienzo del Bajo Imperio (235 -455 d. C.). Se caracteriza por la práctica en exclusiva de la inhumación, ya que la incineración dejó de realizarse en Italia, y después en la mayor parte del Imperio, a partir del inicio del s II dC. No se conocen con exactitud las razones de un cambio tan amplio y profundo en los usos funerarios, pero nada permite suponer que fuera consecuencia de un cambio significativo de la doctrina religiosa.

OCTAVA: Fase imperial romana final y antigüedad tardía (c 300-700 d. C.).

Esta fase arqueológica queda comprendida entre mediados del Bajo Imperio (235-455 dC) y los siglos de dominio vándalo y bizantino, que constituyen el período llamado antigüedad tardía (455-707 dC). Pero, a pesar de los acontecimientos políticos, los cambios de soberanía, por sus conocimientos, no parecen haber comportado cambios en los ritos funerarios.

NOVENA: ¿Fase de abandono? (s VIII-IX d. C.).

En este período parece romperse la secuencia de entierros en la necrópolis urbana, dado que hasta 2007 ningún conjunto funerario del puig des Molins o de sus cercanías ha podido ser fechado en este período; por eso se plantea la hipótesis de que se tratara de un período de abandono del yacimiento. De hecho, los s. VIII y IX d. C. constituyen un período completamente oscuro, tanto por la falta de yacimientos y materiales arqueológicos datables en aquellos siglos, como por la ausencia de las Pitiusas en las fuentes. Incluso algún investigador ha planteado que Ibiza y Formentera podrían haber quedado despobladas.

DÉCIMA: Fase medieval islámica (s X-XIII d. C.).

La última fase investigada hasta el año 2008 con metodología arqueológica en el puig des Molins corresponde a la ocupación andalusí del yacimiento, en época medieval islámica (902-1235). Las primeras excavaciones realizadas en la necrópolis ya pusieron de manifiesto la existencia de materiales andalusíes en el interior de los hipogeos, lo que tradicionalmente se había atribuido a las investigaciones que habían realizado los recién llegados de materiales valiosos en las tumbas. Sin embargo, si esto puede ser verdad en algunos casos, en otros pone de manifiesto, simplemente, el uso de los hipogeos como vertederos de desperdicios, u otras actividades todavía no bien conocidas.

(EEiF) Benjamí Costa Ribas [BCR], Jordi H. Fernández Gómez [JFG]
Imagen superior:
Algunas de las piezas expuestas en el Museo
Foto: Ajuntament d'Eivissa


Tumbas en el interior de una cueva

Tumbas en el interior de una cueva
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)



Detalle de piezas en exposición en el Museo

Detalle de piezas en exposición en el Museo
Foto: Ajuntament d'Eivissa



Detalle de excavaciones en el exterior

Detalle de excavaciones en el exterior
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)


Raor

Vista exterior junto edificio del Museo
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)

Figura de la diosa Tanit

Figura de la diosa Tanit
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)

Vista del edificio del Museo

Vista del edificio del Museo
Foto: Ajuntament d'Eivissa



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