Joan Roman Calbet
Personajes de Ibiza
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Joan Roman Calbet (I)
Joan Roman Calbet (Ibiza 1849 — Madrid 1910) fue un arqueólogo y político nacido en la calle Santa Maria de Dalt Vila, hijo de Eugeni Roman Ginard y de Josepa Calbet Joan. Debido a su inteligencia y afanes de estudio que mostró desde la infancia, fue enviado a cursar estudios primarios en el colegio de los padres escolapios de Valencia, donde permaneció dos cursos escolares en régimen de internado; después pasó al colegio de Montisió de Palma.
De vuelta a Ibiza, ingresó en el Seminario y finalizó los estudios de bachillerato en el Colegio de Segunda Enseñanza en 1869. A continuación se trasladó a Madrid para iniciar los estudios de derecho en aquella universidad, que finalizó en 1872 en la Universidad de Barcelona . Su tío materno Joan Calbet Joan sufragó gran parte de los gastos de sus estudios universitarios, ya que había logrado reunir una regular fortuna durante su larga estancia en Cuba, de la que pudo gozar en su madurez y ancianidad, de vuelta a Ibiza.
Durante sus estudios universitarios tuvo inquietudes intelectuales que sobrepasaron sus obligaciones académicas, las cuales plasmó colaborando de forma muy activa en periódicos y revistas de la época, tanto profesionales como de información general; así inició la publicación de ensayos jurídicos en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia de Madrid y colaboró en La Publicidad y La Vanguardia de Barcelona.
Finalizados sus estudios universitarios, fundó y dirigió en Barcelona La Enciclopedia, revista quincenal de filosofía, literatura, ciencias y artes, cuyo primer ejemplar salió el día de Navidad de 1873; sólo se publicaron unos pocos números, ya que, como afirma el historiador Josep Clapés, la publicación pronto murió a causa de los embates de los graves acontecimientos políticos de aquel tiempo: ese año, en febrero se produjo la renuncia a la corona española de Amadeo I y la proclamación de la Primera República, acontecimientos que hicieron surgir movimientos revolucionarios que desembocaron en el cantonalismo y en el resurgimiento de un carlismo batallador, que llevaron a auténticas guerras civiles, hasta que el general Pavía acabó el 1874 con la Primera República y abrió el camino a la Restauración.
Después de ejercer de pasante en Barcelona, Roman regresó a Ibiza, donde empezó a ejercer la abogacía. Entre 1874 y 1877 compatibilizó este trabajo con el de profesor del Colegio de Segunda Enseñanza, donde impartió clases de asignaturas tan ajenas a su formación como física y química, historia natural y fisiología e higiene, lo que demuestra la vasta formación cultural que poseía.
Al amparo de su influyente y progresista familia Calbet, ingresó en el Partido Liberal, por el que se presentó a las elecciones municipales de 1877, en las que salió concejal del Ayuntamiento de Ibiza y fue designado, por RO de 17 de diciembre de ese año, alcalde-presidente de la corporación, con únicamente 28 años, cargo que desarrolló hasta el 1 de julio de 1879, aunque continuó como concejal hasta la finalización de su mandato, en 1881, momento en la que abandonó temporalmente la política municipal para dedicarse plenamente a su bufete de abogado.
En 1883 se casó con Vicenta Ferrer Wallis, hija del abogado Josep Ferrer Oliver, de conocida familia ciudadana, con quien tuvo cinco hijos: Josepa (1886), Carlos (1887) —su continuador en política y arqueología—, Vicenta (1889), Eugenio (1891) y Juana (1895).
Fue designado en cuatro bienios diferentes juez municipal y durante alguno de estos períodos ejerció el juzgado de primera instancia e instrucción del partido. Cuando en 1888 se crearon las administraciones subalternas de hacienda, fue designado administrador de la de Ibiza.
En 1895 volvió a interesarse por la política local y se presentó en las elecciones; resultó elegido concejal, pero esta vez por el Partido Conservador. En las elecciones generales de 1896 fue presentado por el mismo partido como candidato a diputado, aunque fue derrotado por el pequeño margen de 89 votos. Estos vuelcos políticos no eran nada anómalos en aquellos tiempos de oscilaciones gubernamentales; basta decir que en los primeros comicios en los que Joan Roman, de origen liberal, se presentaba a diputado por los conservadores, su oponente, Fernando de Velasco e Ibarrola, lo hacía por los liberales, a pesar de que no sólo procedía del campo conservador, sino que incluso se había presentado como conservador en las anteriores elecciones y había sido elegido por el distrito de Ibiza en las de 1884.
Después de esta digna derrota, abandonó el Partido Conservador y no participó en los comicios de 1898 y 1899, pero al convocarse las elecciones generales de 1901, los liberales le designaron como su candidato. Aquellas elecciones celebradas el 19 de mayo tuvieron varias irregularidades además de unos resultados muy igualados; en principio se dio Roman como ganador y tomó posesión de su escaño el 2 de junio de 1901. Su contrincante, el conservador Pere Tur i Palau, impugnó las elecciones, que se anularon el 9 de abril de 1902 y se convocaron nuevos comicios en este distrito, por decreto de 22 de noviembre de 1902; en el mismo decreto se acordaba la fecha electoral del 14 de diciembre, aunque finalmente se retrasaron hasta el 21 del mismo mes.
Ganó Roman por abandono de Tur, después de la tozuda lucha mostrada por el escaño. De poco le valió el triunfo, ya que las Cortes se disolvieron en marzo de 1903. En abril de ese año se celebraron nuevas elecciones y Roman fue derrotado por Pere Tur.
Como aficiones, Roman se dedicó especialmente a la agricultura y a la arqueología; de ambas tenía amplios conocimientos. Las propiedades de terrenos rústicos de su esposa le obligaron a cuidarlos e intentó introducir sistemas modernos de cultivo y nuevas variedades de frutales.
(EEiF) Enciclopedia de Eivissa y Formentera
Jordi H. Fernández Gómez [JFG], [MLR/JFG]
Foto/retrato de Joan Roman Calbet
Foto: (EEiF)
Joan Roman Calbet (II)
En la finca de Fruitera del pueblo de Santa Gertrudis todavía quedan restos de algunas conducciones hidráulicas que realizó para aprovechar el agua de sa Llavanera.
Su dedicación a la arqueología la inició en plena juventud y empezó con la numismática, ya que por aquel entonces era fácil recoger un número importante de monedas únicamente con las innumerables acuñaciones de la seca púnica ebusitana.
Por su sólida formación en lenguas clásicas, también se interesó en un principio por la epigrafía, como queda reflejado en las numerosas anotaciones en los libros que de esta materia figuraban en su biblioteca, como son los de Antonio Agustín, Ambrosio de Morales, Jerónimo Zurita, Panvinio, etc. Cuando se dio cuenta de que las verdaderas autoridades en la materia eran los autores alemanes y que muchas de sus obras no le eran accesibles por no encontrarse traducidas, se dedicó con entusiasmo al estudio del alemán, lengua que llegó a dominar.
Cuando trascendió su interés por los restos arqueológicos y el acierto con el que los clasificaba, sus amigos y familiares le obsequiaron con muchos restos y los extraños se los vendían; así reunió muchas antigüedades, tesoretes y monedas que hasta ese momento no tenían ni un excesivo interés ni valor y que en poco tiempo le permitieron reunir la mayor colección arqueológica de las Pitiusas.
El gran número monetario punicoebusitano le llevó a la convicción de que estas monedas se habían acuñado en Ibiza y defendió de forma científica y enconada esta tesis, que ya había apuntado el padre Fidel Fita, ante la opinión contraria de Àlvar Campaner, la máxima autoridad de la materia en ese momento, que sostenía que aquellas monedas eran mallorquinas o menorquinas, aunque posteriormente reconoció su error.
Cuando el 17 de septiembre de 1903 se constituyó la Sociedad Arqueológica Ebusitana (SAE), los promotores le dirigieron un escrito en el que le solicitaban -dada su reputación como coleccionista- su colaboración, como donante o depositario de su colección; petición que contestó afirmativamente y con entusiasmo, aunque posponía la entrega de los fondos porque en ese momento estaba preparando la que sería su gran obra, Los números e importancia arqueológica de las Islas Pithiusas. En el escrito también les animaba en el proyecto de fundar un museo arqueológico, idea que el propio Roman ya había sugerido anteriormente al Ayuntamiento de Ibiza, para el que propuso incluso que fuera ubicado donde finalmente estuvo, en la plaza de la Catedral, en el edificio que había sido la sede de la antigua Universidad.
En su comienzo, las relaciones con la SAE fueron extraordinariamente cordiales, aunque terminaron con graves desavenencias; sin embargo, fue el primero y prácticamente el único presidente de la entidad hasta su muerte, aunque en el momento de la fundación Roman vivía en Barcelona y pronto pasó a residir en Madrid.
El cargo de director fue ofrecido primeramente a su tío Joan Calbet Juan, quien le rechazó alegando su avanzada edad, por lo que la junta directiva de la SAE se dirigió a Joan Roman Calbet, que aceptó con la condición de que Artur Pérez-Cabrero y Tur dirigiera los trabajos de arqueología; fue nombrado director de la entidad por acuerdo de la junta general de 25 de enero de 1904. Su aportación económica y de materiales arqueológicos a la SAE es, posiblemente, la principal razón de su permanencia en el cargo puesto que, a debido a sus prolongadas ausencias de Ibiza, únicamente asistió a dos de las reuniones de la junta directiva y nunca a una junta general.
Joan Roman fue su gran mecenas cuando esta institución se encontró en una situación económica bastante delicada hasta el punto de que se pensó en su disolución. Afortunadamente, Roman solucionó esta grave situación al hacerse cargo de los gastos de los dos jornaleros que desde 1903 trabajaban en las excavaciones que dirigía el vicedirector de la Sociedad Artur Pérez-Cabrero. De este modo, a partir de 1905, las excavaciones que se emprendieron en diferentes puntos de la isla fueron ya sufragadas por Roman Calbet, quien depositaba parte de los objetos encontrados en las excavaciones en el Museo de la Sociedad y otra parte en su propio domicilio, movido por el interés de poder recoger en una obra los hallazgos realizados en las Pitiusas.
Finalmente en 1906 dio a la imprenta su libro antes mencionado, del que se hizo una tirada de 1.200 ejemplares, en la Tipografía L'Avenç, de Barcelona. La obra fue dedicada a la SAE. Su gran formato, el número de páginas -343- y la multitud de reproducciones fotográficas de los objetos encontrados en las Pitiusas significaron una revolución editorial para la época, singularmente por la fidelidad de sus láminas y por la perfección de las fotografías. A pesar de ser el primer libro que trataba sobre la arqueología pitiusa, con particular dedicación a la numismática, fueron grandes los aciertos y las intuiciones contenidas en la obra.
Fue el primero en apuntar el importante culto a Bes en Ibiza y su vinculación con el topónimo de la isla. La obra fue remitida por su autor a importantes universidades, centros culturales nacionales y extranjeros y tuvo el mérito de promocionar Ibiza como el extraordinario asentamiento púnico que fue; este trabajo también le permitió darse a conocer como arqueólogo a dos congresos a los que acudió: el de Berlín de 1908 y el arqueológico de El Cairo en 1909, donde además llevaba la representación expresa de la SAE.
(EEiF) Enciclopedia de Eivissa y Formentera
Jordi H. Fernández Gómez [JFG], [MLR/JFG]
Portada del libro -Los Nombres é importancia Arqueológica de las Pythiusas
Foto: Varios red
Joan Roman Calbet (III)
También pronunció y organizó conferencias y exposiciones sobre la materia en el Ateneo de Madrid, en la Real Academia de la Historia y en otros centros culturales.
Todo ello ayudó a aumentar su fama en su ciudad natal y en 1907 el Ayuntamiento de Ibiza acordó nombrarle hijo ilustre y dedicarle más tarde una calle en Dalt Vila que antes era conocida como calle de las Monjas.
Si la SAE logró despertar un verdadero interés por las colecciones de antigüedades, también desató un afán de muchos forasteros en tenerlo mediante adquisiciones a ibicencos y excavaciones incontroladas. Roman Calbet era consciente de las limitaciones de la Sociedad Arqueológica, por lo que estaba interesado en conseguir que la colección reunida por la SAE y que era la base de la incipiente institución museística tuviera una estabilidad en el tiempo, y dados los problemas económicos , la Sociedad sólo lo lograría poniéndola bajo la tutela del Estado.
Por otra parte, Roman, que tenía parte de su colección privada depositada en el Museo de la entidad, sólo haría cesión en propiedad de los hallazgos y entrega de los que tenía en su propio domicilio siempre que, mediante donación expresa, el Museo de la SAE pasara a ser propiedad del Estado, y que en el futuro quedara bajo su tutela.
Ante esta situación y para evitar la disgregación de los materiales reunidos entre los miembros de la Sociedad en caso de su disolución, a propuesta del director y pese a las reticencias de algunos socios que veían peligrar su control sobre la SAE, la junta directiva, en sesión de 11 de diciembre de 1906, acordó apoderar a Roman Calbet para que iniciara los trámites para ceder la colección del Museo al Estado siempre que este último se hiciera responsable de su funcionamiento y mantenimiento, y única condición de que no salieran nunca de Ibiza los objetos que debían constituir el Museo.
Con fecha 8 de abril de 1907, Joan Roman, como director y apoderado de la SAE, ofreció al Estado la colección de materiales arqueológicos reunida por la Sociedad, sin otra prescripción que el acuerdo de la sesión de 11 de septiembre de 1906.
En el mismo escrito de ofrecimiento al Estado, Roman Calbet, actuando en nombre propio, propuso además instituir la Fundación Protectora del Museo Arqueológico, dirigida por una Junta de Patronato.
En el Real Decreto de 9 de septiembre de 1907 se aceptó la donación realizada por Roman en nombre de la SAE, por lo que a partir de ese momento el Museo quedó bajo la tutela del Estado a través del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, dirigido por un funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
Igualmente por aquel RD se instituyó la Fundación Protectora del Museo Arqueológico de Ibiza, que se constituyó el 8 de diciembre del mismo año y que estaba formada por ocho miembros, entre los que se encontraba un representante del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, otro de la Real Academia de la Historia, un tercero del Ayuntamiento de Ibiza, el cuarto elegido por el Ayuntamiento de Formentera y el resto de los foráneos, el quinto nombrado por la Comisión Provincial de Monumentos de las Islas Baleares y los tres restantes en representación de Roman Calbet.
Entre las funciones de la junta estaban las de dirigir las excavaciones en la necrópolis de Es Puig des Molins y en otros yacimientos de las islas, redactar el libro diario de las excavaciones y de los hallazgos que pudieran producirse, intentar la adquisición de materiales arqueológicos y procurar que no salieran de las islas, así como proponer el conservador del Museo, que sería nombrado por el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Algunos malentendidos surgidos en el momento de poner en marcha el museo, ya estatal, provocaron un contencioso entre Roman y la SAE, sobre todo debido a la composición de la junta del patronato de la fundación protectora del Museo Arqueológico de Ibiza, ya que Roman propuso a tres miembros de su familia —Eusebi Calbet, Isidor Macabich y Jacint Aquenza— de los doce que debían formar parte del patronato; ninguno correspondía a la SAE. Roman suponía, como así fue, que la SAE se disolvería una vez que la sustituyera en su cometido el nuevo museo oficial. El hecho de que el volumen de las aportaciones de Roman fuese muy superior al de las de la SAE influyó en esta decisión.
La SAE reconoció que la actuación de Roman había sido correcta en la tramitación de la cesión, pero las maniobras de sus adversarios políticos consiguieron que en la junta general de 31 de diciembre de 1909 se acordara no renovarlo en la dirección “ por no residir permanentemente en Ibiza”, cuando nunca lo había hecho a lo largo de su mandato, y acordaron designar nuevo presidente Bartomeu Ramon Capmany e investir al cesado como director honorario.
Cuando Roman recibió los dos telegramas de Macabich y Aquenza notificándole la noticia, le causaron un infarto del que murió al instante. Era el 4 de enero de 1910. Por todo ello no es de extrañar que las relaciones entre la familia Roman y la SAE fueran desde entonces extremadamente virulentas, tal y como se refleja en el opúsculo de Artur Pérez Cabrero i Tur. peligro, y en las cartas publicadas en la prensa por algunos familiares de Roman.
Afortunadamente la designación por parte del Estado de Carlos Roman Ferrer —hijo del difunto— como primer director del Museo impuso la paz.
(EEiF) Enciclopedia de Eivissa y Formentera
Jordi H. Fernández Gómez [JFG], [MLR/JFG]
Carpeta del expediente de 1907 por el que se aceptaba la donación al Estado del Museo Arqueológico de Ibiza hecha por Joan Roman Calbet y se creaba una fundación protectora bajo la dirección de un patronato, al que había de tener representación la Real Academia de la Historia
Foto: (EEiF)
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