Carlos Roman Ferrer

Arqueólogo, político y periodista de Ibiza

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El arqueólogo, político y periodista Carles Roman Ferrer

Carlos Roman Ferrer (I)

Carlos Roman Ferrer (Ibiza 1887 - 1939) fue un arqueólogo, político y periodista de Ibiza.

Nació en el número 9 de la calle Pere Tur de Dalt Vila. Era hijo de Joan Roman Calbet y Vicenta Ferrer Wallis. El padre transmitió, tanto a Carlos como al resto de hijos, sus inquietudes intelectuales y les dio una sólida formación —tanto a hombres como a mujeres— en lenguas extranjeras y a los chicos, estudios superiores, lo que pudieron realizar cómodamente gracias a sus prolongadas estancias en Barcelona y Madrid y la holgada posición económica del matrimonio.

Sus primeros estudios, los realizó en Ibiza, Barcelona y Madrid y después cursó estudios de filosofía y letras por indicación de su padre, que quería traspasarle sus inquietudes arqueológicas, interrumpiendo su vocación inicial de ingeniero industrial, carrera de la que ya había iniciado los estudios.

Antes de cumplir los 20 años ya había conseguido la licenciatura y cuando aún no tenía 21, en abril de 1908, ingresó por oposición en el cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, con lo que se cumplieron ampliamente las aspiraciones de su progenitor.

Probablemente reforzaron la elección de los estudios hacia la arqueología dos descubrimientos muy importantes: los de la cueva de Es Culleram y del yacimiento de s'Illa Plana.

El primero fue el 17 de julio de 1907 y Carlos Roman tuvo la oportunidad de asistir a las primeras excavaciones con la dirección de especialistas tan notables como el numismático Antonio Vives Escudero, Artur Pérez-Cabrero y su propio padre.

Roman ha dejado testimonio escrito de estos hechos; los restos arqueológicos fueron de los mejores que se han obtenido en Ibiza y fue el más importante en cuanto al número de piezas rescatadas, que superaron las 6.000 estatuillas de terracota y más de un millar de cabezas que correspondían a otras tantas.

El segundo hecho fue el inicio de los trabajos exploratorios en la Illa Plana, efectuados en diciembre de ese mismo año, con el feliz resultado de descubrir las peculiares y primitivas figuras sexuadas; Roman dio una extraordinaria importancia a este hecho por considerar que ese lugar fue el primer asentamiento fenicio de Ibiza, ya que su ubicación geográfica era la característica que buscaba ese pueblo de navegantes y de comerciantes en sus contactos iniciales con las poblaciones indígenas con las que comerciaban, por necesidades estratégicas y defensivas.

Después de su ingreso en el cuerpo oficial de arqueólogos como profesional al servicio del Estado y por no haber plaza vacante en Ibiza —el Museo Arqueológico de Ibiza que había fundado la Sociedad Arqueológica Ebusitana (SAE) ya había sido cedido al Estado, pero la plaza estaba ocupada por Rafael Vidal García-Román— fue destinado primero a A Coruña y a Alcalá de Henares después, para ocupar plaza en el Archivo Regional de Galicia y en el Archivo Central de Alcalá, respectivamente.
Tal vez estos primeros destinos no llenaron su vocación arqueológica, y así tuvo tiempo libre para dedicarlo a sus dos aficiones: el periodismo y la política, lo que le llevó a formar parte en A Coruña de la redacción del prestigioso diario La Voz de Galicia y a dirigir en la ciudad castellana El Heraldo de Alcalá.

En julio de 1911 y en un momento particularmente comprometido, fue nombrado por el Estado director del Museo Arqueológico de Ibiza. Era un momento difícil por varias razones: su padre Joan Roman había muerto repentinamente el año anterior después de ceder al Estado el museo que la SAE había ido formando a lo largo de los años, con el loable propósito de que fuera dotado de medios y de funcionarios; su progenitor había contribuido mucho a la creación de su fondo museístico, singularmente con los hallazgos de su finca de Can Partit, que comprendía la mayor parte de la necrópolis púnica de Es Puig des Molins.

Esta cesión, la confusión entre director y mecenas de la SAE, el protagonismo que se asignó la familia Roman en el patronato que debía regir la gestión del museo y la interpretación de las últimas voluntades de Joan Roman sobre algunos fondos arqueológicos propios originaron la conflictiva situación que puso de manifiesto Artur Pérez-Cabrero en su opúsculo Un Museo en peligro.

Esta comprometida situación por las suspicacias que había levantado su nombramiento como máxima autoridad del Museo desapareció rápidamente después de su toma de posesión por la decidida dedicación de Carles Roman al trabajo.

(EEiF) [MLR/JFG] Jordi H. Fernández Gómez
Imagen superior:
El arqueólogo, político y periodista Carles Roman Ferrer
Foto: (EEiF)

Portadas de algunos de los libros editados por el Museo

Carlos Roman Ferrer (II)

Al cabo de un año de su nombramiento ya había publicado la conocida obra Antigüedades ebusitanas. Fue Roman el primer arqueólogo profesional que se hizo cargo del Museo Arqueológico y el primer técnico que dirigió excavaciones oficiales en las Pitiusas.

Carles Roman desde su nuevo destino intentó, mediante un plan sistemático de excavaciones en la necrópolis de Es Puig des Molins, evitar la salida de objetos de la isla y la dispersión de sus materiales, ya que este yacimiento se encontraba sometido a la búsqueda de objetos por parte de coleccionistas privados con autorización oficial para realizar excavaciones y en la de saqueadores incontrolados.

Por Real Decreto de 25 de enero de 1913, obtuvo autorización para realizar excavaciones en el puig des Molins en el sector propiedad del entonces Ministerio de Guerra.

Los trabajos, que empezaron el 1 de septiembre, fueron paralizados por orden telegráfica del Ministerio de Instrucción Pública ante la reclamación formulada por Antonio Vives Escudero, que consideraba que únicamente él tenía derecho a realizar excavaciones en este yacimiento. Esta paralización, que duró hasta la resolución del pleito en 1921, en la práctica significó un período de saqueo incontrolado del yacimiento.

Roman, ante la imposibilidad de excavar en la necrópolis de la ciudad, inició la prospección de nuevos yacimientos en distintos puntos de la isla de Ibiza. De esta forma entre 1917 y 1921 realizó excavaciones en necrópolis rurales, siempre con el objetivo de recuperar materiales con destino al Museo, lo que era más factible en las áreas funerarias que en otros tipos de yacimientos.

De este modo, en 1917 excavó en la necrópolis púnica de Can Sorà; en 1918 dirigió los trabajos del collado de Cala d'Hort , Can Roques, Can Úrsul, Can Jondala, Can Joanet y Cas Vildo.

En 1919 volvió a excavar en el collado de Cala d'Hort, en casa de Jondala y en casa de Úrsul y posteriormente lo hizo en can Cardona y en las pequeñas necrópolis de época romana de sa Torrassa, can Sala, can Rempuixa, ca na Damiana y Can Savina, todas en el término municipal de San José de sa Talaia.

En 1920 se desplazó a la parroquia de San Lorenzo de Balàfia, término municipal de San Juan de Labritja, donde excavó en el yacimiento de Can Jai, en las necrópolis de Ca n'Arnau y en los pequeños cementerios de Can Ferrer, Can Vicent Carabassó y casa de Pere Tirurit. Ese mismo año, en el municipio de Santa Eulalia del Río, lo hizo en las necrópolis de Can Guasch, Can Vic y Ca na Polla.

En 1921 volvió al municipio de San José de Sa Talaia y excavó en las necrópolis de Can Vicent Jeroni, Can Berri d'en Sargento, Can Curt, Sa Barda y los yacimientos de Can Toni Tomàs, Cas Nadals, Sa Creu, can Rosa, Puig d'en Jaumet y en el Pujol Gros.

Ese mismo año de 1921, una vez resuelto el pleito con Vives y Escudero, emprendió los trabajos en la necrópolis de Es Puig des Molins, donde de forma prácticamente continuada excavó entre 1922 y 1929.

A partir de ese año cesaron las excavaciones importantes, ya que se suprimieron en los presupuestos generales del Estado de la partida correspondiente a las excavaciones en Ibiza, que se habían conseguido después de muchas gestiones e insistencia, aunque continuaron los trabajos exploratorios y clasificación de materiales hasta el inicio de la Guerra Civil.

De estas excavaciones se redactaron las correspondientes memorias, lo que permite conocer los excelentes resultados obtenidos; fueron publicadas por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.

Las excavaciones de Roman deben situarse en su contexto y con los medios y métodos de ese momento, muy alejados de los actuales pero siempre ajustados a la práctica científica de la época, lo que supuso un gran avance sobre tiempo anteriores en los que estos trabajos eran desarrollados por entusiastas aficionados.

Ejerció la arqueología con verdadera pasión y su principal obsesión era que Ibiza tuviera un museo suficiente y digno, donde se pudieran exhibir en condiciones sus fondos; por este motivo regaló al Estado los terrenos donde se encuentra el Museo Arqueológico del Puig des Molins que eran de su propiedad.
Impulsó de esta forma su construcción, que no pudo ver finalizada, aunque sí pudo asistir a su inicio en tiempos de la Segunda República.

(EEiF) [MLR/JFG] Jordi H. Fernández Gómez
Imagen superior:
Portadas de algunos de los libros editados por el Museo
Foto: Varios red

Imagen del 'cartel' exterior del Museo Arqueológico de Ibiza

Carlos Roman Ferrer (III)

Sin abandonar sus vocaciones u obligaciones arqueológicas, se dedicó también a la política desde el momento en que llegó a Ibiza como director del Museo. Era liberal y fue elegido diputado en el Congreso por este partido en 1916 y reelegido en las elecciones de 1918, 1919 y 1923, hasta la dictadura de Primo de Rivera, con la que se negó a colaborar. Sus adversarios fueron primero los conservadores y después la fracción disidente de su propio partido, que se instauró en Baleares bajo el patrocinio de Joan March Ordinas. Su actuación política fue extremadamente popular, incluso populista. Para sus campañas electorales llevó a Ibiza uno de los primeros automóviles que circularon por sus carreteras y vino como pasajero solitario en el primer hidroavión que amaró en aguas ibicencas, el 3 de julio de 1921, comandado por el italiano Guarnieri .

Su labor política fue positiva para las Pitiusas y sobre todo para sus electores, en una época de marasmo, ineficacia y caciquismo, en la que la administración únicamente se movía a partir de recomendaciones y favoritismo. Su innata simpatía, la formación social y cultural y su prolongada condición de diputado le permitieron intimar con los principales políticos de la época, y su cordial franqueza y sencillez le hicieron asequible para el campesino más irascible y para el marinero más esquivo; estuvo siempre rodeado de una fiel corte de amigos y devotos partidarios de todas las clases sociales.

No buscó en la política el crecimiento personal ni el escudo protector de actividades económicas que nunca tuvo. No admitió ningún cargo político, salvo el de diputado que le otorgaron sus electores, aunque le ofrecieron reiteradamente. Prácticamente dilapiló su fortuna con rumbosas campañas electorales y mantuvo un generoso nivel de vida con sus amigos, lo que le permitía su condición de soltero empedernido. En las elecciones impuso una escalada de cuidados a los electores —buñuelos, ensaimadas, chocolatadas, cafés, locomoción...— que sufragaba de su propio peculio y que en aquel tiempo de crónica escasez eran muy celebradas.

No se plegó a los tejemanejes caciquiles y tal vez por eso llegó a sufrir un atentado en San Rafael cuando hacía un mitin preparatorio de las elecciones de 1923 —que ganó—, por disparos de escopeta, que le dejaron malherido. En esa legislatura fue célebre su intervención en el Congreso cuando se opuso a que se admitiera el acta de March como diputado, por su condición de notorio contrabandista.

Tras la dictadura de Primo de Rivera la nueva legislación electoral de la República que diluía la personalidad política de las Pitiusas en la provincia de Baleares el privar de los triunfos, que antes, en un distrito reducido como el partido judicial pitiuso, obtenía de forma regular y reconocida. De todas formas logró ciertos éxitos en las elecciones locales al enarbolar la bandera liberal autonomista. Vivió con horror el espectáculo de la Guerra Civil y de las barbaridades que la precedieron y que le siguieron. A pesar de su talante liberal y de las muchas amistades izquierdistas, sufrió acoso durante la ocupación marxista de la isla por parte de la columna Bayo-Uribarry y fue destituido de su cargo de director de Museo.

Curiosamente, los dos autores extranjeros que trataron el tema de la ocupación lo retrataron de forma muy diferente: el estadounidense Elliot Paul lo denigraron para profesarse mutua antipatía. La suiza Cilette Ofaire, en su obra L'Ismé, detalla la amistad y las desventuras compartidas con Roman, de quien llegó a ser gran amiga ya que sus respectivos yates se encontraban abarloados en el Club Náutico de Ibiza.

Roman se salvó de la hecatombe del Castillo por la decidida intervención de amigos influyentes del comité, que le liberaron una vez detenido. Tal vez por todo ello, a partir de ese momento tomó parte por el bando nacional, aunque ejerció sus influencias para evitar en la medida de sus posibilidades las consecuencias de la posterior represión. Durante el resto de la Guerra dirigió Diario de Ibiza y de esta forma continuó con la gran afición periodística que había mostrado a lo largo de toda su vida, con frecuentes escritos en la prensa local y en la nacional; también había fundado El Liberal y La Tarde.

Tuvo alguna intervención en mítines patrióticos que se realizaron durante la contienda bélica, en los que siempre se solicitaba su intervención por las conocidas condiciones oratorias, combinadas con una admirable capacidad de improvisación, propiciada por su reconocida cultura y su buena memoria. Acabada la Guerra y poco después de haberse iniciado la Segunda Guerra Mundial, murió en Dalt Vila, en la misma casa donde nació, el día 22 de octubre de 1939 con solo 52 años, después de una vida vivida intensamente, hasta el límite.

(EEiF) [MLR/JFG] Jordi H. Fernández Gómez
Imagen superior:
"Cartel" exterior del Museo Arqueológico de Ibiza
Foto: Ajuntament d'Eivissa


Algunas piezas del Museo. Imagen de la diosa Tanit entre ellas

Algunas piezas del Museo Arqueológico. Imagen de la diosa Tanit entre ellas
Foto: IbizaTravel (Portal Oficial de Turismo de Ibiza)

Parte del Museo Arqueológico ocupa la casamata del baluarte de Santa Tecla

Parte del Museo Arqueológico ocupa la casamata del baluarte de Santa Tecla
Foto: Ajuntament d'Eivissa

Sala del Museo, exposición de restos arqueológicos

Sala del Museo, exposición de restos arqueológicos
Foto: Xavier Duran, (IbizaTravel. Portal Oficial de Turismo de Ibiza)


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